María Belén MateosEN HARINA DE OTRO COSTAL

Adelina sabía a fresas, a nata montada entre nubes de algodón, a menta en su aliento y narcisos en su piel.

Cada mañana desplegaba la colada de sus prendas más íntimas y yo absorbía cada gota derramada en la escasa tela que abandonaba en el tendido de sus cuerdas. Siempre entre dos pinzas, siempre entre el rumor de la vecindad y mis suspiros en su nombre.

Ella desoía los comentarios en el descansillo de la escalera, la publicidad en su buzón, desleía las cartas amontonadas en la sinrazón de su mensaje, se recreaba en la desmemoria de mí…

Yo le escribía misivas con el vaho de mi aliento en el espejo del ascensor, ella se miraba sin entender por qué la máscara de pestañas se le había corrido y no reconocía el llanto, sin alcanzar a entender la memoria en su vida.

Sus labios sellaban un secreto que yo intuía, su lengua se hacía palabra en mis sueños, su grito era gemido en los míos.
Una tarde, armado de valor, deje una carta en el receptáculo de su hilo conductor con la vida: “te amo”.

Adelina abrió la hendidura que le unía a lo cercano y respiró antes de percibir lo que esos signos le confesaban.
Sentí el pánico en sus dedos, la duda en el sobre lacrado con la saliva de mi promesa, sentí la mirada sobre la cartografía de mi secreto.

La oscuridad de la escalera hizo que no me percibiera.
La vecina del quinto entró con sus perros, la compra y una conversación demasiado alta para nuestro silencio.

Ella conquistó cada peldaño con su desconfianza, yo confisqué su respiración sin perder el norte entre las tinieblas de la cotidianidad.

Hoy ha respondido a mi nota y me ha dejado unas magdalenas en el felpudo de mi casa. Creo que mañana pondré la cafetera a punto y me dejaré llevar por el fuego de la quietud escrita con la certidumbre erizada de su sonrisa, por un desayuno a ritmo de un tango y su bandoneón huérfano de París, por esa mantequilla untada en la esperanza de un futuro.

Por fin, ella duerme tranquila en mi regazo, traspasamos la raíz de su pasado y habitamos en la tercera planta de una vecindad con resaca de fresas montadas, aroma a menta y magdalenas de toda confianza.


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