Haiku 15×20 Acrílico sobre papel Udman realizado con paleta
ANTOLOGÍA POÉTICA DE JOSÉ ANTONIO CONDE
ISAÍAS.
Arrancada de la penumbra con ruido de espuelas, la madrugada se desliza por
las esteras y derriba las riendas de la noche. Al amanecer los gallos resucitan la
blasfemia. La meseta se abre y las sabinas desafían al otoño. Es el tiempo de la
semilla, de los silencios cargados de humo. El látigo corre al alba con pisadas
que llevan el dolor del grano.
Un hombre envuelve la melancolía y bebe despacio los caminos donde el
centeno guarda su orgullo. Firme, con el sólo golpe de su mano, mide el
horizonte y reparte sus razones. Se le mueren los años detrás de la obediencia,
en medio de salmueras y espejismos.
Ahora vive entregado a las estrellas, sembrando su luz entre los surcos de la
tierra.
CLAUSTRO.
Con las últimas cicatrices del alba, una evasión de ajedreas vuelve a los claustros
donde el sollozo de las ocarinas desgasta el paso de una criatura que se oculta
entre las lápidas y el musgo, y cuya debilidad despierta en la mirada de las
vírgenes un estrépito de rosarios, un acoso de lenguas que enmudece las celdas
cuando en el hueco de un beso deja su plumaje de escarcha.
Del libro La vigilia del mármol. Colección La gruta de las palabras. Prensas Universitarias de Zaragoza. 2003
Los ángeles me protegen de la soberbia; mis demonios de la mansedumbre.
*****
Vine sin rumbo y me iré con un manual de tempestades.
*****
Yo soy el que dibuja atardeceres en el agua,
el que riega de palomas la edad de los navíos.
Yo soy el que recoge entre sus manos la deriva del silencio.
Del libro Entre paréntesis, Libros de Berna. Lola Editorial 2004.
Ciegos o lúcidos en el infortunio, estaré con ellos:
con las adúlteras que perdieron su guion en los papiros del deseo, con la rabia
de los cornudos en el vértice del compromiso, con el especulador de primaveras,
con los borrachos que endurecen la geometría de su hígado, con el hijo que
envejece junto al sauce de la utopía, con las víctimas de la violencia que ocultan
sus naipes en el temor, con los inquilinos de la fábula y también con las
muchachas que sobreviven al cortejo de los púlpitos.
Con todos aquellos que soportan la exigencia del áspid, estaré con ellos.
*****
Lo que anida en el vientre de los salterios,
lo que desciende hasta la profundidad del verbo,
es el cadáver de los rapsodas en el laberinto de los dioses,
es el hurto de la palabra en las valijas del pensamiento.
Todo vuelve al corazón de los infelices,
todo vuelve… como los símbolos al yodo.
Del libro Exilios, colección Golpe de Dados, Libros del Innombrable, 2007.
Sin más pretexto
que la ortiga incandescente,
me hospedo en el almíbar,
en la brevedad del lamento
y nadie moldea mi vientre
ni lo mancha de brasa, ni dilata su reino.
*****
Un trienio de costuras,
de sucios relámpagos en la almohada
se detiene con fruición en el capricho.
Comienza el motín, la escaramuza de Narciso.
Del libro La diferencia que cubre la trampa, (XXII Premio Cálamo de Poesía Erótica), Cuadernos Cálamo, Gijón 2008.
Estudio para ninfa, acrílico y ceras sobre madera, 18x34cm
CELINE
Una pausa en el recuento
marchita la seda en su entraña,
queda ocluida la paloma.
Fue silencio y acuarela,
llamarada en el tímpano,
cifra inevitable para el loco.
Cae el rostro hacia el génesis,
sin tregua en el desprecio.
Proclama la espuria…,
después llegan más trenes.
El corte limpio,
la división vergonzosa resbala por los cuencos.
Nadie exhibe la espina,
nadie fija los híbridos.
Millón y medio de personas perecieron en el campo de exterminio de Auschwitz (Polonia) durante
la Segunda Guerra Mundial.
Celine, joven gitana francesa, fue víctima de los experimentos del médico nazi Mengele. Su
belleza y sus orejas llamaron la atención del monstruo y se utilizaron para su teoría racial.
Gitanos de más de once países fueron deportados y asesinados en Auschwitz.
En el barracón n.º 13, una exposición perpetúa el genocidio.
Allí se encuentra el retrato de Celine.
BERTA
Húmeda,
fuiste húmeda en la arquitectura de los príncipes,
triste en la nalga del isósceles,
breve en el festín de los caballos.
Perdida en el lacrimal de la ventana, el idioma
de la penumbra disminuye el fracaso. Quizás
el labio no vea el infierno que aborrece la pulpa.
Nunca quiebra la rosa,
sobrevive a todos los cuchillos.
Veinte minutos tardó en llegar la ambulancia. En todo momento, Berta, infectada de deseo,
permaneció inmóvil frente a la chimenea.
Los enfermeros también se llevaron dos zapatitos de cristal y una vieja maleta repleta de estrellas
mutiladas.
Del libro El ángulo y la llaga, Olifante. Ediciones de Poesía. 2009.
Senecio. Senecio squalidus.
He sido testigo de un incendio, de un amor
exquisito en la penumbra, de un cauce de mirra en
el bostezo.
Cuando el manjar polvoriento inclina su
calentura, no hay trampa en el caudillo, no hay
nudos en la llama. Ternura de juncos, fulgor en el
dominio, y al fin la hermosura cambia de relieve.
Sin tregua en los mapas, Hefestión avanza en el
lecho, con la victoria segura, con el gozo ebrio.
Bajo los toldos de Oriente, he sido testigo de un
incendio, dos cuerpos junto al senecio
atravesando el imposible.
*****
Hierba cupido Catananche Crerulea
Caer en tus huesos hasta el final, indagar la química
bajo las membranas florecidas, bajo ese pubis
quietísimo que se entrega a sus carencias.
En el epílogo, la razón del sendero, un viaje por las
heridas del cuerpo, por ese mismo lado donde un
día aparecieron las flechas.
Antiguamente, se utilizaba esta planta para las
torceduras de amor.
Del libro Botánica del sueño, Colección Golpe de Dados, Libros del Innombrable, 2011.
Estás desconocido…
(Ava Gardner a Frank Sinatra)
Roto el timbre,
somos cadencia en la ofrenda,
dos extraños que se buscan,
dos hogueras sin nombre.
Anónimo fulgor.
*****
Ofrecer la palabra íntima,
la verdad irreductible al signo,
y sumar,
añadir un poco de espacio
a la voz contigua,
al devenir aterido de un callar.
Del libro Discanto, Colección Con-Versos. Editorial Quadrivium, 2012.
Nutrir la imagen de silencio,
mejor aún,
de lo que hubo antes del silencio
y desaprender con los ojos,
callar al espejo.
*****
Nombrarte donde no estás
para ser rastro o engaño,
significar la ausencia.
Habitar el vacío.
*****
Por motivos de adiestramiento,
esta generación última de tecnócratas
asciende de lo común a la bajeza
e interpreta la existencia
como negación del Ser,
como un endemismo espiritual
propio de un linaje imperfecto.
A estas alturas,
no cabe la imposición
de un pensamiento consanguíneo.
Del libor El signo impreciso, Colección La gruta de las palabras. Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2013.
Dime quién ha convertido
en un obstáculo
esa costumbre de habitarnos,
quién puso medida
a los días interminables,
a los lugares definitivos
de tu naturaleza,
quién llevó a tu emergencia
todos los celajes,
un ocupar evidente
de gozos paralelos,
quién exageró la disculpa,
las pequeñas importancias
de cada día.
Dime quién fue el último
en separar los labios.
Dime qué palabra
decrece.
*****
No importa
si me dueles,
llevo dentro tu lejanía.
Del libro, Un juego de llaves, Colección Golpe de Dados, Libros del Innombrable, 2014.
Cuarenta noches
y tres intentos en la arena,
en los yermos que pugnan con el azufre
la tensión del hambre en los ácimos.
No sólo de pan vive el hombre,
también de la palabra retrospectiva.
*****
Cae el travesaño tras la multitud,
y las plañideras arrastran un mártir,
un andar persistente de llagas
hacia el resumen,
que convierte en apelación
al hombre dividido por la madera.
Del libro, Agnus hominis, Colección Golpe de Dados, Libros del Innombrable, 2015.
Naufragio. Acrílico sobre seda 24×30
Sin esperar blancura
el cierzo trae la sequedad,
un trayecto de insolencia,
lo inhóspito
a golpe de costumbre.
Atraviesa el invierno,
la metáfora escogida,
el almanaque rotundo de vestigios.
Este viento es vascular,
errante tras el centón,
y extiende su conjura de yermos
donde el paisaje retira los enigmas,
el adusto semblante
que no se atreve a tanto frío.
En marcha la afinidad.
******
Con la altitud
y el acónito preciso
abriéndose la burga,
la reserva íntima
del agua,
latido sobrante
de la primera transparencia.
Edad disuelta en memoria.
Del libro, Témpora, Colección Papeles de Trasmoz, La casa del poeta, Olifante Ediciones de Poesía, 2016.
Una larga queja
derrama durante el viaje
su condición de mudanza,
su parecer fugitivo de caminos.
Nos ampara lo esencial,
un breve equipaje de incertidumbres.
*****
Es la pérdida una costumbre,
una brújula equivocada
que nos invade lentamente,
y nos condena a vagar por lo íntimo
sin fijeza.
Del libro, Pasos mínimos, Colección Alcalima, Editorial Lastura, 2017.
Fayón
La regencia del báculo golpea el río. A besar el sello del cabestro,
a pisar la ráfaga y el signo de esta juventud borrada en julio, donde
el atropello no es indulgencia en el poniente, es arenga, cal viva
y concurso. Lo dice la epístola y la canana, el galgo de los
sepulcros, el anís del señorito.
En el estero, cálices e insignias, la túnica del general y un halcón
soberbio mojando sus alas. El río aumenta su caudal de
cumplimientos, esa líquida costumbre de invadir el curso de los
meandros, deshabitado de voces, prófugo de orillas.
*****
Fosa común sin dignificar.
Hasta el ínfimo medianil llega el decrépito Chevrolet, con su
toldo de lona repleto de huesos, de apellidos blancos, y detrás del
cementerio, los celestes se reparten el botín, ese fruto inerte de los
que han llorado la misma sangre, la misma piedad en los
descampados.
Y es necesidad, una obsesión casi enfermiza, escoger el ánima de
los expósitos, mezclarla con el jordán y beber, beber el tibio
néctar hasta el último desfiladero, el que contiene todas las horas
robadas a la vida.
Del libro, Palabras rotas, Colección Versos Sueltos, Los Libros del Gato Negro. 2018.
El cuadrilátero se expresa bruscamente,
multiplica la badana
como un reflejo áspero de la vida,
como quién sabe encajar en seis asaltos
la derrota y sus favores.
*****
Hay tipos duros que aparecen por casa,
tipos con gabardina y percutor,
bucaneros que bajan las persianas,
que miran de reojo
el abordaje y los impagos.
En la penumbra,
el vencimiento y el castigo,
un galope indómito entre los brazos,
y el caballo se disuelve en la sangre,
alcanza la elegía.
Lo demás son chismes, folklore, trolas.
Del libro Cuenta atrás, Colección Rara Avis, Los Libros del Gato Negro, 2020.
José Antonio Conde Lafuente (Sierra de Luna, Zaragoza 1961). Poeta y artista plástico. Parte de su obra ha sido traducida al catalán, francés, inglés, portugués y búlgaro. Así mismo ha escrito textos para catálogos de arte y ha colaborado en una docena de distintos proyectos literarios.Coeditor en la antología “La luz escondida, (Una poética de los ángeles)” Libros del Innombrable 2010.
Autor de los libros: La Vigilia del Mármol, PUZ 2003. Entre Paréntesis, Lola Editorial 2004. Exilios, Libros del Innombrable 2007. La diferencia que cubre la trampa, XXII Premio Cálamo de poesía erótica. Cuadernos Cálamo/Gesto (Gijón 2008).El ángulo y la llaga, Olifante 2009. Botánica del sueño, Libros del Innombrable 2011. Discanto, Quadrivium 2012. El signo impreciso, PUZ 2013. Un juego de llaves, Libros del Innombrable 2014. Agnus Hominis, Libros del Innombrable 2015. Témpora, en la colección “Papeles de Trasmoz” Olifante, 2016.Pasos Mínimos, Editorial Lastura. Ocaña (Toledo) 2017. Palabras Rotas, Editorial Los libros del gato negro. Zaragoza 2018. Cuenta atrás, Editorial Los libros del gato negro. Zaragoza 2020.
Además de su trayectoria en el mundo literario, también ha desarrollado su obra dentro de las artes plásticas teniendo en su haber varias exposiciones individuales y colectivas en ciudades como Huesca, Zaragoza, Barcelona, Teruel, Gijón, Madrid, etc.