‘INTROIBO  AD  AMORE  VERO”

              Leí de un poeta, no recuerdo cual, que para escribir un poema de amor bastaban dos palabras: yo, tú.

               Una conseja oriental cuenta que un amado llega a casa de la amada bajo una tormenta copiosa de rayos y agua. Golpea repetidamente la puerta llamando a la amada.

              .-Marián ábreme, Marián, socorro que me ahogo.

              Un par de horas después, la tormenta despeja  y la amada sale al mercado. A la puerta se encuentra un amante mojado, aterido y lloroso.

              .-Marián ¿cómo no me has llamado, cómo no pediste socorro?, pregunta la amada asustada y solícita.

              En los ojos del amado arreciaron las lágrimas.

              Estas lecturas, y el inmarcesible Juan de la Cruz en sus versos.

¡Oh noche que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!,

inspiraron mi poema.

 

HACIA BERENICE.-

Ante el Ojo Gigante que presta a mi cabeza rotaciones quietas, visiones de futuro pasado, confieso que no existo sino en ti.

Contigo soy y estoy en lo más vivo de mi mismidad, sin que nada, fuera del recinto que analizo, pueda existir, a no ser pura imaginación rodada y deslizante a un tiempo y a una norma: SUPRANORMA.

No deduzco, sin duda, que tú existas más que yo sin mí. La biunivocidad aquí es necesaria, real y forma eje impar de este circuir continuo, sin método, que nos in-vive.

Embebidos, así, en esta nuestra contemplación, sin presente posible, nos hacemos en todo lo virtual que, suponemos, nos da esa otredad por la que vamos seguros y juntos hasta el fin de nosotros mismos.

Toda otra interpretación de lo nuestro, con ambos dentro, está rota y deja a un lado una de las dos posibilidades estáticas que, siendo esto como afirmamos, somos.

Cuando algo dice “que tú…”, me río; como me río cuando alguien dice “que yo…”, etc.

La simpleza es patrimonio de los ojos; y la boca es tan obsoleta como llega a serlo nuestro conocimiento, miope y estigmático, casi ceguera, por un exceso de confianza en el ego, ausencia total del auténtico mí/tú, que nos emboza en uno solo y único.

 

DINÁMICA QUIETUD.

Es un llegué-voy al Arco del Toro a encontrarte. ¿Recuerdas? Temblaba, bien lo sé. Pero entonces quise creer que el tremor era tuyo, y que mi cuerpo, sacudido por el  tiemblo delicioso de tu abrazo, simplemente respondía  a tus embates.

Mas ¡qué bien conozco ya que no!  De la húmeda alegría de mis ojos, de la búsqueda febril de mis labios a los tuyos, del querer fundir tu cuerpo con el mío por sentirme un todo yo, tuyo contigo, en ese impar momento no se anula mi conciencia.

Y así, surge mi miedo y mi sorpresa; mi horror a despertar; mi inmenso voto de quedarme donde estaba, pues la vida, entrevista detrás de aquel encuadre, ya no me apetecía.

Yo temblaba, sí, temblaba y quería seguir, feliz, temblando.

Tus labios sabían…

¡Dios mío: es tan pleno el momento, que olvidé analizar el sabor de tu caricia, el olor de tu amor, el color de tu abandono!

Por recuerdo brumoso me queda la opresión feble de tu mano sobre mi corazón, que dolía, arrobado y distante.

¿Qué dijiste para mí?  ¿Qué te hablé por ser más tuyo y que entendieras?

P.S. ¡Será verdad! El silencio, dicen, dice más que las palabras.

 

POR  AQUELLA  OTREDAD MÍA.

                              Halo lejano, disfraz de presentires.

Cuerpo que viene con fragancias de equinoccios  -tú de leve sombra-, techo mío bosquejante de doradas galerías y jardines sobreglaucos para mi sola alma.

Por los tenues espejos de la lluvia se levantan los nenúfares-sonrisa, y en las finas arterias de espuma y contraespuma de las piedras  -reflexión de mareas-,reverberan saltarines en innúmero  poblar peces arcoiris.

Hada mía, antigua, de un cuento no contado.

Cuando sientas la niebla agachada, son mis sueños que te buscan; cuando mires la bruma incendiada acariciar tus ojos, será mi pensamiento que te inquiere.

Milagro en mi verdor, de un dios aún no nacido.

Y de allí, me hallo amando todo: tedio, fealdad, solitud…; que me piensas.

Y de allí, me camino feliz en medio de sombras, sangres, lágrimas, rencores…; pues ya me transitas.

Tú, recuerdo; recuerdo, tú; y aún más: horizonte de sueños.

 

TRANSUEÑO.

                              Planto mi amor al blanco portón de tu alma nieve; crece; crece trepando hasta tu centro y en él llama con los augures botones de mis rosas azules sin espinas, mientras todas mis raíces se abrazan confundidas en tierra inmaculada que sustenta la hermosura de tu porte.

Mis golpes han batido recio; y sus sones quiméricos han clamado bullentes por los estratos más caros de tu subconsciencia verde.

Y abriste.

Y un fuerte río rojo de caricias y besos contenidos anega la hermética galería en que habitas sola ninfa virginal y solitaria.

Amanezco amargo; llevo el pulso parado que, en latir secuente, bombea instantes y esperanzas.

 

CLAMORES.

                              Si me llamas, iré a buscarte debajo del Árbol de la  Vida.  Nazco, entonces, contigo, y tal tú, seremos un tú/yo sin conjunciones.

Subiremos a la calle sin misterio,

iremos a la alameda sin dolor, y

sentados en un banco,

jugaremos sin miedo a las palomas, a los arbustos de boj, siempre enamorados.

Cuando el astro se vaya y la noche se encienda, una esfera panal de mil luciérnagas, en todos los matices, nos hará un cono de luz; un cono de luz con que mirarnos, para verme en la espléndida alegría de tus ojos, y tener la pícara sonrisa de tus labios insaciablemente alegres.

… Si es la vida quien me llama, es tu voz lo que escucho; y me sigo robando, instante tras otro instante más, mi tiempo del amor.

 

TRÁNSITO.

¡Cómo viejos los días de no verte;

Qué infantiles mis noches, tú en mi sueño!

Por en medio vas, con orillas índigo de poniente y levante, por transparencias celestes y rosas.

 

AIRÓN  Y  PESANTEZ.

                              Con bostezo se hallare el cristal, cuando en lluvia alba, vinieras a desbordarme, triste aljibe seco.

Floreceré irisado en la luz que me adivinó, y mi todo volumen se estará recorrido por infinitas vidas pequeñas, que harán de mi vida, entre las vidas, una.

Buscáranse afanosas las horas, en ese yo mirado reflejo de reflejo, teniendo el todo tú suspenso en aire.

¡Qué transgravitado, pesadilla de piedra y lodo, extrañante entero más al  hondo!

¡Cómo vine feliz! No me creyere, que de tan paupérrimo brocal, alíquido, tan hueco, venía a plenitud, y allí dejaba mi larga sed sin fondo de pez marino.

 

POR  CICLOS ESPIRALES.

                              Abriré mis ojos, de ti, del sueño, y otra vez vendrás en luz; con tus pupilas color de amor, purísimas, llegarás en caricia sabia y comprensión hacia tu soledad, de mí, por un momento.

Quedará tu mano con la mía, esbozo de anhelo con un tacto tembloroso y suplicado. Y a una vez, me iré contigo entre mis dedos  -futuro, incertidumbre-, en tanto que el presente, será cada vez más imposible.

Y voy contigo y conmigo a un tiempo, y entenderé y buscaré en mi lejos próximo, mi tuya fantasía  -transiempre, precisión-,  con que seguiré en el amor, de mí, en silencio.

Estaré contigo y yo; seremos amor, y tú, y conmigo, en un rebose blanco de locura, donde acariciar tu mejilla en mi mano por mi mano, y llevar asida mi mano a tu mejilla en tu mejilla. (Deseo continuo, posibilidad absoluta.)

 

ENTRE  UN  ROMPER  DE  LUCES.

  

                             Se rompiere la luz en el diamante por mil irisaciones, que dan espejos de más otros espejos; empero aún: espejillos de espejismos. Tal así, se rompe de aire el cristal débil que es mi ensueño de amor.

Que así la luna, rompiente, con sus líneas de oro blancas, la telaraña iridiscente, entretejida y guardesa de ti, quimera la más dulce; odiosa terrible.

¡Cómo preguntar, desnudo de otoño, podado de salvia, si me conociste en lo que tú sólo nacieras por nada, con el único querer que tal naciese!

Y a la vuelta de una vuelta, que circuye de otra y otra, mi candidez monótona, pueril, no se hastía: ¿por qué?  ¿por qué?  ¿por qué?…

 

EN  LA  PANTOMIMA.

                              ¡Cómo amaba tu adorada complicidad!

En medio de una pantomima siempre eterna, entre brillantes risas y luminosas admiraciones, te destacabas tú por encima y me llamabas.

No importaba aquel muro imperfectible de los ruidos, reforzado por el sólido profundo de los contrasueños.

Lo tuyo era un clarín que distinguía entre todos.

Ya sabía que tus ojos me buscaban incansables, taladrando lo imposible, para asirte a los míos un momento infinito.

Un acento silente, un parpadeo más húmedo que el otro: -“mi risa, mi alegría, son de ti, están contigo, como tú conmigo eres sonrisa de sonrisas”.

Y me entregaba entonces, sin reservas, al gozo de besar una a una tus palabras, estando, pues que estabas, en cada cual de ellas, entera, con tus ojos, tus labios, tu sonrisa, tu hermoso corazón amable.

Alma y vida de mis ´yo´ todos: ¡cómo no estarme en la plenitud de mis suspiros, si eras tú, el aire en que sentía tu ternura amante!

 

RINCÓN  DE  LUZ  Y  MIEL.

                              Me hallé mirándote, claror tú, de alba y bronce, sentido gris de otoño bajo; hablaba tu nombre en voz pequeña.

Este ser íntimo tuyo que atesoro en lo más recóndito mío y secreto, y que sólo con ojo en entreluces, me atrevo a musitar.

Tengo susto del ladrón merodeante que sitia mi cabeza, en muestra para el degüelle del poder evocarte, levantando compadreo en mi conocimiento impar.

¡Locas manos! Tampoco quiero que me escuchen; hablan y hablan, como cotorras interrogativas, y no bien pienso amordazarlas, ya han saltado los cerrojos de mis más pequeñas cosas más hendidas.

Tesoro de luz y miel de setenta y siete rosas rojas, de ti, nada, nadie participe; sólo aquel escondido yo del más escondido mío.

 

ORANTE  DE  SUEÑOS.

                              Mi pensamiento blanco, amor todo de nieve, gama de agua cruda, se movió a correr el tiempo y el espacio, subido a la ladera de una tarde decembrina  con acero de cielos y paisajes rayados.

Te buscaba, como busco la hermosura; y si al fin te averiguase  -semilla de semillas, tú, de entre lo bello-, tendría entre las manos todos mis anhelos atendidos; lo hermoso contigo, y tú lo más hermoso, jugando con perfiles y fondos de violeta; ambas dos, picarazas bulliciosas de negro y albo, inquietas e inquietantes.

Te pensaba y me sentía poseído por el don de la dicha y el señor de la distancia; con gritos, las ondas verticales del entorno eran como perenne canto sin salida: ¡vete!  ¡huye!  ¡emigra lejos!…

Mas me estuve quieto conmigo, y mi entresueño prosiguió sin freno que tascara mi desboque.

Y así me transformé y me puse en carnaval de mí: escribiendo; soñando conmigo; de mí, yo-tú, poesía;…

Un hasta yo postrado en oración reiterante, mientras por mis dedos repasa la cuenta ideal de un ábaco de cuerda circular:

Te amo…… (Me amas).

Me amas…… (Te amo).

………………………..

………………………..

………………………..

………………………..

 

INTERLUDIO.

LA  BUSCA

 Te busco…
…En medio de la aridez
de mi río sin orillas.

 …En dos rayos violentos
que me vuelven de ensueño
y aceleran el gorrión
de mi sangre pintada. 

…Tal flecha de mi deliquio,
con la fiebre urgente
de romper el aire
y dar salida al viento.

 …Yendo hasta la espera
del rincón antiguo
de los temblores auténticos. 

                             Te busco
mi hallada inquirida.

Este poema se publicó en el número ocho de la revista artístico-literaria intitulada “En Blanco y Negro” , esto me demuestra,  de alguna forma, que todo lo aquí escrito barruntaba ya por mi cabeza. La MUSA tiene estos extraños juegos, ella sabrá por qué.

 

ECLIPSE  LUNAR.

                             Al crepúsculo, levantando Venus el velo azul naranja, se cerraron mis ojos en los tuyos, para amarte.

Te busqué en el hundoso alígero de violetas y rosas, por la última línea definitiva.

Ibas perdida, en grávidas ensoñaciones amorosas, buscando tu corazón.

Anidado en mi mano, gritó y lo viste. Rápido como las sombras lo encerré en mi alma. Todo lo entendiste; y en un gozo prolongado, nos dispusimos al subsueño, a la libertad, al volver completo de tu yo a mi tú.

La luna, envidiosa, no iba a salir, intentando con su ausencia, vanamente, postergar el momento del encuentro.

.- Tú, luna inútil, espejo en negativo de mi dicha, ¡no vengas si no quieres!

Por tus húmedos labios, amada del nuestro entonces, hallaba los solos reflejos necesarios en mi dicha cerrada y circular;  totalidad.

Y en ellos, mis ojos, perennizaban aquel mi instante pleno.

 

PRIMAVERADO  ELÍPTICO. 

Acababa este tierno sonsolar sobre la tierra y ambos nos pusimos, al amor de nuestra estrella  -promesa de fulgor-  un tiempo nuevo.

Eclipsados mutuos, atemorizados juntos, ante formas de flecha inexplicables, lloramos unidos. ¡Era tanto el silencio temeroso!

Ahora, yendo a nosotros, hemos profesado el pero con la mismidad, una, de los dos.

Y dé la tierra su giro concluso, volviendo a empezar nueva andadura nuestra.

Este solo tú/yo, dispuesto, sale a ser el centro de la búsqueda emprendida en compañía de ambos.

 

COMO  PESQUISAS  INFANTILES.

                              ¡¿Cuándo?…! :infracuándos.

Que no llevo principio, y siento que ya antes estabas en medio de mi ignorancia; te pienso tanto, que creo que no haya instante sin tu ti, ni en el pretérito, ni en el luego.

¡¿Cómo?…!. ultracómos.

Negándome a pensar en mí, sin ti conmigo. Tocando la certeza visceral de un total yo/tú, olvidado de todo lo temphorario,  al instante de amor, en que tu tú me naciera al sueño mío.

¡¿Por qué?…!: sólo silencios.

Mi vida contigo ya intransciende y se ilimita; no tengo lugar donde decir ni la décima emoción que a ti me lleva (o: que en ti me llevó).

 

ESFERICIDAD  ATORMENTADA. 

Voy a tu nombre que escribí en el muro de mi cárcel; mis ojos son de celos. Y aún lo miro.

Camino por las ondas de tu nombre, que yo dije, y vuelven ecos por mi ensueño; fantasía celosa es mi descanso. Y  aún lo nombro.

Escucho como crece tu inicial grabada a fuego en la alta encina de mi alma, que yo puse; rebullir anímico de hervores celosos. Y aún le busco primaveras.

Mas séme en todas ellas; estate en todas ellas plena, más de ti que lo más tuyo, y en ellas pondré lo más mío de mi yo.

Y pues quiero estar en todas, amando y esperando y anhelando una caricia tuya, aparecida, perecida y vuelta a renacer por un mágico fluir del raudal eterno que me piensa, como sólo tuyo, en todo tiempo, en toda dimensión.

 

 

EN  DIMENSIÓN  DESHORIZONTADA.

                             Te tuve  -mi sueño esperanza-  a la puerta de mi álamo simiente, jardinera fiel, amanecida granada en mayos rompedores.

Mis raíces, aún mínimas, riegas con tus cantos, a la vez  que la misma tristeza de no poder soñarme  (ya te vivo), pone premura a la siembra y empuja ingravidez al tronco, a la fronda de mi cuerpo.

Con lento trepar tardo y sumergido, me llego hacia tu hondo, que me nazco en ti más fuerte, más engrandecido; medulado del yo tuyo, y duro, e irrompible, pues de mí no hago sino estarme en el amparo completo de ese tu cariño desvelante.

De ello, el fuego abandonado por el aire; la tierra, mi amor mío, por el agua tuya que me forma; testigos de cargo, incontroversias, puros axiomas esenciales.

Ahora crezco por mi ramaje de entrega y verde, vestido de tu inherencia,  con toda tu hermosura, en plena gracia de tu porte  -¡Oh, forma adorable!- , que siendo el todo yo de la sola figura tuya desplegada, voy en el todo entero tuyo con un derroche por mí de tiempo enamorado.

Y aun antes que en mí, fui contigo todos los nombres precisos  nombre, y nombre de los nombres-; donde ya soy  yo/tú: binidad de estarnos en lo eterno amando sin esfuerzo, con contumacia larga y ancha, en área deshorizontada, en cosmogónica infinitud.

 

HOMICIDIOS  EN  VERDE. 

Hablaban de ti; pareja final  -solitarios pinos únicos-  entre el todo lodo y piedra del Monte del Molino, allá junto a tu casa ideal, aupados a tu ventana; con sus vasos embriagados por el sequizo frío.

Tus ojos  (¡mis ojos!) románticos infundían primavera en su invierno dormido, y un galope de savia los volvía un gran verde intempestivo, delator.

Sabía de su calidad tierna e infantil, mas también conocía de su orgullo irreductible de amadores. Los quise hacer callar  -eran muchas sus bellezas y ventajas-  pero en suaves cuchicheos, con leves roces y codazos, se abrieron de ironía, de embrisada boca sonriente.

¡Bien sabes que los amé mientras pude!  Adoraba los recuerdos de su sombra; quería su cimbreo musical en la tarde caída mayoeña;  deseaba su sabor a abanico de agosto alto y el marrón amostazado por noviembre, que ponía compañía a nuestra murria ya casi invernal.

No supe recordar que en ellos se abrían tus auroras;  no me cupo pensar cuando en su tronco cobrizo y arrugado, tus manos me dejaban prendida una caricia; no sentí que de sus ramas, crecidas cabe años, pendían tus suspiros, y aun suspiros de suspiros.

Me cegó el odio y mi segur afilada partió tanto tiempo de los tiempos; parlotear con el aire, susurrar en el ocaso con los pájaros eran todos sus crímenes.

…Y mis celos.  ¿Qué tendré pues que hacer conmigo, soñador perenne, hombre de siete días, doce meses y cuatro estaciones?

Ya no es verde tu alborar. Y tus ojos  (¡sus ojos!) románticos van siempre de un dolor interrogante.

Yo plantaré dos pinos mudos a tu casa ideal, que se auparan en tu ventana…

.- ¿Me olvidarás entonces?

 

 

COSUEÑO  DE  BANCO  Y  LUNA. 

.-¿Y si fuera terrible ser la rosa?

.- Sería, yo, tu rosa única.

.-¿Y si hubiera temblor en ser la luz?

.- Sería, yo, tu rayo luminoso.

.-¿Y si fuera innarrado dolor en ser la nube?

.- Subiría, yo, a tu cielo a enjalbegarlo.

.-¿Y si fuera ser sueño sólo sueño?

.-Duérmete confiado en la siempre afirmación de mi presencia en ti.

.- ¡Así, yo!  También yo te soy la rosa asustada; tu trémula luz que se agoniza en mí; tu lancinante mordisco ennubarrado de los labios de tu herida vuelta a abrir. Como tú, del sueño al sueño tuyo voy, para estar contigo en ti. ¿Rosa?  ¿Luz?  ¿Dolor?  ¿Ensueño?…  ¡Más, mucho más!: sintiendo que me naces cada día, cada hora, cada instante, de más rosa, de más luz, de más dolor, de más ensueño…  En el mayor y más grande de entre los más…

.-Yo te comienzo, yo te acabo,  en nuestro cielo eterno, incansable…

 

 

DESDE  AQUELLA  REPLECCIÓN  INICIÁTICA. 

Me hallo cercado de imposible al hablar de aquel mi encuentro primero con tus ojos.

Y leer en ellos; lectura inviolable del intrafondo de su pícaro dominio vasto, donde siempre todo yo se exalta en el perdido duelo al ir traumado al choque, ya rendido de antemano a la sola esperanza cumplida en la transvivencia de verte otra vez más.

¿Qué querría pensar de tanto cómplice cariño?  Nada,  mi pensamiento quieta suspenso,  todo es sentir y sentir mayor.

Corazón desbordado a la boca.

Sentidos,  ladrones plenos,  que buscan raptarte total conmigo,  allá donde sólo yo pueda saberte.

Y se viene la flaqueza entera,  a mi todo erguido mundo,  cuando torno a encontrarte,  nueva,  aún más soñada que en mis sueños.

¿Qué cómo es el quebranto mío entero al hallarte de otras veces?

………………………………………………………………………………………….

Hojeabas el tiempo;  a una vez,  sobre mí, tu ojo lateral expectante;  interrogación pura.

Sí,  ahora lo sé;  mi primera mirada fue inventarte.

Mi primera intraausencia sensitiva,  no descubrirte

Que única tú me completas conmigo en tu presencia.

 

POR  HUIDAS  AUSPICIALES.

                              Doy en las vetas opalinas del mármol,  o en los gritos de los espejos,  o por los fuegos candiles reales que encienden las miradas.

Dónde estarías,  luz posible, te busco.

Llevo mi frente al moho de las estatuas,  cana sapiente,  o a las espumas blancas,  eternas renovadas,  del río circular filósofo profundo,  o al canto y sonrisa antiguos de los ancianos cargados de leyenda siempre.

Dónde estarías,  tenue son,  te pregunto.

Tacta mi mano el áspero rubor de los narcisos,  o la finura imposible de las puntillas en los dinteles,  o el perfil contrapelado del veludillo sin peinar.

Dónde estarías,  piel suave suya,  te palpo.

Todo en su hermosura única,  tiene el oráculo y contigo,  sólo el oráculo de oráculos.

Y mis ojos rotos.

Y mis oídos,  de otoño despojados.

Y mis manos, hilos sin sentido.

¿Qué llevaré en este no encontrarte nunca?  ¿En dónde daré conmigo, con este entero tú que soy en ti,  y que escapa de mí siempre adelante?

 

NAVIDAD  BLANCA  DE  AMOR. 

Vagaba por el cónico pico del triluminoso abeto decembrino un ángel de cartón y coloretes;  a él le conté mi amor y voló por el fucilazo de una sonrisa.

Rumia por el hueco bucal de un ensueño infantil de Noche de Reyes,  anhelo y dulzura,  el juguete de cuerda retozón y tripudo;  a él le jugué mi amor y escapó feliz danzando entre los suaves élitros de una mariposa.

Levantaba de serrín,  del corcho montañero,  de la blanca harina y del firmamento de plata y papel azul el belén total,  eterno en su ánimo; le expuse mi amor a la vera del río y se fue en dulce despiste englobado en una pompa de jabón.

…Navidad se ha ido.

Mas yo sigo en mi senda de dicha,  dando mi grande buena nueva a todos los peregrinos que conmigo se cruzan por el sendero macilento y árido.

 

LATROCINIO  AZUL  LUCERO. 

Me transcurrí al inquirir entre las nubes de tu mirada,  vuelto en mí,  como de alarma en sueño,  no sé qué eché a faltar entre todo lo habitado tuyo que hubo siempre en mi recuento cotidiano; pasando y repasando lo más mío de ti. Hasta lo más tenue de un susurro atesorado en el antiguo baúl de tu nombre.

¡Aquélla visura tuya!;  robada en una distracción,  revolaba en el aire, y levanté mis quejas a los luceros más azules de la noche pidiéndoles el regreso de mi paraíso total.

Sin ella,  por este conocer que no la tengo,  todos los días serán de veinticuatro lágrimas, y traerá mi calendario semanas siempre idénticas: dolor, amargura, tristeza, nostalgia,  pesadumbre,  ausencia y muerte;  mes tras mes, sin solución.

Si la hallara entre tantos escondites y albos suaves de los soles,  si se escuchare de mis gritos por entre tanta hermosura y arrobo del entorno azul,  si me volviera aquella  a mi otra vez a completarme, estaría de nuevo entre lunes,  martes,  miércoles,  jueves,  viernes, sábado y domingo,  por ésta que se ha vuelto calvario y sangre huera. Vacío de vacíos.

 

EN  MÍ,  CONMIGO  TODA.

Aunque no existieras, el amor existiría en mí, que tu eres el amor, todo el amor conmigo.

Aunque no fueras presencia mía hermosa, serías en amor conmigo.

Aunque no ruidaras en mi alma, sabría del amor que estás conmigo.

Aunque tú no amaras, tendría el amor en mí, todo el amor que eres conmigo.

 

AURORADO   IDEAL.

Amanezco; tú, aurora en mis labios, bostezo de miel.

Abro mis ojos; tú,  retina entera azul,  brillo total,  ceguera amable de un instante.

Se espurren los brazos para alcanzar esa sombra,  tú,  volandera,  a un tiempo mismo que estalla toda la posesión tuya en estampida.

Restriego mis ojos con el rayo de esas manos;  tú,  buscándote por el ensueño para ser así un instante,  más vivificado.

Ahora,  ya despierto,  me detengo a contemplarte con un tiempo,  que sin alas,  queda quieto.  Y eras aún más que la imagen, transueño vivo,  tú toda completa.

 

 

MARIONETAS   DE  LUZ.

                             Viniere a dormir mecido por el pendular de tu recuerdo; edulcoraba mis ojos tu respiración tranquila,  lenta,  mientras hipnóticamente fuese mi cansancio,  quedado en ti infantil y en ensueño.

Caían engañosos mis párpados veloces, buscando el sentir del peso de tus labios, mariposa leve de reposo corto.

Me pusiera tu paz y me adueñara de tu disolución tranquila,  quedando así,  lejos,  las pequeñas contrariedades cotidianas, por un rebose airoso al galope de tu presencia subpresente,  canto de silencio,  que mecía con su alma la mía enamorada.

Raudo cayó el telón de las pupilas para saber de aquel tu beso que nunca dormitaba.

¡Qué iridiscencia traviesa mi vigilia de teatro!

 

FANTASÍA  DE  AGUA.

De pensar en ti,  en tu nombre,  el aire te grabó en las nubes.  Y así  en las húmedas líneas de la tormenta te me traen hasta la tierra.

Y conozco tus ojos en los tersos lagos de la planicie.

Y siento tus dedos en la fresca caricia de los ríos,  y tu mano toda,  en la amplia suavidad de sus estuarios. ¡Qué bien intuyen las aves dónde anida la ternura!

Con los hermosos mares,  por los océanos imponentes,  comprendo la replección y completitud de tu armonioso cuerpo.

Desde aquel profundo aprehenderte,  me paso los días mirando los algodones que corren por los cielos,  y te espero con el arrobo y la alegría de las bienvenidas.

 

¡¡¡BERENICE!!!…

                              Hora era;  y nacieras en mí entre una luna rota  -plenilunio en fracaso-  y una ola como en gris malcuajada de espumas y estrellas, matiz sepia.

Hora era;  y vivieras en mí,  contra un diástole quimérico  -suspiro de viento y fuego-  y un sístole gemido,  vacío y hielo blancos.

Hora era;  y partieras en mí,  hacia un telúrico imposible,  bramido interior de todo lo que soy tierra,  y hacia un sísmico compás lúcido y expansivo,  gemido que en tus ojos no fue sino toda la tierra que tú eres.

Hora era; y el caos de mil cabezas nos envolvió en un torbellino de lejanías;  por un lado,  el espacio lento y suave nos hizo paralelos,  por otro costado,  el tiempo veloz y riguroso  nos remitió sin escucha al infinito,  es decir, a una nada inmensa para el hombre, que lo vuelca en más cero, que lo circuye completo en un nadie mayor.

Así fueses en mí cuando la hora hubo sido.

 

EPILOA.

                              Remoto de la carnalidad de OVIDIO y alejado de la casi erótica de JUÁN DE YEPES  o  CASIODORO DE REINA, busqué en don ANTONIO MACHADO los etéreos efluvios de  HIMERO. Pronto encontré su excelente canción, llena de la proverbial timidez del vate y del constreñido y profundo amor que estrangulaba su resuello, y que lo impelía a escribir palpitante:

            Todo amor es fantasía;

él inventa el año, el día,

la hora y su melodía;

inventa el amante y, más,

la Amada. No prueba nada,

contra el amor, que la  Amada*

no haya existido jamás;

 mientras su corazón latía acelerado.

                              Mas pienso que no. La Amada ha de ser o estar, haber o existir.  Así:

          Sólo solo

necesité para amarte

que existieres.

Sin mí,

sin tu yo:

TÚ.

                              Y con el último punto entendía, que al poeta que necesitaba dos palabras para escribir un poema de amor le sobraba la mitad. Era únicamente precisa TÚ.

                                      “ITE,  AMOR  AMORIS  EST”

 

 

FERNANDO BURBANO GARCIA. Nacido en Zaragoza, el doce de Abril de 1944. Educado en los Jesuitas, durante doce años, he conseguido no ejercer demasiado de ello, aunque en algunas cosas estoy orgulloso e incluso ejerzo. Cursos universitarios de física y matemáticas en la Universidad de Zaragoza. Más adelante curso tres años de Arte Dramático en la Escuela Municipal de Zaragoza, entonces dirigida por don José Gimenez Aznar, para pasar a continuación a realizar dos cursos de improvisación y análisis de texto en el estudio particular fundado por entonces en Zaragoza, por la actriz argentina Esther Bonsi. He interpretado y dirigido varias obras teatrales que algún día reseñaré.

BIBLIOGRAFÍA:
Ecos de Soledad (poesía). Año 1978.
De mi, para ti, por todos (Poesía). Año 1979.
Resistencia a la rodadura (Poesía). Año 1980.
Café Levante, dígame (Poesía). Año 2006.

Tengo escritos varios sin publicar: teatro, un buen numero de cuentos y varios libros de poemas, lo cual no cuenta más que para mi y para ti. Soy, desde su fundación, miembro de la Sociedad de Escritores Aragoneses


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