Amparo Sanz Abenia
V Premio literatura epistolar 2001 para empleados de Correos y Telégrafos
Querido Alberti.
Allí donde te alcancen mis letras…
Duerme esta noche de ausencias, una estrella pequeña, esperando despertar contigo, sobre tus versos de heno y canela, para galopar juntos a lomos de poemas, para galopar por los sueños que ya dejaron otros poetas.
Cuando llegues allá, Pablo Neruda, te escribirá una canción, una canción de alegría y esperanza.
Con romances de limón y albahaca, Federico García Lorca, en un yunque de plata, irá forjando con paciencia una bienvenida de coplas, para que te sientas arropado entre tus compañeros.
Dalí inspirado, con sus pinceles de arco iris, te pintará otra bahía tan hermosa, tan azul, que te hará sentir como en la de tu amada bahía de Cádiz. No tengas pena, poeta gaditano, por partir solo en este último viaje, que la marea ya se disuelve y sobre su estela se pierde, como se pierde y se apaga la vida, cuando algo, o alguien muere.
Esta noche es triste para mí, Alberti, porque llueven intensamente sobre mi alma de pequeño poeta, lágrimas con estrofas huérfanas, de infinito silencio, de infinito misterio, por tu marcha sobre un camino, donde las palabras son de sangre y cebolla, como las nanas de Miguel Hernández, y tu muerte me sabe a leche amarga, a dolor y hambre.
Pero es de ley morir ya lo sé, morir a la vida limitada de esta tierra verde y milenaria, pero jamás, tú, dulce poeta te equivocaste, como tu paloma, que confundida por ir al sur se fue al norte, y pensó, que el mar era el cielo. Tú, poeta marinero del sueño, con nave de jazmines y galones de adoquín, tú, jamás morirás, Rafael Alberti. Seguro que te trasladas a otro Universo donde vivirás eternamente con otros grandes poetas.
¡Ah, Alberti, mi querido Alberti!, último poeta de la generación del 27, has dejado roto el eslabón en una cadena de promesas. No llegarás a ver otra generación de nuevos poetas, que comprometidos luchen para salvar la poesía, salvarla de la ignorancia de los sentimientos, que olvida continuamente que, sin ellos, muere la vida del hombre.
Querido Alberti, marinero en tierra del exilio, donde lloraste tantas lágrimas, lágrimas oscuras de silencios incomprendidos, cuando la dictadura fusilaba en España la cultura, decapitaba la historia y las libertades ideológicas del hombre libre. Tú, seguiste desde muy lejos construyendo poemas, con tus sílabas edificaste versos de agua, con tus palabras izaste estrofas al viento.
Pero, Alberti, ahora no importa, todo aquello, se quedó sepultado entre los escombros del olvido, bajo la pesada losa de la injusticia, quedó quebrada bajo los océanos, en las profundidades marinas, de las pesadillas que ahogan las ilusiones engendradas sin amor.
No sé Alberti, si me escuchas desde allí donde te encuentras, tal vez estés ocupado escribiendo nuevos poemas para recrear con su belleza la tertulia universal y entretenerla. Ella te acoge para seguir creando, junto a tantos otros, el poema más hermoso del mundo, “el poema de la vida “.
Querido Alberti, esta es mi primera y última carta, no hubo ni habrá más, aguardaré la tuya con impaciencia buscándola en cada crepúsculo, tras las nubes del pensamiento, con embriagadora ilusión, y desde mi mundo de fantasía, desde mi universo de versos construiré cientos de poemas, deseando estrenar nuevas páginas en mi vida de aprendiz de poeta. Tú, mi maestro, me enseñas. Todo lo que hago, lo hago sintiéndote cerca, muy cerca, eres la estrella que brilla en el cielo de mi alma.
Hasta la vida eterna querido poeta, Rafael Alberti.
Fue un despabilar, una llamarada en el silencio de su muerte.