Pilar Aguaron Revista Iman

Fotografía: Luis Simón Aranda

 

Conozco una mujer, mujer pintora, que ha mostrado su obra en más de ochenta exposiciones, individuales o colectivas; conozco una mujer, mujer escritora, que ha publicado libros de relatos, novelas, audiolibros; sé de una mujer, mujer ilustradora, que ha dado color a libros y revistas; sé de una mujer, mujer gestora, que ha coordinado y administrado asociaciones, publicaciones o galas literarias y artísticas y tengo constancia de una mujer, mujer promotora, que ha hecho del arte una forma de vida y de las manifestaciones artísticas un lugar para el compromiso.

Conozco una mujer, Pilar Aguarón Ezpeleta, que deja una impronta de honestidad y coherencia en cuantos tenemos la suerte de conocerla y aprender de su calidad artística, literaria y, sobre todo, personal.

Hablar de Pilar Aguarón es hablar de una reivindicación constante de la fortaleza de la mujer, esa mujer que, como ella misma proclama, es dueña de su destino.

En palabras de José Antonio Prades, la escritura de Pilar se caracteriza por su síntesis argumental, su lenguaje austero y por la aparición de personajes, aparentemente sencillos, enfrentándose a episodios complicados. Suele escribir en primera persona, aunque no siempre la misma primera persona y en sus historias no cabe la indiferencia. Leerlas es implicarse emocionalmente y sentirse parte activa de sus entramados.

Su talento, escribiendo o pintando, nace de una fuerza interior, del entusiasmo como arma contra el pánico ante un lienzo o un folio en blanco. Expulsa la tristeza, ese impulso creador, a través de sus cuadros o textos.

El arte, su arte, nace desde la soledad, desde el silencio, para convertirse en grito, en una voz que rompe las conciencias y altera, ineludiblemente, la calma de los que no quieren saber.

En su mirada, constante y curiosa, anida el valor de lo importante, de aquellas pequeñas cosas que son imprescindibles para dar sentido al instante, a cada momento, a ese tiempo, tempus fugit, que parece detenerse entre sus párpados.

Un premio, y más un premio como el Imán de la Asociación Aragonesa de Escritores, puede no significar mucho si se piensa en su compensación material, pero un premio, como el Imán, es la expresión de un reconocimiento, de un agradecimiento y de un respeto hacia una mujer que, más allá de sus cualidades artísticas, representa una forma de entender la vida que trasciende de lo cotidiano para convertirse en especial por el mero hecho de ser auténtica, y Pilar Aguarón Ezpeleta si algo tiene es autenticidad.

 

Fran Picón


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