Te robo tus versos para hablar esta tarde contigo,
para comentar y desear otra oficina y otro horizonte
en los que podamos estar sumidos.
El ángel de los siglos colgó su oscuro manto
bajo el silencio desnudo de las estatuas.
y las alas del tiempo poblaron con sus voces
las presencias, todas, las pasadas y las venideras,
convocadas para el juicio que pretendió poner las cosas en su sitio
y no quedaba espacio para tantas voces, para tanto canto,
por eso, poeta, no hay canciones que expliquen dónde fueron tus minutos
ni respondan a tu pregunta ¿Quién eres tú?
ni sepan decirte dónde dejaste tu asesinada corona de búfalo.
Siempre las mejores preguntas se quedaron sin respuesta y las montañas más altas sin hollar,
y las profundidades abisales nunca fueron pobladas por monstruos
apostados a la salida del colegio donde se olvidan de sus vidas
porque se han perdido en lo profundo de los bolsillos
donde se fueron los sueños.
No los busques, no podrás encontrarlos,
ni te dirá nadie quién eras las tardes de los sábados,
ni habrá nada ni nadie que te diga quién eras.
Hazme un sitio, apartado y solitario
donde podamos dormir los hombres sin voz y sin historia,
donde podamos escuchar, lejana, aquella dulce campana enamorada
que nos anuncie que ha crecido
una raza de hombres con puñales de amor inverosímil.
Déjanos descansar bajo tus suelas rotas
de vagabundo dios de las bodegas
para beber en paz
y brindar por todos los que aspiran a vivir.
Lo entenderás porque no ha cambiado nada desde entonces.
Como entonces, la virtud de la lluvia
se aniquila en los soles y ansiamos perdernos en el naufragio
que cubre las aceras y los parques.
Nada ha cambiado
Míster Brown sigue preguntando la lección aburrido,
siguen sin respuesta las palabras del suicida recién nacido,
las esquinas siguen oliendo a sudor ínfimo
de perro piojo estraperlista y pan.
Siguen existiendo los teorizantes de ambas cercas,
Los inquisitoriales azuzadores de la matanza,
Los dogmáticos de estrechez mentecata.
Como oyes, nada ha cambiado,
la brisa viene silenciosa por San Cayetano,
al estío le sucede el otoño.
Quiero que en este hablar contigo
estrenemos un género no usado y una nueva disciplina.
¿Qué ya lo has inventado?
Ya lo veo,
se llama epilírica y la asignatura metapsíquica.
Ellas te han enseñado a cantar el ensueño y el pan,
A silbar por las aceras como un tigre acosado,
A crecer como violenta aurora.
Te tengo que dejar,
el discurso se alarga y los surcos se multiplican en la frente.
éramos viejos entonces y hoy mucho más,
cojamos las protestas y envolvámoslas en papel de estraza
del que ha servido de tumba a las sardinas
y vámonos a leer a las colinas junto al mar inmensamente nuevo.
Simeón Martín