Belén Gonzalvo Revista Imán¿DE LETRAS O DE CIENCIAS?

Una reflexión sobre la literatura y la ciencia

Belén Gonzalvo

Seguramente, ustedes ya habrán contestado a esta pregunta que lleva muchos años flotando en el ambiente. Sin embargo, al profundizar en ella, podemos darnos cuenta de que existe algo más. Me refiero que no solo es elegir uno de los campos sino a la separación radical que, por costumbre, se lleva a cabo entre literatura y ciencia. Las personas que se dedican a una y otra faceta se perciben como “el enemigo”. Son mundos separados. ¿O solo lo parecen?

Si retrocedemos atrás en el tiempo, nos encontramos con la filosofía y descubrimos que algunas disciplinas científicas derivan de ella, como la física y la psicología. A lo largo de la historia, muchos escritores han rechazado los adelantos que suponía la ciencia porque creían que los valores tradicionales se destruían: “La luz es sepultada por cadenas y ruidos//en impúdico reto de ciencia sin raíces”, Poeta en Nueva York (1929-1930), Federico García Lorca; ÉmileZola, Miguel de Unamuno y Agustín de Foxá también defendieron este punto de vista. Otros, recibían con los brazos abiertos las posibilidades del progreso: “El químico busca enganchar moléculas y el escritor busca unir palabras” (interpretación de la autora de este texto), La llave estrella (1978),Primo Levi; en esta postura nos encontramos con Walt Whitman y Vladimir Nabokow, entre otros.

Volviendo a la época actual, la literatura está plagada de historias sobre médicos, economistas (no podemos olvidar las matemáticas), ingenieros o psiquiatras envueltos en aventuras trepidantes, asesinatos, intrigas, terror o thrillers psicológicos. Si buscamos textos que hablen de ciencia, dejando aparte los ensayos, nos encontramos con la ciencia ficción y las distopías. Los extraterrestres, por un lado, y las sociedades totalitarias, por otro, parecen alejarse de la elegante búsqueda de las palabras y su combinación para despertar sentimientos mientras se narra una trama que llegue al corazón de los lectores.

Pero esto es solo la punta del iceberg. La ciencia forma parte de nuestras vidas, lo queramos o no, y de la literatura. Los adelantos científicos han ido irrumpiendo en eldevenir de los seres humanos a lo largo de la historia. Desde el dominio del fuego, pasando por la invención de la rueda, los telares a vapor y, por qué no, la imprenta que contribuyó a la proliferación de la literatura, nos encontramos con múltiples objetos y circunstancias que han intervenido en el progreso: el reloj, el telescopio, el motor de combustión y la gasolina, la canalización del agua y de la electricidad, los imanes… La química, la física, la biología… nos acompañan en las lecturas. El tiempo y el espacio, las leyes de la física y de la mecánica… son inherentes a la vida actual y están presentes en cada uno de los relatos, de los poemas, de los dramas. El tiempo transcurre durante la lectura y en la evolución de una historia. El espacio conforma los escenarios donde se desarrolla la trama. Entrar en una cocina caminando y ponerse a cocinar implica muchas especialidades científicas.

Cada vez que un personaje presiona el interruptor de la luz, la ciencia está presente. Está ahí cada vez que se sube a un coche para ir al encuentro de la persona amada hacia un final feliz o cuando se asoma por una ventana y se le cae algo de sus manos cumpliendo la ley de la gravedad de Newton. Los protagonistas que nadan en el mar o en una piscina y que flotan, lo hacen según el principio de Arquímedes. Trenes que circulan a gran velocidadverifican la ley de la relatividad de Einstein cuando alguien observa desde el andén. El ruido que escuchamos aparecer y desvanecerse mientras estamos esperando a alguien nos muestra el efecto Doppler, o cuando temblamos en mitad de una guerra y los proyectiles pasan a nuestro lado (Imán(1976), Ramón J. Sender; Sin novedad en el frente(1929), Erich Marie Remarque).

¿Y qué me dicen de la luz del sol? Sin ella a través de la lluvia no veríamos el arco iris que ha inspirado poemas maravillosos (Arcoiris, en Próximo prójimo, (1964-1965), Mario Benedetti; Desgarrada la nube, en Soledades-Galerías-Otros poemas (1907), Antonio Machado).

Tampoco veríamos los colores, que surgen al chocar los rayos del sol contra los objetos y que nos hablan de longitudes de onda diferentes. ¿Han calculado el número de colores que existen? Cientos de tonalidades con nombres distintos y que nos hacen estremecer ante su belleza, dentro del espectro visible. La física de la luz… ¿Dónde está la cochinilla que teñía de rojo las telas antes de la proliferación de las posibilidades de la química? ´Bacon, Newton y Goethe (científico y dramaturgo) compitieron en su estudio y en las teorías sobre el color. ¿No fue Fausto(1808 y 1832, Goethe) una excusa para reflexionar sobre los misterios del mundo?

¿Y qué me dicen sobre la distancia que se recorre en los libros? Si se sumaran todos los kilómetros recorridos a pie, en bicicleta, en coche, en tren (siempre, el tren)… por todos los protagonistas masculinos y femeninos de la literatura, ¿cuántas vueltas se habrán dado al Ecuador de la Tierra? De nuevo, la física.

Hablemos de los plásticos, la comida y la bebida que aparecen en los textos. Son pura química en acción.

¿Y los pensamientos? ¿Han sido conscientes alguna vez del fascinante funcionamiento de la mente? Física (electricidad), psicología y biología al servicio de los sueños y de las realidades. Los personajes se enamoran, toman decisiones, traman venganzas, urden triquiñuelas… Viven.

Incluso la ciencia está presente cuando el autor o la autora escribe en un papel con un bolígrafo (pluma, lapicero…) o en el ordenador.

Al final, ciencia y literatura están más unidas de lo que en un principio se piensa.

“No hay ciencia sin fantasía ni arte sin hechos”, Vladimir Nabokow.

 

OBRAS para descubrir la ciencia en la literatura:

  • Paris en el siglo XX (1994), Julio Verne.
  • Las olas (1931), Virginia Wolf.
  • Ulises (1922), James Joyce.
  • Sonata de primavera (1895), Ramón de Valle-Inclán.
  • Paz en la guerra (1895), Miguel de Unamuno.
  • Camino de perfección (1902), Pío Baroja.
  • Trilogía La lucha por la vida (1904-1905), Pío Baroja.
  • Bohemia (1897), Azorín.
  • El corazón de las tinieblas (1849), Josep Conrad.
  • Bajo la presa del molino (1902), RudyardKipling.
  • Sin hilos (1902), RudyardKipling.
  • Poeta en Nueva York (1929-1930), Federico García Lorca.
  • La guerra de los mundos (1898), H. G. Wells.
  • HowardsEnd (1910), Forster.
  • El amante de lady Chaterley (1928), D. H. Lawrence.
  • Servidumbre humana (1915), William Somerset Maughan.

 


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