La Providencia ató, por decir así, los
pies de cada hombre al suelo natal con
un imán invencible.
Chateaubriand.
La casa rodando todavía, hirviendo todavía, todavía con el agita agita de las serpientes de la levadura, estriada aún sobre las parrillas tórridas, aun goteando la miel de la muerte, mas ya con presencia a pesar de sus juegos de bolas al infinito, a pesar de sus gavetas que se van de la vista, a pesar de sus tanteos eternos, de los que no presumimos siquiera el porvenir; el Creador con los pies en la masa apercibió hacia el cuarto piso, salvo error probable de milenios, sobre los pentagramas quejumbrosos, donde los hilos del Fuego vibraban como campanas, donde los soles hasta ahí sin mandato se pegaban tal notas muy conocidas, un diamante que le guiñaba el ojo.
Con el pulgar volcánico lo salvó, sorprendido de su aspecto insólito y sin reconocerlo, pero sintiendo que allí había algo para la tierra, lo arrojó sobre el cuaternario, donde increíbles narices en trompeta triscaban y galopaban por el jade apenas coagulado, que se coaguló bajo su mirar.
Duro como el amor atrajó todas las miradas.
He ahí porque el diamante como el imán, llámase adamas.
He ahí porque el primer hombre se llamó Adán.
No fué Eva la que tentó a este falso imbécil. Adan fue el que atrajó a esa falsa mala.
Las malas lenguas pretendían que la nariz del profesor Lidenbrock atraía las limallas de hierro. En realidad, corrige su historiógrafo, solo traía el tabaco, y en gran cantidad, para no mentir.
La nariz es el hombre.
Y cuando haya acabado de hablar vais a ver la punta de la nuestra.
El imán alza enérgicamente los hombros que el alba de un día de invierno le pinta de rojo. Alza los hombros con el aire del que está habituado a todo, con el aire del que conoce la vida, del que sabe que eso se pasará así, que no hay nada que hacer, con el aire del hombre a quien las mujeres vienen, que no va a ellas.
Nosotros iremos, nosotros, los unos hacia los otros. Las acciones naturales se ejercerán entre los imanes y las corrientes. Nuestro juego de imanes conoce todos los imanes del mundo.
No olvidemos que el nombre imán es una de las formas del verbo amar.
El imán trae suerte como las herraduras.
El imán que os traemos es un imán artificial, artificial en el sentido aun de Baudelaire, y vosotros sabéis que los imanes artificiales son más potentes que los naturales.
Hélo aquí en pie, palomar mágico donde los poetas vendrán a habitar.
Imán es un magnetómetro. Imán es un microcosmo del magnetismo terrestre. Imán, como todo ser magnetizado, leerá en el pensamiento del mundo, verá y escuchará más allá de los espacios. A través de los filones activos o inertes, a través de las minas y de las tierras labrantías, a través de los sistemas y de las literaturas, él descubrirá la presencia de los grandes ingenios, despertará a los muertos, atraerá a los vivos.
Se han podido encontrar imanes naturales en Asia Menor o en Macedonia, en Magnesia o en Heraclea. Yo acabo de hallar en la Argentina el imán artificial más poderoso que conozco.
El guiará América Latina a la brújula; Elvira de Alvear tiene el timón con su pequeña mano firme.
Léon-Paul Fargue.
(Traducción por Miguel Angel Asturias)