Miguel Labordeta: “Gratitud”.

Ah, tú, el ensimismado que da vueltas en torno a sí mismo.

Aquel que anda errante por todos los desiertos

y recorre los lugares inhóspitos de este planeta agónico.

El solitario que sólo posee ojos para extender la mirada

y observa el espacio o se cobija al raso que lo encubre

como nocturna ave que busca en la noche su alimento,

olisqueando el rastro de su presa entre las hojas frescas.

Traer a la memoria el recuerdo produce un gran dolor.

No busques, pues; no indagues en la herida sangrante.

Deja ir al pasado allí donde se pierde la línea que señala

al horizonte, susurrando las palabras que curan en un rapto.

No cargues con el peso de tanto dolor enardecido,

déjalo ir, suéltalo como al ave que retienen tus manos.

Quizá puedas llorar ahora. Resulta claro el sosiego.

Descubre tu cerviz al posar tu frente sobre la piedra

donde descansa el azote de tu pensamiento; ah páramo

lunar, región de arena donde el viento peina las dunas.

 

José Antonio Sáez

 


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