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En este momento las diferentes sociedades asentadas sobre la Tierra se hallan, sin duda, inmersas en una sensación compartida de crisis general y global, aunque no en todos los continentes ni áreas culturales y políticas dicha crisis sea  homogénea ni igual de importante. Más allá (o junto a ella) de la tormenta económica, en la parte occidental del Globo al menos, parece existir una falta de rumbo, una incapacidad para encontrar métodos y soluciones prácticas para afrontar las evidentes transformaciones en las que ya estamos inmersos y que no son más que una avanzadilla de las futuras. Querámoslo o no, muchas de estas transformaciones (incluso las económicas, con sus perturbadoras y dolorosas consecuencias) han sido posibles debido a la extensión de las tecnologías aplicadas al manejo de la información.  La información es ya el valor económico esencial y central; es el escenario de lo social, y en cuanto comunicación ha sido siempre el esqueleto de todo acto creativo y cultural, y su organización y transmisión ha sido también siempre el núcleo de los sistemas educativos.

Hoy ya es imposible concebir la información, en cualquiera de estas manifestaciones, sin hablar de los instrumentos tecnológicos que precisamente la han colocado por delante de cualquier otro referente. Por ello, la responsabilidad del sistema educativo a la hora de afrontar esta nueva “Era de la Información” es máxima. Es lógico, por tanto, que los debates en torno al tema, ponencias, libros, artículos, webs, conferencias, documentos diversos abunden. La mayoría de ellos muestran preocupación. Aunque tal preocupación nazca en muchas de estas aportaciones (nunca cuando sus autores son, precisamente, pedagogos) de la percepción de la falta de adecuación de la formación educativa a los mercados de trabajo. Es una preocupación de nuevo economicista por lo general. Por eso, este dossier únicamente pretende aportar algunos análisis y reflexiones desde otra óptica, en concreto, desde la preocupación por la necesaria transformación que deben sufrir los sistemas educativos, si queremos formar individuos y colectivos con capacidad crítica, con criterio propio, con métodos para la adquisición de conocimiento y para ejercer su voluntad de elección y decisión, valores o recursos propios de los seres humanos cultos., utilizando la tecnología como una manera de alcanzar esta construcción personal y colectiva. Aunque, por el momento, y en centrándonos en concreto en el caso español, los únicos cambios que se observan no vayan en absoluto en esta dirección.

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