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Por Fernando Aínsa

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Desde hace una década larga la crítica destaca el auge de la novela negra y gótica en lengua española. En revistas, festivales (Semana Negra de Gijón, Festival del género negro de Valencia…), congresos de escritores, encuentros de especialistas, premios (Hammet) y colecciones de algunas editoriales se han popularizado cuentos, novelas, películas y series de televisión poblados de vampiros, zombis, seres monstruosos, violentos, insolidarios o simplemente “bestias” como aseguran los fundadores del neologismo negrótico, hibridación con la que intentan sintetizar el argumentario y la mutación posmoderna de un género con orígenes centenarios.

aaa-ZOMBIE-APOCALYPSE-SIGN-facebook-1024x682Autores y críticos remontan los orígenes de esta modalidad al siglo XVIII, XIX y principios del XX para recordar una tradición de novela gótica enraizada en los motivos de la poesía y novela del romanticismo: castillos, ruinas, mansiones en decadencia, laberintos, criptas, cementerios, vampiros, zombis, monstruos, fantasmas, héroes tiránicos, maldiciones ancestrales, la imagen del doble, pensamientos pecaminosos y paisajes sombríos, seres de la noche y amores imposibles. Por otra parte, la novela policial. el género detectivesco, la novela negra definida por Raymond Chandler en El simple arte de matar (1950), la ficción con vampiros y sus variantes de travestis y justicieros y de zombis, retomando los mitos del imaginario vudú haitiano y las películas que han popularizado el género a partir de Night of the Living Dead (1968) de George A. Romero, completan un panorama donde la novela bestia de la literatura española actual, recoge la tradición tremendista de la narrativa de la posguerra civil a partir de La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela y algunas novelas de Eduardo Mendoza (La verdad sobre el caso Savolta,1975) y El misterio de la cripta embrujada, 1979).

En la producción literaria de lengua española, la representación gótica del zombi y su inclusión en la novela negra —según los críticos del negrótico— ha cobrado un auge que continúa enriqueciendo la caracterización de la figura controversial del “muerto viviente”, ejemplificada con algunos textos recientes: Los caminantes (2009) y Los caminantes: necrópolis (2010) de Carlos Sisi, Apocalipsis Island (2010) y Apocalipsis Island: orígenes (2012) de J.D, Diario de un zombi (2010) de Sergi Llauger, Quijote Z (2010) y La muerte negra (2011) de Házael G. Gonzalez, Antología Z (con seis volúmenes publicados entre 2010 y 2012, coordinados por diferentes editores), Y pese a todo… (2010) de Juan de Dios Garduño, Naturaleza muerta (2009) de Víctor Conde, Zoombi (2009) de Alberto Bermúdez Ortiz y Sherlock Holmes y los zombis (2012) de Camford de Alberto López Aroca. En España cabe mencionar asimismo a Cristina Fallarás, Alejandro Gallo, Rodolfo Santullo, Daniel Rojo, Mercedes Rosende y Javier Rovira.

Dos novelas —Antiresurrección (2011) de Juan Ramón Biedma y El despertar: una novela zombi (2012) de Elio Quiroga Rodríguez—pertenecen al apogeo contemporáneo de esa literatura zombi negrótica en España. El Despertar es una novela sobre zombis que combina el comentario social, la ironía cruel y el relato de fantasía a lo Swift con el más desmelenado melodrama pulp y gore. La trama de El despertar se teje, como en Me llamo María y Home Delivery, en torno a un personaje principal femenino que debe sortear el peligro de perecer ante la infección zombi en un mundo ya de por sí devastado por la incomprensión, la incomunicación, el consumismo y la manipulación de quienes tienen mayor poder o autoridad.

Se vincula el género negrotico del siglo XXI a la crisis, al desempleo, desahucios que muchas veces conllevan al suicidio, a los actos violentos, las confrontaciones públicas, el todo agravado por la corrupción y el fraude político y financiero de quienes deberían resguardar y velar por la integridad del pueblo.La España del siglo XXI contaminada de corrupción, violencia, desestabilización social y crisis económica, las manifestaciones de los “indignados” justifican —según algunos críticos— este subgénero literario. El aumento de la violencia, la pobreza, la inseguridad, el miedo y la desocupación, entre otros factores, habría dado lugar a esta “explosión negra” que tiene como objetivo escarbar la gravedad socioeconómica, manteniéndola viva en el seno social por medio de la literatura, lo que puede parecer maniqueo y excesivamente causalista, pero que resulta evidente al leer estas obras.

Cristina Fallarás, escritora de ficción española, asegura que “una buena novela negra es el insecto en la cuna del hijo, la rata sobre la sábana de la niña que duerme desnuda, la cerilla aún sin consumir que separa la uña de la carne. Una buena novela negra es aquella que molesta leer. Una buena novela negra describe ese fondo espeso que tú, ciudadano, que cada uno de nosotros compartimos con el sicópata. Una buena novela negra te pone ante las narices esa cuota podrida de ti mismo que enterraste para no darte por enterado de que existe. Pero existe y te la van a sacar”.

La literatura negrótica produce emociones y temor frente a un presente desconocido y un futuro incierto que obliga a huir de la realidad circundante aunque, al mismo tiempo, revela un hecho social histórico-económico y lo conecta, por medio de la ficción, a sentimientos colectivos “reales”. En el negrótico, el caso extremo es el canibalismo que se representa no como una simple metáfora, sino como el paso final hacia el vacío inevitable, a una humanidad que se mueve exclusivamente por inercia y que no se dirige a ningún lado. En definitiva, la antropofagia es el último recurso que queda para sobrevivir, para ser un muerto en vida. Basta pensar en la reciente película Canibal (2013) de Manuel Martín Cuenca.

Dos autores aragoneses, Carlos Manzano y David Rozas, ejemplifican esta modalidad narrativa. El primero en Estrategias de supervivencia (Zaragoza, Certeza, 2013) y el segundo en Desde las entrañas (Editorial seleer, 2012).

Carlos Manzano (Zaragoza, 1965). puede incluirse en el subgénero “bestia” con sus relatos crueles (“La ley del más fuerte”), prepotentes (“Orgullo y justicia”), sádicos (“Sadismo insoportable”), incestuosos (“Padre enamorado que mira a su hija” y “El regreso de la hija pródiga”) y de sugerida pederastia (“Una historia de Japón”). El relato que publicamos, “Auxilio en carretera”, es demostrativo del orgullo consumista y expresión de la falta de solidaridad arrogante que caracteriza a muchos propietarios de automóviles en su comportamiento en la carretera.

Manzano ha publicado las novelas Fósforos en manos de unos niños (Septem Ediciones. 2005), Vivir para nada (Mira Editores, 2007), Sombras de lo cotidiano (Mira Editores, 2008), Lo que fue de nosotros (Ediciones Nuevos Rumbos, 2011) y El silencio resquebrajado (eBooks Literatúrame, 2012). Ha sido finalista del VIII Premio Onuba de Novela con la obra El silencio resquebrajado (2012), del I Premio Letras de Novela Corta con la obra Las fuentes del Nilo (2003) y del X Concurso de relatos cortos Juan Martín Sauras con la obra No declararé en tu contra (2005). Ganador del I Concurso Literario Villa de Benasque para autores aragoneses con la obra El desierto (2004). Coordinador de la revista electrónica de literatura Narrativas

En “La sombra de la niña”, David Rozas Genzor (Zaragoza, 1979) nos hace vivir la desazón del encuentro del protagonista con una niña zombi que lo sigue como una sombra por las calles de Zaragoza. Miembro de NOCTE y ESMATER (asociaciones españolas de escritores de terror) y la Asociación Aragonesa de Escritores, David Rozas es organizador y jurado de las jornadas literarias de Casetas (Zaragoza). Fue articulista, reseñador literario y crítico de cine en páginas web antes de dedicarse a la escritura. En 2012 presenta “Desde las entrañas” (Ed. Seleer), una antología de relatos que le ha valido estar nominado a los Premios Pandemia 2013 en dos categorías. Coordinador y corrector en La Pastilla Roja Ediciones, donde ha participado en los títulos “No eres Bienvenido” y “Bueno, Bonito y… ¡Maldito! No se admiten devoluciones” (2013). En 2014 verán la luz otros proyectos colaborativos, como “El Legado de Christie: Crónicas de Owen”.

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