Miguel Labordeta
Miro tus arrugas construidas, hermano,
como las cunetas apresuradas sobre la barraca de la vida;
y sé que sueñas, hermano,
con las hormigas asmáticas,
con sus procesiones de sal sobre el suelo del desierto.
Sueñas, hermano, con el mercurio líquido de tus dedos,
arrancando todas las hojas, como pétalos al ritmo de la desidia
de este cierzo que ya no limpia. Sueñas, ¿verdad, hermano?
que un órgano hammond de notas herméticas es tu voz,
la de una cinta de cassette grabada una y otra vez,
esa es la resonancia de tu lija chirriante sobre el papel.
Y disparas al poeta, a Valéry, y es la última bala
en sus ojos resecos, tras el pupitre, encarnada,
como el tomate maduro que la piedra derritió entre tus pulgares,
tu voz como un Aragón, como una carretera desolada,
como un refugio para esta España que se fuma la arena
del asbesto tibio que es mi tierra. Sueñas, ¿verdad, hermano?
con el retumbo de los antiguos golpes el velador de tu partida,
y con ellos vienen tantos interrogantes enmaletados
para estas últimas jornadas, hermano,
¿aún sigues soñando conmigo?
El tendero me dio dos remedios:
el primero, el amor de una mujer;
el segundo, tinto de Longares puro. Y me reí,
me reí porque el tiempo se había detenido
en el velo de la córnea y siento
que el espíritu de esta jornada ciega me atraviesa
como un rebaño de cuervos en desbandada,
como el aullido de un vigilante tartamudo que susurró
demasiados pecados al oído de Dios.
Sueñas, hermano mío, con búfalos que construyen coronas
para las piras funerarias de este planeta,
este planeta de sarmientos secos
que no es capaz de satisfacer toda la sed
de sus granos de trigo.
Todos lo hacemos, hermano,
es el sueño, es como la ceniza de la vida
encerrada en los pulmones cuando has huido del incendio,
es como haber nacido en esta tierra nuestra
que se confunde impotente con otras tierras.
De Nada mejor para esta noche (Olifante,2008)
Octavio Gómez Milián