Yo, árbol solitario, crecí con raíces muy débiles, retorcidas y enfermas pero ya me he hecho mayor, he crecido esbelto y de tronco delgado
pero soy más fuerte de lo que parezco. Aunque eso a mí no me vale, la primera impresión que tienen de mí cuando me ven mis compañeros los sauces llorones y los fuertes robles es la de ser un árbol pusilánime, a falta de espíritu, apagado y flojo.

¡Pero no es verdad, no es verdad! Lo cierto es que soy todo lo contrario pero mi verdadera personalidad está tan oculta que yo mismo me olvido de ella, y me creo que soy bobo, ingenuo e infeliz.

Y todo ello se lo debo a mis débiles raíces que no han dejado en mí la huella de mi personalidad. Es tan difusa que nadie la ve, para mi perdición.

¿Y quién vuelve ahora atrás?
¿Quién recupera la fuerza de mis raíces diluidas en las sombras de la discordia y la ceguera de la noche?
¿Cómo encontrar mis trozos quebrados entre la tierra partida en que yo broté?

Ya es demasiado tarde.
Ya no es tiempo de quejas y lamentos.
No pienso rasgar las vestiduras de mis ramas.
Aquí estoy yo, un árbol delicado por fuera pero duro por dentro. Y todo se lo debo a mis débiles raíces que me han regalado el don del carisma, porque ser débil y fuerte a la vez resulta carismático, intrigante y atractivo.

¿Entonces de qué me quejo? De nada.
No tengo raíces a las que llorar pues pronto me abandonaron. He crecido sólo pero aquí sigo, mirando al mundo desde mi fortaleza escondida, desde mi debilidad palpitante.
Me acepto como soy. Un árbol del mundo y en el mundo a pesar de sus escasas raíces. ¡Qué bonito es el sonido del silencio! ¡Cuán a gusto me siento en él! Yo, pertenezco al mundo de la tierra dormida, desde allí las ramas arrogantes y altivas no pueden exigirme que demuestre mi valía, mi encanto de árbol inquebrantable, allí las gotas de las nubes me hidratan no me pudren, los truenos de los Dioses me fortalecen no me quiebran, las entrañas de la tierra dormida me acompañan y alimentan, no me corroen y es que, fui bendecido en mi propia fragilidad.  Por eso, tanto me odian los habitantes de la tierra despierta pero no me importa, prefiero su desprecio ignorante a su idolatría bobalicona desde la tierra despierta. Aquí, en la tierra dormida me respetan y prefiero el respeto a la falsa admiración del que se nutre, el absurdo vanidoso.

Me gusta escuchar el silencio de la tierra dormida.
¡Es tan interesante! Sus habitantes hablan de sus promesas incumplidas, de sueños frustrados, de metas que se convirtieron en inalcanzables y, sin embargo, qué poco importa ya…
Desde el silencio de la tierra dormida todo se vive de otro modo, el fracaso se convierte en éxito, el sueño roto se transforma en un juego inocente y divertido y la promesa incumplida en un perdón y un te quiero lanzado al viento.
¿Lo podéis escuchar?

¿No? Si no lo oís, algún día lo haréis. Es un silencio que late fuerte, conciso, sin subterfugios ni trapicheos, habla claro y alto, no te engaña ni te embauca. Sus pausas son como las hojas de otoño, doradas y marchitas a un mismo tiempo, a través de ellas puedes respirar, oxigenar los sentidos y así comenzar de nuevo.
En la tierra dormida, la niebla tan sólo es una frontera imaginaria, una ilusión óptica que se desvanece cuando el silencio suspira.

¡Oh, silencio, maravilloso eres, tu eco nos salvará del bullicio de la tierra despierta!

Nos despertará a un nuevo amanecer cuajado de deseos limpios y fragantes como cerezos en flor. El espejo rosa de mi caminar esperará centurias, milenios pero sé que llegaré, mi esperanza no quebrantará la andadura de los sauces llorones y los fuertes robles porque mi esperanza es sana y no tratará de dar sombra a majestuosos árboles, la esperanza será mía y me mantendrá vivo y fresco y me llevará a conocer la tierra prometida y el corazón eterno que nunca deja de latir al son de ilusiones y esperanzas inextinguibles. Mi espera está húmeda y tranquila como las aguas de un lago en calma.

¿Quién me quiere acompañar a la tierra dormida? ¡No temáis! Se trata de una vasta extensión que acoge a cualquiera que quiera penetrar en sus dominios, tan sólo hay que ser valientes, sí, valientes y estar preparados para escuchar la melodía del silencio, sus notas jamás se desvanecen, soliviantan corazones, perforan tímpanos tapiados y despiertan gargantas enmudecidas por las telarañas del tiempo desvelando secretos callados.

Os estaré aguardando pero si titubeáis, si pensáis demasiado no me encontraréis. Yo, me muero por descansar en paz.

Fin


GRACIAS POR ACEPTAR nuestras cookies, son simplemente para las estadísticas de visitas en Google.

Ver política de cookies
 
ACEPTAR

Aviso de cookies
Ir al contenido