Ella me leía versos de Cernuda.

En las pausas de su voz llegaban disparos deslumbrantes sobre mi cuerpo y mi corazón y yo no entendía esos bellos poemas. Solo la escuchaba derramándose sobre mí como un día entero de lluvia.

Creo que me subió la fiebre por escuchar su voz de esa manera. Tuve que dormir con ella, en su cama, mientras tiritaba de frío a pesar de los cuarenta grados de temperatura y ella, pobre, asustada, ponía sobre mi cabeza paños húmedos y fríos que se secaban con gran rapidez.

Toda la noche me veló.

Tiritaba y le decía que era normal en mí, que siempre la calentura era de esa manera, como si me cayera una tormenta encima…Bueno, eso creo que le dije, porque, la verdad, quién recuerda algo de lo que habla cuando está enfebrecido a cuarenta grados.

Me acariciaba las manos, ponía sus labios en mi frente, yo me dejaba cuidar por su quehacer de amante preocupada, era de nuevo un ángel que llegaba a mi lado entre los velos de mis sueños.

Nunca le confesé que la culpa fue suya, suya y su forma de recitar aquellos versos de Cernuda.

 

 

Fernando Sarría
Poema del libro Caídas dedicado a Luisa Miñana
Editorial Lastura 2019


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