A Miguel Labordeta, desde una relectura (casi) imposible de «El poeta invoca en su sacrificio» y con un agenciamiento del poema «Vocación de protesta».
«Canto la tumba de mis botas con polvo de suicidio»
I
¿hacía dónde caminabas, Miguel?
en los días atropellados fatiga y hambre
los grises de la mente acerando bruna
la cotidianidad sin ella y sin casi espacio
donde sembrar las negras semillas
de tu indócil escritura ¿qué hambre
y qué fatiga de españolidades rotas
—el suicidado por la sociedad, oímos
cada tanto, uno de su generación cae
o mejor dicho, se precipita al abismo
de la ranciocatolicidad y los fachorros,
pero tú, Miguel, ateo de amor sublimado
y corazón en pie de insurrección hervías
como té de monte en gélida madrugada
II
«Canto mi invasión, mi desheredad»
por donde viene al salir el sol —cantando
la maleza de un infortunio triple cubre
hasta las cejas el bosque de la rabia
duelen inasibles, la patria y la amada
amordazados en la ignorancia gimen
los transeúntes y las identificaciones,
los parias, los ilustres, la censura, nada
queda donde saciarse, donde hervir
el té de romero y suavizar cicatrices
«Dime. Háblame. Contéstame rotundo»
leo en mis huesos por tu ojo bramido
¿cómo aguantasteis tanto y tanto más,
la gris profundidad, la oscura mancha
—años de dictadura asco, odio y ceniza?
*verso del poema «El poeta invoca en su sacrificio»
Viktor Gómez, Paterna, a 3 de octubre de 2021