«Como mis personajes, antepongo mi libertad a cualquier otra cosa»

Pilar Aguaron Revista Iman

Fotografía: Luis Simón Aranda

 

Conocí a Pilar Aguarón Ezpeleta (Zaragoza, 1955) en un “Oleaje” y sentí que era una ola, hermosa y poderosa, perdida en el océano de la cultura, tan independiente y solitaria como yo. No en vano, ambas crecimos en Tudela, tierra ribereña y fronteriza entre Navarra y Aragón, que se mira en aguas del Ebro que quieren ser mar, que aspiran a ser algo más; una tierra que imprime carácter, unas veces árido, otras dulce, otras melancólico, pero siempre, siempre, apasionado, aunque haya que leer sus obras o contemplar sus cuadros para constatarlo.

Escritora, pintora y promotora cultural, ha realizado más de ochenta exposiciones. Ha publicado siete libros de relatos, cuatro novelas, un audiolibro, otros cinco libros con el grupo 3d3, ha participado en una veintena antologías, además de colaborar con diversas revistas literarias. Ha ilustrado libros y revistas. En 2016 fue galardonada con el premio IMÁN por el que se reconocía su trayectoria profesional y el apoyo y defensa de la Asociación Aragonesa de Escritores (AAE). En la actualidad es su secretaria general.

Pilar Aguarón no es una mujer muy expresiva en sus gestos y ademanes, podría decirse que hasta tiene un aire melancólico, quizá por las grandes pérdidas, y a destiempo, que ha habido en su vida. Pero sobresale su fuerte personalidad, la de una mujer decidida que se ha hecho a sí misma, que no le debe nada a nadie, y que ha apostado por el mundo de la creación para sobrevivir y para ser feliz. Como decía su admirado Gabriel García Márquez: “La creación es lo único que nos salva”.

 

—¿La felicidad es estéril? ¿La tristeza puede ser el primer paso hacia la felicidad?

—La tristeza es creadora y motivadora. La felicidad, en cambio, es candorosa, lo perdona y lo justifica todo. Cuando eres feliz, solo te apetece disfrutar de esa dicha y no quieres nada más.

 

A pesar de su carácter sobrio, su obra está plagada de emociones. Las pinta a través de miradas y paisajes, y también las expresa con palabras, bien sea en novelas o relatos cortos. Tiene una mirada literaria y pictórica muy interesante. Leer un libro de Pilar Aguaron o contemplar uno de sus cuadros es tener la certeza de que es una mujer feliz en su soledad, que la creación le hace feliz, porque es su medio de expresión más potente y en el que se muestra más cercana y humana. En sus obras se halla la verdadera Pilar Aguarón, la mujer que conquista el corazón del lector o del espectador, la que no deja indiferente a nadie.

 

«Cuando quiero expresar mi yo más íntimo, mi mundo interior más calmado y reflexivo, acudo a la literatura»

 

—¿Qué sientes cuando pintas y qué cuando escribes? ¿O cuándo necesitas una forma de expresión y cuándo la otra?

—Tengo la necesidad íntima de expresar ese mundo interior y privado, que solo a mí me pertenece. La pintura me sirve como forma de expresión más radical, más expresionista, más hacia el exterior. Pero cuando quiero expresar mi yo más íntimo, mi mundo interior más calmado y reflexivo, acudo a la literatura.

 

—Primero anidó en ti la pintura…

—Desde los 22 años me he dedicado a pintar emociones a través de miradas y paisajes sin sombra y sin gente. Para mí pintar no es un divertimento, me desgarro en cada pincelada. Reconozco que esos rostros femeninos que nos miran desde el lienzo no están hechos para complacer, no son meras obras decorativas. Son miradas que unas veces intimidan y otras sobrecogen, pero yo no quiero pintar de otra manera.

             

­Su obra pictórica está plagada de miradas y de sus inolvidables paisajes, yermos y desnudos. Como escribía su gran amigo, y recordado, Fernando Aínsa, fallecido hace dos años, “paisajes donde descubrir lo infinito en lo finito. No hay presencia humana, no se percibe la silueta de un pueblo lejano, apenas hay algunos árboles que pueden adivinarse en lontananza creciendo en un punto húmero, no hay espacio amenazado que pudiera justificar una reivindicación ecologista, sólo páramo de matorrales y hierbas de secano…No lo sentimos, pero sabemos que un viento barre esa naturaleza abierta, sin resguardo”.

 

—Pero llegaste a la conclusión de que “La aventura de pintar y de exponer está muy mitificada. No siempre compensa el esfuerzo y la energía que se utiliza”…

—Preparar una exposición es, desde luego, mucho más duro que escribir un libro. Empezando por lo material, los buenos bastidores, los buenos óleos son muy caros, hay que hacer un gran esfuerzo económico para pintar veinte cuadros grandes. Después, la pereza que da el transporte, el montaje y el precio que las galerías privadas cobran, al fin y al cabo son un negocio como otro cualquiera y  después nos encontramos con los intereses creados entre estas  galerías y las instituciones públicas. Todo un disparate, de verdad.

 

—Creación (buena) y mercado no siempre van de la mano…

—Lo he comentado antes, los mecenas ya no existen. Ahora tanto el arte plástico como la edición es un puro negocio, manejado por galeristas y agentes literarios. Hay un submundo espurio del que es mejor no hablar.

 

—Para que una buena obra se publique en una gran editorial, para que una buena obra se exponga en una gran galería, ¿qué circunstancias se tienen que dar?

—Yo no sé el camino, he fracasado en el intento; pero no me cabe la menor duda de que si tuvieses un buen agente en los dos campos, pintura y literatura, sería una autora más reconocida a nivel nacional.

 

—Llegaste tarde a la literatura, más bien a escribir y a publicar, hace poco más de una década, ¿por qué? ¿Te absorbió antes tanto la pintura?

—Bueno, el tiempo vuela, hace ya 15 años que escribo. La pintura no fue el impedimento. Es, posiblemente, que no había llegado el momento, mis ganas de escribir empezaron poco a poco, pero ahora es mi gran pasión, como decía el gran Fernando Aínsa… Aprendizajes tardíos.

 

«Tanto en la pintura, como en la literatura, lo importante es dejar tu sello»

 

Tardó en llegar pero cuando lo hizo irrumpió con fuerza en el mundo literario,  publicando desde entonces cerca de una veintena de obras, contando las colectivas, que, quizá, como ella expresa, se merecen mejores ropajes para presentarse al mundo.

Muy pronto asomó su personalísima prosa, sus potentes personajes y sus sorprendentes historias, que se mueven entre lo cotidiano y lo surrealista. Como muchas de las mujeres y hombres de su generación, sus personajes son seres solitarios y desarraigados, que lo han perdido todo menos la dignidad y que su objetivo es sobrevivir para poder comenzar de nuevo, porque consideran que merecen una vida mejor.

Escribe con tanta fuerza que hasta han acuñado para ella un estilo, el “aguaroniano”. El escritor José Antonio Prades, inventor de este término, lo describe así: “Este estilo se define por la síntesis argumental, el lenguaje austero y contundente, los personajes sencillos frente a episodios complicados. El manejo del tiempo, por el que nos traslada con ritmo vertiginoso en unos momentos y pausado en otros. La ambientación histórica en el siglo XX, con especial atención a los años de la dictadura franquista. El uso de la voz en primera persona de varios narradores. La inclusión de objetos que se convierten en personajes. La referencia a acontecimientos relevantes para fijar la fecha de ocurrencia de cierto hito del argumento .La llamada a temas musicales o películas para ambientar el entorno del relato”.

Lo cierto es que desde “La casa de los arquillos” a “Historias de tres mujeres con sombrero rojo”, Pilar Aguarón Ezpeleta se expresa mediante un estilo muy definido y reconocible. “A modo de la mejor tradición de las escritoras Carmen Laforet, Ana María Matute (Los Abel), Carmen María Gaite (Entre visillos) es cronista de su tiempo y eficaz narradora de los sentimientos de una época, los años de la posguerra, que siguen siendo capaces de conmovernos como si todavía viviéramos en ellos”, escribió también de ella con gran acierto Fernando Aínsa.

 

«¿El sello aguaroniano en mi obra? Sobre todo, la ironía mezclada con un mundo interior duro»

 

—¿Qué piensas cuando oyes que tienes un estilo “aguaroniano”, o que esta obra es muy “aguaroniana”?

—¡Me encanta! Todo empezó como una broma de café, de complicidad entre mi amigo José Antonio Prades y yo, pero cuando lo dicen es  para mí un gran elogio. Tanto en la pintura como en la literatura lo importante es dejar tu sello,

 

—Un estilo muy definido a la hora de escribir, pero ¿qué temas te interesan? O más bien, ¿qué personajes?, porque tu narrativa está plagada de personajes inolvidables, con mucha fuerza

—Me gusta escribir sobre mujeres fuertes, que no se amilanan ante las dificultades, que no suplican, que no se doblegan, ellas son dueñas de su destino, aunque las lleve al sufrimiento, pero la libertad  lo compensa todo.

 

Son personajes inolvidables, porque quizá, como expresa la escritora Anabel Consejo: “la forma de escribir de cada autor refleja su forma de ser, supongo que esto se podría aplicar en multitud de casos, pero en el caso de Pilar se ajusta completamente. Ella es una mujer decidida, que se acerca a las vicisitudes de la vida sin paños calientes, resolutiva y espeta sus opiniones con sentencias prácticas y realistas, tanto que parecen deterministas e incluso pesimistas. Sus historias están plagadas de frases rotundas, frías, tan sinceras que laceran, tan aseverativas que parecen vaticinios en boca de adivina.

 

—Además son personajes en un contexto muy determinado…

 —Me fascinan las mujeres de una época concreta, las que vivieron la Guerra Civil, la posguerra y hasta los años 60. No las valoraban. Parecía que su única misión era la de procrear y mantener el hogar caliente. Y, sin embargo, eran la fuerza viva de esa España maltrecha, las que levantaban y sustentaban los hogares, las grandes sacrificadas y olvidadas.

 

—Toda esa carga emocional que tienen tus personajes, de tristes pasados, presentes difíciles e inciertos futuros, no llega a angustiar al lector, porque el humor, su fino humor, le salva de caer en el desánimo…

 —Eso salva al lector y me salva a mí.

 

«”Historias de tres mujeres con sombrero rojo” marca un antes y un después en mi vida literaria»

 

—Hablemos de algunas de tus obras, ¿qué han supuesto para ti y qué han aportado a tu narrativa? “Hueles a sándalo”(Certeza, 2010).

  —Fue mi primera novela, ahora muy superada. Le tengo cariño, pero prefiero guardarla en un cajón

 

  —“La nunca contada historia de Juan Irineo y otros cuentos”(La Fragua del Trovador, 2011).

 —Aquí empecé a marcar mi impronta, una colección de relatos que ya empezaban a tener el sello aguaroniano: ironía mezclada con un mundo interior duro.

 

—“La Casa de los arquillos”(La Fragua del Trovador, 2013).

—Oh,  es la joya de la corona, una novela singular. Son una serie de relatos independientes, pero que forman una novela, una narración histórica que abarca cien años, desde 1913 al 2013. Es una pena que no haber podido llegar a un mayor público.  ¡Ojalá que la vida le diera una segunda oportunidad!

             

 —“Las verdaderas historias de amor son pasajeras” (La Fragua del Trovador, 2015).

—En este libro empezó mi colaboración entre mis dos habilidades. Esta obra contiene 47 ilustraciones que dan fuerza a la narración. No quiero pecar de vanidosa, pero contiene magníficos relatos y muy buenas ilustraciones.

 

—“La vida que vendrá” (La Fragua del Trovador, 2017).

—Es, sinceramente, una gran novela, que trata todos los temas que me conmueven y que he vivido de cerca, como el franquismo, la transición. Y vuelvo a insistir en las mujeres fuertes que se empoderan ante la vida.

 

—“Not a evenWord / Ni siquiera una palabra” (La Fragua del Trovador, 2019).

 —Un capricho. Es un libro bilingüe. Relatos publicados con anterioridad, traducidos al inglés a petición de un profesor de español en Londres. Perfecto para aprender el idioma. 

 

 — “El hombre de camisa blanca y pies descalzos” (La Fragua del Trovador, 2020)

 —Bueno, es mi niño chico, casi recién nacido. En esta novela vuelvo a mezclar mis dos pasiones, hago protagonista a un pintor, un hombre bondadoso, dentro de un matriarcado castrador, pero,  sobre todo, es un canto a las segundas oportunidades, a la derrota del rencor que no conduce más que a la infelicidad.

             

 —“Historias de tres mujeres con sombrero rojo” (Huerga & Fierro, 2020)

—Pues creo que este libro marca un antes y un después en mi vida literaria, sin abandonar mi estilo ni mi forma de narrar, al colaborar con dos mujeres tan poderosas como sois Marta Navarro y tú. Además, una editorial nacional, Huerga y Fierro, se interesó por nuestra obra, un gran paso. Este libro me ha servido para crecer, para acercarme a nuevos escritores y para volver a gritar que ¡las chicas son guerreras!

 

 «Vivimos en una sociedad pueril, frívola y superficial, que lo abarca todo, y desde luego el arte y la literatura»

 

Sí, las chicas somos guerreras y apasionadas. Hemos conquistado nuestra independencia y nuestra libertad. Y, además, tenemos un sombrero rojo, ese que nos unió aún más, hace ahora un año. Un sombrero, símbolo de la ilusión y de la pasión, en el que hemos metido todos nuestros sueños y los de una generación. Esos sueños que, si luchas por ellos, se cumplen.

 

—¿Las mujeres lo han tenido particularmente difícil en esto de la creación. ¿Van cambiando las cosas, o sigue existiendo la tiranía del sexo y de la edad?

—Del sexo ya no, de la edad desde luego. Vivimos en una sociedad pueril, frívola y superficial, que lo abarca todo, desde la política, al periodismo, y desde luego el arte y la literatura.

 

—¿Si teconcedieran el deseo de haber escrito y firmado un libro célebre, para ti redondo, cuál sería?

Desde luego “Cien años de soledad”, pero mira lo que digo, hoy García Márquez hubiera tenido problemas para editarlo, porque como ya hemos dicho, ahora impera lo fácil, lo vano, lo superficial.

 

«La AAE es una de las que más socios tiene de España, pero necesitamos un relevo generacional»

 

—Mujer comprometida con la cultura y con su tiempo a través de diversas asociaciones, eres, no obstante, una mujer muy independiente, ajena a corrientes, modas y camarillas.

—Soy una hormiguita, como cantaba La Bullonera, solo una más para arrimar el hombro al tajo. Sin embargo, como mis personajes, antepongo mi libertad a cualquier otra cosa, y, desde luego, acepto el precio que tengo que pagar por mi independencia, aunque me perjudique.

 

—Premio Imán por tu compromiso con la AAE y con los escritores, que no es poco, porque quizá, al ser la escritura un acto tan solitario, ¿no te parece que los escritores somos los creadores más solitarios y menos dependientes los unos de los otros, los menos corporativistas?

—No puedo generalizar, yo hablo solo en primera persona y sí, soy solitaria e independiente, para mí es algo inevitable, lo llevo en los genes y disfruto de ello. Por nada del mundo quisiera cambiar. Eso no impide que, desde hace nueve años esté en la Junta Directiva de la AAE, actualmente en la Secretaría General, dedicada a que los escritores aragoneses tengan una Asociación en la que reivindicarse, reafirmarse, darse a conocer y que les ayude a mejorar como creadores.

 

—¿Por qué camino tiene que ir esta Asociación?¿Cuál es el gran reto de la AAE para los cuatro próximos años?

—Es casi un milagro que llevemos 17 años de vida y la ganas de asociarse no flojeen. En este momento somos 230 socios, una de las más numerosas de entre las diversas asociaciones de escritores que hay en España. Pero necesitamos imperiosamente un relevo generacional, por ahora va demasiado despacio.  En datos estadísticos el 39% de los asociados son mujeres y solo el 5% de nuestros asociados tiene menos de 35 años.

 

 «Estoy en mi mejor momento, con más fuerza creadora que cuando empecé, fiel a mi estilo y llena de ideas»

 

—¿En qué momento te encuentras ahora, personal y creativo?

 —Estoy en mi mejor momento, con más fuerza creadora que cuando empecé, siendo fiel a mi estilo propio y llena de ideas. Respecto a lo personal, en un gran cambio y dispuesta a disfrutar de mis nuevas circunstancias, pese a quien pese.

 

Ana Rioja Jiménez


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