Homenaje a Miguel Labordeta: poema Espejo
¿Quién eres tú? Dime:
¿Sigues aferrada a una toga de palabras,
a la red de papeles que amortigua tus tardes?
¿Aún no bordeas la luz
donde el último hombre vuelve a ser el primero?
¿Hacia dónde guiaste la osadía tenaz,
ya has cruzado el desierto de tus mil calaveras?
¿Sigues al amparo de tu celda invisible
o huyes de ti misma en ciego bumerán?
¿Adónde van tus muertos,
si acechas incansable la lluvia que los guía?
No había encrucijada en tu viejo camino,
hoy nieva en la maraña de caudales y sendas
que empaña tus pupilas. Saber es no saber.
La piel del ciervo azul ya pende de un armario,
las botas de caza han perdido su lustre.
¿Y quién eres ahora? Dime, tú:
¿La Unidad te atraviesa con fractales de vida?
¿Cambiaste el brillo fatuo de trompetas-jazmines
por un cendal de agua que desnude tu alma?
¿No ves el resplandor? ¿No has entendido nada?
¿Por qué sigues parada y no exploras vidente
los jardines secretos?
¿Acaso te extravía la luz de otro espejismo?
Detente. Estate quieta. Calla. Sé silencio,
y aguarda en la penumbra.
La cámara del fondo te espera solo a ti,
monolito de piedra que oculta una verdad,
una grieta sin sombra que es brecha de ti misma,
una rendija oculta y entramos confusos,
mas luego vemos nada. Castigo es la ceguera
para este polvo humano asido a un rostro siempre,
la inercia de ser yo.
Eres la nada antigua, serás tierra otra vez.
Eres un pez muy lento con ojos de ceniza
y sueñas la ribera que no has de transitar,
pero una flota en llamas arrasó el sinsentido.
Eres cauce y el agua y la piedra del río,
eres todo del todo que no has de abandonar.
¿No tienes la respuesta? ¿Cuál era la pregunta?
De la nada hasta el nadie en tu único viaje.
Idoia Arbillaga