He Zhong

He Zhong Dossier 7 Revista Imán 23He Zhong, conocido también bajo los nombres Keli Saerding Nuofu y Qiongna Norbu Wangden, nació cerca de Huangcheng, al pie del monte Yulian en la provincia de Gansu. Es hijo de madre tibetana de la región de Amdo y padre de la etnia Yugu. Domina varios idiomas y dialectos como chino, tibetano, yugu, amdo, mongol, etc., pero en su creación literaria usa sobre todo el chino. Empezó a escribir poesía desde una edad temprana. En los años 80 fue uno de los pioneros de la literatura tibetana junto con el novelista Ma Yuan. Hasta la fecha ha publicado numerosos poemarios, entre los cuales destacan Entre los montes, El librodel Tíbet, Hablemos de ti, hablemos de mí, entre otros. Ha incursionado también en la novela, la fotografía, el diseño, la cinematografía, etc. Ha sido editor de las revistas ilustradas Turismo en Tíbet y Tradiciones tibetanas. Actualmente vive en Lhasa, la capital de la Región autónoma del Tíbet.

 

 

 

 

 

 

 

Suave voz en el cuarto que tiempo atrás dejé vacío

Como un par de pies olvidados, como la luz abandonada por los ojos,
como el gato en el techo de la infancia, como la calma en la resistencia:
mis palabras filosas son el duelo prolongado de mil noches

El grito no es la única gota de sangre fraternal, el porvenir es ráfaga
de esplendor y riesgo que apuñala el camino; ¡cómo enfrentar a la gente
y las costumbres arraigadas! Ante la puerta del ocaso, sigue el drama
de los amantes fugitivos… Mi despreciable talento literario responde:

¿acaso han muerto los fenómenos provisionales, el camino alternativo
para los niños? ¿El coágulo en la contestación o la historia en el vello
pudieron activar aquel espacio? En el cuarto que dejé vacío tiempo atrás

resuena una suave voz. El cielo al alba es un drogadicto tras la inyección
—su cara llena de ufanos alcatraces— que apresa a un trópico verdinegro
Los días de las agujas plateadas son líquido rugiente en cada copo de nieve,
se vuelven paisaje y lluvia internos que enriquecen mi vida tan ordinaria

Ay, la vejez, el objetivo de la sustracción y del saqueo; el séptimo enano
baila vestido todo de rojo; el follaje rebosa de apariciones candentes,
en las lágrimas, una mujer convulsionada: los escalones rezuman un río,

y tú te escurres a borbollones…
Antiguos cantos y mariposas adornan mi tumba, flores silvestres
desenvainan sus dientes —gélidos, impacientes, propios de la literatura
apócrifa, de los trípodes de bronce y los almiares quemados—
De los petardos brota un año nuevo, el foso del castillo inunda el alma
El rey solitario, enloquecido delira en medio del polen de los bichos

2000

En la profundidad más insondable de la noche

En la profundidad más insondable de la noche
un viejo soltero acaricia sin parar su propio torso
hasta que los cinco dedos se impregnen de una oscuridad cortante
hasta que la interminable soledad desprenda del hueso
la poca carne que ha quedado
En la profundidad más insondable de la noche
el brillo cegador del esqueleto llena el mundo de una frialdad insólita

2000

La magna curva del río Yarlung Tsangpo

El río Yarlung Tsangpo corre junto al Techo del Mundo
entra en el gran cañón donde Medog —el condado con nombre de flor—,
con un súbito giro de 180 grados, dibuja una herradura y se lanza
hacia abajo, en la India con mujeres de hermosa redondez por doquier
Aquella curva voluptuosa nos desvía hacia un montón de atrevidas fantasías

2013

Las deidades se están desvaneciendo

Todas las temporadas que observé ya están obsoletas
Las mujeres bellas por fin soltaron hilos y agujas
y emprendieron el gran camino que lleva al oeste
¡Qué triste! Solo puedo brincar el río y entrar al bosque
para seguir el rastro de la bandada que huyó volando

Me confunde la sombra oscura y densa
que traspasó la puerta de piedra
El canto inició un sacrificio heroico
Los varones que salieron juntos de viaje,
regresaron a la vieja cabaña
Al ver los restos de fruta sobre la mesa de madera
se miraron entre sí en profundo silencio

Las deidades se están desvaneciendo; me quedo
otra vez al margen del gentío que huye de las calamidades
¡Oh, antiguo muro citadino, tu semblante trágico
es idéntico a mi poesía atormentada,
y los pies que avanzan implacables son el eco de una campana
que adviene día tras día! Sin más remedio, inclino la cabeza
para mirar las hojas uniformes; con una velocidad inusitada
los rayos de finales de otoño justo ahora
atraviesan mis libros, mi copa de vino y mi garganta

18 de febrero de 2019

 


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