Indigentes II
Helados los huesos por el frío
buscas lecho, indigente
y entre escalofríos encuentras
tosco asilo en un cajero
celador de caudales ajenos.
Luces de neón por estrellas
y por techo, un ojo vigilante
que ha de grabar tu noche:
la danza trémula del hambre
entre lágrimas de angustia.
Rancia soledad carcomida
por el paso torvo de un tránsito hostil:
solo eres un desheredado del mundo
que busca cobijo de la cruel intemperie.
Viaja el hambre en patera
tras un mendrugo de pan
y la esperanza ingrávida
que, dicen,
habita más allá del mar.
Llanto de sudor y sangre
lágrimas que duelen,
mordisco de la miseria,
lágrimas que bracean
entre manos morenas
tras fervientes utopías.
Tramas que pocos delatan
condenan a la endeble balsa
pasajera hacia la nada
en un océano plagado
de promesas opacas.
Mas la penuria no caduca
ni el eterno leviatán
ha de abandonar su presa.
Y en tanto el mar se cuela
entre las tablas dislocadas
ellos claman ateridos:
¡justicia y libertad!
¡justicia y libertad!…
El grito pronto deviene murmullo.
Y después…
Silencio.
Tiempo fugitivo
Huerga&Fierro, 2020