Autor: José Antonio Conde.

Nace Rosendo Tello en Letux (Zaragoza), un 19 de enero de 1931. Un mes, como el escribe en sus memorias, donde se gesta el trabajo lento de la vegetación en las profundidades del sueño de la tierra. Toda una señal de su hondura poética y su relación posterior con la naturaleza, en su vida y en su escritura. Y es en la infancia y su contacto con la naturaleza lo que dará forma a la imaginación y a la sensibilidad del poeta.

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Dos son las vocaciones de Rosendo Tello en su vida, la docencia y la poesía. Y profesionalmente se ha dedicado a la docencia hasta su jubilación. Es catedrático de Lengua y Literatura Españolas. Y doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Zaragoza, con una tesis sobre la poesía de Juan Gil-Albert.

Su numerosa obra poética queda recogida en el volumen El vigilante y su fábula, publicado por Prames en el año 2005, donde se incluyen 14 títulos. Con posterioridad ha publicado el primer volumen de sus memorias: Naturaleza y poesía, 2008; y los poemarios: El regreso a la fuente, 2011, Magia en la montaña, 2013 y Revelaciones del silencio, 2015.

Ha obtenido diversos premios, entre ellos: el premio San Jorge de poesía en 1969 y el premio de las Letras Aragonesas en el 2005. Ha sido cofundador de la revista literaria Albaida junto a Ana María Navales.

Es muy difícil hablar de Rosendo Tello, añadir algo nuevo, después de que grandes especialistas, críticos y escritores nos hayan dado pistas, apreciaciones, y juicios sobre toda su obra.tello-rosendo-con-horus

Voces autorizadas como José Carlos Mainer, Antonio Pérez Lasheras, Ángel Guinda, Juan Marqués, Javier Barreiro, Emilio Quintanilla, Fernando Aínsa, Antón Castro, Juan Dominguez Lasierra, Blecua, Luis Felipe Alegre, Manuel Martínez Forega etc. nos han acercado con un criterio objetivo la obra de Rosendo a los lectores.

Acaso, quiero quedarme con una perla que Salvador Espriu, le escribió a Rosendo en una carta de 1969, donde lo califica de alto y raro poeta, con un léxico muy puro, cuidado y hermoso.

Uno de los aspectos fundamentales de la obra de Rosendo Tello es la naturaleza y la imaginación, como el propio autor ha dicho en alguna ocasión sobre el corpus de su obra; Se trata de una aventura personal que busca, mediante la interpretación del mundo exterior, su propia interpretación lírica y, al mismo tiempo, la búsqueda del elemento imaginativo de la tierra. Un intento de plasmar lo épico para que resplandezca lo lírico, por un camino de historia, arte y literatura.

El lenguaje en la obra de Rosendo es riquísimo, expresiones llenas de virtud poética, invocaciones dirigidas al ser, elementos figurativos que guardan paralelismos con un sistema de conceptos y realidades.

Un rasgo distintivo del lenguaje de Rosendo Tello, es el uso eficaz del adjetivo, utilizando posibilidades descriptivas y de caracterización. Refuerza el ritmo del poema con paralelismos sinonímicos y antitéticos, donde se dan correspondencias de sensación. Y como complemento predicativo, modifica al verbo y sirve para condensar las actitudes del texto. Es un rasgo de perfección cuando entra en el terreno designado por él.

Nada falta en la obra de Rosendo Tello. Hay poemas que se anudan a la materia imaginaria, y producen un movimiento pensante que moviliza la conciencia y ejerce un influjo poderoso sobre los elementos naturales. Se humanizan algunos elementos, dotándolos de voluntad y cada uno de ellos tiene su propia permanencia y su propia disolución.

Escribe el filósofo G. Bachelard: la imaginación formal necesita la idea de composición y la imaginación material necesita la idea de combinación.

Y Rosendo cumple con creces esta premisa, el agua, la nieve, la niebla, el viento, el sol, el rayo… son elementos que favorecen la redoma de la imaginación material y funcionan en los poemas como unidad o como principio binario, son realidades sustanciales, imágenes que reciben su fuerza por la vista y por los componentes que no se ven, y es aquí donde se manifiesta la imaginación material, y los sustantivos seducen los términos más cercanos con un sentido profundo, que es a la vez nutricio e inagotable.

Naturaleza, conciencia y emotividad, son principios vinculantes en la poesía de Rosendo Tello, una poesía que forma un tejido vivo, donde la imagen y la idea es una constante que participa y significa de la experiencia.

La naturaleza es una naturaleza vivida, impregnada de un simbolismo y una espacialidad circular a su propio ser. Con un conocimiento y una exactitud tan evidente que el lector ingresa de lo natural a lo mágico, y esa relación entre los significados hacen de sus versos una experiencia sometida a la conciencia. Rosendo Tello nos da una auténtica lección de rigor poético, y la arquitectura de sus palabras logra convocar esa dignidad humana tan sólida, esa dignidad que las letras, que el humanismo y la historia de la literatura durante siglos reclaman como su lugar, su fin o su verdad.

Hay una rehabilitación de las emociones para el conocimiento, y la sensibilidad de Rosendo Tello es una sensibilidad meditada, que es fruto de una formación y un conocimiento altísimo que impregna los aspectos esenciales de la reflexión poética.

La naturaleza en la poesía de Rosendo Tello es proyectiva, le da forma, la anima. Y las permutas conceptuales, quizás sean consecuencia de una conciencia que trabaja para interpretar el entorno, entonces la mirada del poeta advierte la manera de traducir lo sensitivo en conocimiento, y este es total, unitario en el poema. Y es esta entrega, la que confiere hondura estética y un lugar emotivo para una realidad más amplia.rosendo

Nosotros como lectores participamos de esa realidad, de una naturaleza de siembras, montes, margas, espigas, olmos, higueras, etc. de instrucciones y fulgores habitados, que Rosendo escribe en un nuevo estar en el mundo natural, y que adquiere una armonía y una eclosión plástica del sentimiento, que será decisivo, en el reconocimiento activo de un espacio unitario al que pertenecemos los lectores, al participar de esas imágenes que abren los pliegues más íntimos de la percepción. Rosendo vive la cualidad esencial de la naturaleza, fija la forma y la atribución de la metáfora en un constante soliloquio con el entorno. Aquí, la metáfora es conocimiento, un entendimiento de la naturaleza que no es algo arbitrario, sino que entiende diferentes aspectos de su entorno geográfico, e intuye toda la armonía del universo, y la imagen adquiere un saber a través de la representación simbólica que permite a la inteligencia acceder a los planos del entendimiento estético del mundo. Por eso, creo yo, que la poesía de Rosendo Tello no produce solamente imágenes, su obra produce y desarrolla imaginaciones.

Otra de las virtudes de Rosendo es la música, con un dominio y conocimiento de algunos instrumentos, como el piano, que añaden valor a su obra escrita.

Y en sus memorias escribe: El caso es que, a mis cuatro años, yo rasgueaba la guitarra y aprendí algunas mudanzas. Desde mis cinco años yo ya tocaba la bandurria y el laúd y sabía acompañar a la guitarra y a templar los instrumentos no me ganaba nadie.

Nos confiesa más adelante: Muchas veces he pensado en la estrecha relación existente entre la templanza musical y la templanza poética. Un poema también debe afinarse, atendiendo, no solamente a la línea melódica de cada verso,  sino al entramado estructural del conjunto. Que nada desafine, que los sonidos concierten en sus acordes y octavas, que las notas y sus frases se sometan a un ritmo de sentido y que la línea melódica se balancee en el columpio que le tiende el entramado sonoro de fondo.

Todo debe someterse a ley y gobernarse por un diapasón ideal y un metrónomo obediente a las variaciones del sentimiento.

Por eso, el poeta escribe: El canto favorece la rumia de la palabra, pues al entrar en el campo mágico de la música, se desnuda en sus componentes mínimos, subrayando sus valores. Mediante el ritmo, el compás y los acentos, las palabras adquieren el significado originario, el soplo que les infundió su creador. Ocurre lo mismo con el verso. Si la poesía cuenta o refiere, la palabra se diluye en el cuento o referencia; si la poesía canta o prorrumpe en oración, la palabra gana en intensidad musical y en tonalidad de sentimiento, en color, energía, luminosidad. La palabra pasa de su univocidad conceptual a desplegar toda una gama o abanico de significaciones.

Y es desde la publicación de su primer libro Ese muro secreto ese silencio en la colección Orejudín en 1959, desde ese callar sonoro, cuando el amor abría las ventanas, donde ya se distingue una palabra nueva, una palabra enraizada en la tierra, que se prolonga en el tiempo, una palabra que va unida al ritmo y que forma parte sustancial de su escritura. Es el comienzo, un Orfeo imparable hacia su plenitud. Y el poeta de Letux se convierte en el cantor de Tracia, y nos convoca a un concierto de hogueras, de látigos solares, tambores de ceniza, que nos despiertan de lo cotidiano para volver a ser un alma abastecida. Un estado del alma que no es sólo una metáfora, es un reactivo que sublima el verdadero valor de la palabra poética.

Rosendo Tello pregunta y dialoga con la naturaleza. Sombras y nubes, arenisca dolorida, barro de pan y beso, son elementos que caracterizan una pulsión emotiva, irresistible y sonora, que conmueve y enseña todos los misterios de la realidad, una realidad perceptible por los sentidos y otra inaprensible, espiritual. Códigos naturales que muestran sus estelas, una naturaleza umbilical que nos invita a vivir en ella.

Y así en su libro Fabula del tiempo, publicado en 1969, escribe:

Somos tierra de sueño, cal en llamas,

rizado mar al viento innumerable,

espigas desoladas en los ojos,

nube de ruina que se encana al aire.

Memoria e imagen en un plano fundacional, que tiende a potenciar las relaciones sintagmáticas para alcanzar una función redentora entre la idea y el sentido.

Pero hay un camino hacia una imaginación lírica, un camino que es la entrada en la tierra poética en su pureza. Las estancias del sol, PUZ 1990. Un libro que despertó el asombro entre los lectores y estudiantes, y si parte de la crítica no llegó a comprender los versos de este libro, fue porque los juzgo como un universo de las formas, cuando son además, un universo del movimiento, un viaje poético absoluto en el instante oscuro del resplandor y el canto. Nueve estancias, nueve círculos, una épica de la vida, del arte, del amor, etc. Un poemario de factura bellísima, balanza en que se pesan las edades. Un soliloquio que multiplica espacios de fuga en su interior.

Mitología de las anunciaciones, un pensamiento telúrico que atraviesa el lugar de la palabra, aquí, el poeta parece ser el eslabón entre la naturaleza y los dioses. Y Rosendo conoce muy bien este sendero y la vida metafórica del lenguaje, sabe pesar y medir muy bien la materia del sustantivo, y nombrar el resplandor de la identidad. Una ascensión para sublimar lo candente. Una ascensión ígnea, con una cosmología que nos conduce a una musicalidad que se transforma en sustancia, y la imaginación trabaja entonces para un devenir heroico, poderoso y evolutivo.

Si Zaratustra es quien da ritmo y energía a la andadura en las montañas y en el viento, Rosendo Tello es un signo en el camino, es la divisa más valiosa de un pensamiento en la naturaleza, que ha instruido su voluntad para una exacta correspondencia entre la meditación y los fenómenos naturales, y nos descubre así la intimidad del mundo, y las correspondencias se acentúan verso a verso, y para el sujeto poético todo se convierte en animado, pensante, encuentra matices con un acento sincero y una pasión por expresar que provoca una proyección en su estado interior sobre el temperamento del paisaje

De pronto, un rio que nos anegaba, el rio sordo

de aquel cielo colérico que mordía los pies

con sus dientes de niebla, bajo el velo apagado de

las horas

En estos versos de la primera estancia, ese cielo colérico ya no es el enfado individual del firmamento, es la expresión de todo el malestar atmosférico que participa en toda la unidad del canto.

El último verso de la primera estancia dice así:

Que el pájaro no deje de cantar sobre el tambor del agua.

Un final donde se posa toda la responsabilidad del ritmo, y el poeta necesita los sentidos para aprehender la realidad, que no está sólo en lo visible, sino en lo audible, y que sobrepasa la limitación temporal para alcanzar una armonía con el origen, su voz regresa al silencio, pero su materialidad resiste en su expresión.

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Y a diferencia de otros escritores, que sus imágenes no perduran porque no están adaptadas a la materia que deben acompañar, en este libro de Rosendo Tello, las imágenes son dinámicas, viven su asombro en la luz, y esta luz, ha sido creada para alumbrar ese dios oscuro que muere cuando la diosa nace, con estos versos se termina el libro, un libro que articula una gramática en función de una órbita circular de la existencia, y lo poético es una acción que se perpetua en ese constante fluir del tiempo, se alcanza una armonía perdida, una entrada sucesiva en la cadencia melódica que nos llena de un saber profundo, y las correspondencias internas tienen su origen en la causalidad que cada una de las estancias tienen con el todo.

Una obra, la de Rosendo Tello, al margen del ruido y del murmullo habitual, ajena a las modas y que la historia pondrá en el lugar que se merece.

Y como escribió Martín Heidegger: sólo en la palabra y en el lenguaje las cosas devienen y son para los seres humanos. Somos nuestras palabras.

Y la palabra, la obra poética de Rosendo Tello es una lección de lirismo, unidad vocal de la poesía, animada, uniforme, con un desbordamiento sintáctico e imaginativo inigualables, con una perfecta modulación de las formas y una coherencia simbólica, estandarte del pensamiento, que es necesaria oír, contemplar y leer.

José Antonio Conde. Septiembre 2017.

Autor: José Antonio Conde Lafuente

Sierra de Luna, Zaragoza 1961. Poeta y artista plástico.

Colaborador habitual en distintas revistas de creación literaria tanto de España como de Hispanoamérica. Parte de su obra ha sido traducida al catalán, francés, inglés y portugués. Así mismo ha escrito textos para catálogos de arte y ha colaborado en una decena de distintos proyectos literarios.

Coeditor en la antología “La luz escondida, (Una poética de los ángeles)” Libros del Innombrable (Zaragoza 2010).

Autor de los libros de poesía: La Vigilia del Mármol, Entre Paréntesis, Exilios, La diferencia que cubre la trampa, El ángulo y la llaga, Botánica del sueño,   Discanto, El signo impreciso, Un juego de llaves,  Agnus Hominis, Témpora, Pasos Mínimos.

Además de su trayectoria en el mundo literario, también ha desarrollado su obra dentro de las artes plásticas teniendo en su haber varias exposiciones individuales y colectivas en ciudades como Huesca, Zaragoza, Barcelona, Teruel, Gijón, Madrid, etc.

 

 


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