Juan Manuel Roca
Medellín, 1946. Fue coordinador y director del magazín dominical del diario El Espectador en Bogotá. Ha recibido el Doctorado Honoris Causa en Literatura por la Universidad del Valle y el Doctorado Honoris Causa por la Universidad Nacional de Colombia, así como numerosos premios de poesía, periodismo y cuento. Es autor, entre otros, de los libros de poesía La farmacia del ángel, Las hipotesis de nadie, Biblia de pobres, Temporada de estatuas, Pasaporte del apátrida, No es prudente recibir caballos de madera de parte de un griego y Cartas a Ninguem. Su obra ha sido traducida al sueco, alemán, neerlandés, francés, portugués, italiano y árabe.
En 2017 fue el poeta homenajeado en el Festival Internacional de Poesía en Costa Rica y en 2018 en el Festival Internacional de Poesía de Marruecos, lo mismo que en el Festival Internacional de Poesía de Jönchoping, Suecia, donde se publicó su antología Närh elden talar med vinden (Cuando el fuego conversa con el aire).
LOS ENTIERROS
(Carta desde un país que huye)
Heme aquí,
país como un viejo hampón
cansado de ver muertos,
país
que quisiera morir de viejo
como un padrino de Sicilia
entre un seto de rosas.
Heme aquí
en una bicicleta de cromo
mirando a cada lado
de la carretera
mujeres de ayer
en camino de la iglesia
y muertos que van a la ópera
con sombreros de copa.
Nada memorable tuve,
país de buenos modales
y malas acciones,
ni siquiera un abuelo polizón
escondido en un tosco barril
de kerosene. Nada memorable,
viejo país que es
cadáver y sepulturero
al mismo tiempo.
Yo enterré un árbol
en el patio de la infancia
y la infancia me enterró
la espada de madera
en una casa sin techo.
Pretendí serlo todo:
maizal y espantapájaros,
pájaro y grito,
ladrón de granos
cuyas huellas se pierden en la niebla.
Una noche roja
enterré una herida en el bosque,
era una herida mal cosida
como una muñeca Vudú
comprada en el mercado del olvido.
Viejo país enterrador,
dispensador de suaves venenos.
En horas de insomnio
entendí que hay bares
donde duermen a sus anchas
el arcángel San Gabriel,
el Flautista de Hamelin
o un cantante de blues
a quien le basta una moneda
de traganíquel para habitar
por un rato
nuestro profundo vacío.
Diste órdenes de impulsarme
al abismo, de perseguirme
con palos de escoba y una coral
de perros rabiosos, país
de dioses marrulleros. Te tengo
entre ojos hace mucho,
se cómo escondes la serpiente
en tu bálsamo de falso paraíso.
Hace mucho
no me engañas, hace mucho
que intentas en vano
intimidarme con una legión
de perros desdentados.
RETRATO FAMILIAR
El niño que fui
se asoma a mi espejo
y me saca la lengua.
(A mis primeros 70 años).