untitledTítulo: “La casa de los arquillos
Autora: Pilar Aguarón Ezpeleta
Editorial: La Fragua del Trovador,  en Zaragoza, 2013
Páginas: 126
ISBN: 978-84-15044-39-0

Por José Antonio Prades

 

Un proyecto fallido puede dar un producto inesperado.  Y prueba de este quiebre es “La casa de los arquillos”, que venía para ser novela y se quedó en diez relatos, más o menos cortos, que nos llevan por una montaña rusa de espacio y tiempo.
Los voy a llamar relatos relacionados, que es el nombre que les pongo a aquéllos que, si bien pueden leerse sin necesitar de los otros, podrían armar entre sí una historia entretejida, atisbada, intuida… que se quieren, se buscan y hasta se necesitan para ser más que historias sueltas.
Por otro lado, como comprar un libro es una inversión que generalmente suele marcar precio por el número de páginas, puedo decir que adquiriendo “La casa de los arquillos” usted, además de hacer una gran inversión para su cultura, va a pagar menos por más.  Es decir, al precio de 126 páginas, va a recibir el doble o el triple.  Y ¿sabe por qué? Porque sin remedio va a leer este libro dos, o tres, o cuatro veces.  Ya verá por qué.  Cosas de la magia creadora de Pilar Aguarón.
Esta autora nos había entregado varios libros de relatos y una novela, donde había dejado algunos señuelos para entender su mundo interior. En esta nueva obra, con las mismas constantes de su conocimiento histórico, su acertado diseño de los personajes y el manejo de los espacios geográficos, añade una maestría hasta ahora casi oculta en su obra: el juego con el tiempo. Estas páginas nos llevan por casi cien años de la historia de España, de la historia de los españoles, con el logrado vaivén que la autora nos provoca al ir, incluso en un solo relato, incluso en un solo párrafo, transitando a velocidad impensada, pero nunca vertiginosa, por acontecimientos históricos que ilustran su narración, o por hechos cotidianos que nos marcan la biografía de algún personaje en pinceladas hermosas (como sus cuadros).
Hay una casa, el título lo anticipa, una mansión de pueblo sobre la que giran los personajes que van y vuelven, que mueren y renacen, que son protagonistas o secundarios, padres o hijos, emigrantes o inmigrantes, en Argentina, en Alemania, en Francia, en el Ártico… Alfonso XII puesto en su sitio; Victoria Eugenia, su esposa, presentada como una reina profesional entregada a su función; los antecedentes de la Guerra Civil con las revueltas republicanas… el estraperlo, el hambre de la postguerra, la prosperidad, los desfalcos económicos, referencias a pintores, a científicos, a políticos, a deportistas… guiños continuos para situar la acción en cada momento, tal como le interesa a Pilar llevar al lector para hacerlo emocionar, quizá transportándolo al recuerdo personal o familiar, quizá dando una profunda lección de intrahistoria, la que no viene así contada en los manuales, con personajes de carne y hueso, tratados con dulzura, aunque maltratados por los hechos, los hechos de la historia, de la vida.
La autora hace gala de un estilo directo, ágil, sin florituras, donde cada frase encuentra un acomodo y un significado dentro de la intención.  Se mueve con soltura en pedregales argumentales y sale victoriosa en ese tejido complicado de personajes, aplicando técnicas narrativas que no se notan porque su sencillez las hace fluidas en una lectura suave.  Hay paralelismos maravillosos, como esa expedición al Polo Norte y ese eclipse colocados en épocas diferentes para personajes diferentes en situaciones similares; o las historias repetidas de padres e hijo en épocas diferentes que reflejan los ciclos de la historia; un globo terráqueo roto a la altura de Cachemira; un escapulario; unas llaves; un Mini Cooper; una cuartilla.  Pilar no se arruga para hablarnos en porteño, casi lunfardo, para ubicarnos en fecha con una final femenina de Wimbledon o con la guerra de Las Malvinas o con el paro nacional de los maestros contra la actual presidenta argentina Cristina Fernández.
He disfrutado con estos relatos porque viví en Buenos Aires la misma contrariedad y desazón de celebrar la Navidad en verano, tal como le ocurre a Saturnino, pero también porque mis padres y mis abuelas me han contado historias parecidas de las épocas reflejadas y porque he vivido (hemos vivido, seguro) en primera persona los efectos de la crisis y los enfados hacia sus causantes, usados como cauces narradores para que la trama se incruste por algún lugar de nuestra entraña.
Léalos, se encontrará con el tiempo sin tiempo, con el espacio en mil lugares y viajará por la literatura como dentro de un estroboscopio.


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