Rosa Valiente

Rosa María Valiente Urrea
Narradora y poeta

La gran hacienda

Huesca, tierra de leyendas y tradiciones, familias desintegradas por culpa de las herencias.

Leopoldo, por ser el hermano mayor, era el heredero de toda la fortuna y hacienda muy estimable de la familia apodada Los Altos, haciendo honor al apodo, los tres hermanos eran altos y bien plantados, Leopoldo conocido en el pueblo y alrededores por su fogosidad, por inmoral, lujurioso, además de ser un estólido, no conocía lo que era la fidelidad que debería a Petronila, su esposa, una belleza nada común por esas tierras, aunque se sabe, que se casó con él por su dinero, ya que ella era sabedora de que por ser el mayor heredaría toda la hacienda.

Petronila siempre estuvo enamorada de Joaquín, el segundo de los tres hermanos, y que él calladamente le correspondía, por ello el nunca había abandonado la casona, trabajaba sin descanso en el campo, era el único que se preocupaba por esas tierras  y ordenaba como único  amo y señor,  temiendo que por culpa de su hermano   pudiera perderse la herencia, ya que Leopoldo era un desastre, vivía por y para la juerga volviendo a casa a altas horas de la madrugada pasado de alcohol y mal humorado.

Joaquín  ebrio de amor ahogaba sus penas en alcohol así una noche  tras otra  sin dormir preocupado por las discusiones que provenían de la alcoba matrimonial en la madrugada, Leopoldo regresaba pasado de alcohol  con ganas de bronca y Joaquín temiéndose  pasasen a mayores, no dormía, odiaba a Leopoldo, que lo tenía todo sin saber apreciarlo, mujer, hacienda, todo lo que  Joaquín ansiaba, su amor por Petronila que no habían pasado de miradas intensas y roces intencionados haciendo que les  hirviera la sangre.

Antonio el menor que abandonó todo el mismo día de la apertura del testamento, su carácter inestable y endeble lo llevaron hasta la ciudad donde dicen las malas lenguas del pueblo, que lo habían visto de mendigo por el centro de Huesca.

Una noche, Leopoldo no regresó, a la mañana siguiente salieron Joaquín y los criados a buscarlo, recorriendo todo el camino de tierra con frondosos árboles  y denso follaje, hasta llegar al pueblo. Allí confirmaron que había salido para su casa de madrugada ebrio y solo.

De vuelta a casa, mirando más minuciosamente, encontraron su cuerpo inerte, le habían abierto la cabeza con una piedra y sin miramiento lo habían tirado al otro lado de un ribazo.

Los del pueblo no se extrañaron  de ese final, por su fama de pendenciero tenía más de un enemigo, comprobaron que de la casona no había salido nadie en la noche y se cerró el caso.

Petronila, si sabía que  alguien salió, pero calló,  había escuchado ladrar a los perros de madrugada, que enmudecieron inmediatamente a una orden. A una voz que ellos solo obedecían, la  voz de su amo.

Así termina la historia de Los Altos.

 

Rosa María Valiente Urrea


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