Fran Picón
Ser el puñal y la herida,
cada una de las flores del mal,
la llaga y la cicatriz,
la sangre huérfana de vena
y el fingidor interminable
de una muerte que no me visita
y, sin embargo, tenía tu rostro,
todos los rostros
y todas las ausencias.
Ser la palabra de un verbo,
que ya no es arma, que perdió su futuro,
el silencio de aquella mujer que calla
y la saeta de un reloj huérfano de instantes,
a las cinco de la tarde,
a todas las horas y a ninguna,
el eslabón perdido en tantas esclavitudes.
Ser el abismo tras el horizonte,
la verticalidad que anuncia la caída,
la rima y la leyenda, el poeta y su camino,
cada molino de viento que nunca fue gigante,
Orihuela y Granada, cada hoja de hierba,
ser la herida y el puñal,
tan solo un pez que va por el jardín.