Las cumbres son la evidencia de que hay cosas que siempre se repiten.

Lo había conseguido, se hallaba en la cima del K2 con la mirada estrábica y una sensación flotante. Había hecho cima con infinitos esfuerzos y sus compañeros de corada, la habían ido abandonando conforme la niebla los iban envolviendo y el tiempo se iba declarando un asesino inmisericorde. No sabía nada de ellos  —pensaba —ya deben estar cerca del campo base.

La gloria era la reina en ese instante, nadie podía arrebatarle la sensación de victoria, ni siquiera Jon, que le dejó la vida estéril una noche gélida del Anapurna, hacia un año. Ella logró salvarse milagrosamente pero él quedó en la cima para siempre.

Un viento gélido martilleaba su cabeza cuando se acurrucó, exhausta, abrazada a su mochila; entonces fue cuando lo vio, él le tendía los brazos en actitud protectora. Ya no sintió nada más.

Su sonrisa se convirtió en una mueca cuando, desde lo alto, se observó inerte sobre la mochila y sin embargo, era ella la que se alejaba de la mano de Jon, inevitablemente


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