Del 19 de septiembre al 9 de octubre de 2010, el escritor y fotógrafo Carlos Manzano viajó a Etiopía. Recorrió extensivamente el país visitando Addis Abeba, Debre Marcos, Bahar Dar, Gondar, Lalibela, Combolcha,  Chencha, Arba Minch, Key Afer, Jinka, Dimeka, Turmi, Omorate y Yabelo. De esa inmersión en las diferentes culturas que componen un país tan variado como poco conocido, surgió una excelente colección de retratos  de la que se presenta una sucinta muestra. La serie completa puede consultarse en:

http://perso.wanadoo.es/rma976/Etiopia02.htm

El diario del viaje en:

http://perso.wanadoo.es/rma976/Etiopia01.htm

A modo de introducción a la selección fotográfica y para develarnos algunos de los caracteres de esa Etiopía desconocida Carlos Manzano escribe:

LA RIQUEZA DE UNA CULTURA EN EL CENTRO DE UNA POBREZA ESCANDALOSA

por Carlos Manzano

El 24 de noviembre de 1974, un equipo de arqueólogos dirigido por Donald Johanson descubría los restos del homínido más antiguo encontrado hasta la fecha, datado en más de 3 millones de años. Su nombre, Lucy, lo identifica desde entonces como uno de nuestros más ilustres ancestros y representa uno de los hitos en la historia de las ciencias humanas. Posteriormente, en 2006, un grupo de arqueólogos alemanes anunciaba el hallazgo de lo que parecía ser el fósil de una niña y que enseguida se catalogó como perteneciente a la misma especie que Lucy: la llamada Astrolopithecus afarensis. Entre ambos fósiles hay una diferencia de unos 200.000 años, mucho menor de lo que pudiera parecer a simple vista, pero tienen otra cosa en común: ambos fueron encontrados en la región de Afar, en el este de Etiopía.

Podría decirse, entonces, que en el territorio que actualmente delimita el Estado de Etiopia se sitúa el origen del ser humano? Una afirmación tan tajante es absolutamente arriesgada y carece del menor peso científico, entre otras cosas porque el homo sapiens, nuestro verdadero precedente, no desciende directamente del Astrolopithecus afarensis. Aunque, no sé si casualmente, ha sido en el valle del Omo, también dentro de las actuales fronteras etíopes, donde se han hallado los restos más antiguos conocidos de homo sapiens hasta ahora, los llamados Hombres de Kibish. Con estos antecedentes, qué duda cabe de que si en algún momento sintiéramos cierta inclinación llamémosla pseudoreligiosa por peregrinar a aquellos lugares donde efectivamente se fraguó el largo pero fascinante proceso que nos condujo de primates irracionales a homo sapiens inteligentes (aunque no sé si más sensatos), casi con toda seguridad habríamos de elegir Etiopia.

Sea como sea, y más allá de hipotéticas suposiciones que no nos van a llevar a ningún sitio, la Etiopía actual alberga tal cantidad de atractivos que incluso podríamos pasar por alto este hecho para elegirlo como uno de los destinos más atractivos del planeta. Por poner dos ejemplos: en Etiopía se hablan 82 lenguas distintas y solo en el valle del Omo conviven más de una docena de grupos étnicos diferentes que todavía conservan buena parte de sus tradiciones y ritos ancestrales.

Esta muestra de fotografías abarca algunas de esas tribus que todavía hoy pueblan el Valle del Omo. Sin embargo, sus formas de vida tradicionales probablemente desaparecerán dentro de no muchos años. De hecho, algunas de ellas, como los Hamer, ya incluyen en su vestuario prendas textiles industriales y usan objetos producidos en otros lugares. Sin embargo, lamentarse de esta circunstancia no solo es inútil, sino probablemente injusto. La vida de estas tribus es extremadamente dura, aunque sea la única que han conocido hasta hace bien poco, y la pobreza que les rodea es en muchos casos extrema, casi diría que escandalosa; y tampoco creo exagerado señalar que va aparejada precisamente a este tipo de vida, a su propia organización social y económica, a su dependencia absoluta del medio y de las cambiantes condiciones ambientales. Sea como sea, son conscientes de que las botellas de plástico que algunos turistas les ofrecen como obsequio son más resistentes que las calabazas que ellos mismos fabrican; encuentran más cómodas y convenientes las prendas textiles de fabricación industrial extranjeras que las viejas vestimentas de piel de cabra tradicionales; incluso disfrutan adornando sus cuerpos y rostros con objetos ya inservibles que los visitantes han dejado a su paso por sus tierras: correas de relojes, chapas, tornillos, etiquetas de diversas marcas conocidas, etcétera.

No conozco a nadie que haya vivido en la España rural de los años 50 que no piense que la vida de hoy en día es mucho mejor, inmensamente mejor. Pero ¿es realmente bueno que estas tribus entreguen sus costumbres centenarias, su forma de vida tradicional, su espacio casi inmaculado y mágico, su cosmogonía propia a la voracidad de los mercados y al individualismo desaforado de las sociedades occidentales? Son preguntas para las que no tengo respuesta. En todo caso, deberían ser ellos quienes asumieran el ritmo y el grado de los cambios que inevitablemente están por venir. Lo que ha sucedido con los Masai en Kenia sucederá probablemente con las tribus del valle del Omo. Solo queda esperar que no lo haga de una manera traumática y que los intereses de las corporaciones industriales y económicas que tomen posesión de este territorio no los releguen, como sucede siempre –también con la aquiescencia, no lo olvidemos, de los ciudadanos del mundo desarrollado–, al último nivel del escalafón humano. Aunque eso, me temo, es esperar demasiado del ser humano y de su búsqueda imparable de enriquecimiento. De modo que no creo que el futuro que espera a estas tribus sea esperanzador. Las ventajas de las sociedades industrializadas les pillarán, como suele suceder en estos casos, más bien de refilón. Pero como todo esto es jugar a futurólogo barato, me voy a limitar a dejar algunas de las imágenes que me traje de aquel lugar fascinante, unos rostros que siempre tienen algo que expresar, que nos miran tal vez con la misma curiosidad y distancia con que nosotros los miramos a ellos. Ellos son también, de alguna manera, nuestros ancestros: las fascinantes tribus del Valle del Omo.


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