Por Chusa Garcés
Escritora y profesora de educación secundaria.
“Se desvanecerán todas de golpe
como ha sucedido con los millones de
imágenes que estaban tras las
frentes de los abuelos muertos hace medio
siglo, de los padres, muertos
también ellos” Annie Ernaux, Los años
Los años
ORANTE, A NUESTROS PIÉS
Annie Ernaux es una mujer de ochenta y un años cuando gana el Premio Nobel. Quizá Annie tiene presente a una Virginia Woolf de cincuenta y nueve cuando escribe la obra de la que toma prestado el título para su libro, Los años.
Yo, bastante más joven que ellas dos, observo desde esta atalaya donde me encuentro la sucesión de imágenes impresas superpuestas en la tierra por el paso del tiempo.
Desde este lugar mi vista se pierde en montes poco transitados. El tiempo crea surcos en las laderas para dejar constancia de su paso. La ermita se erige regia en el trono de la cumbre. ¿Dónde estabas tú hace diez siglos? pudiera ser que fueras San Benito y hubieras vivido aquí.
Paraje telúrico este lugar lleno de elementos explicables sólo con la fe del corazón. De este lugar se cuentan leyendas, milagros, apariciones y hechos tan observables como que la nieve no puede cuajar en la parte del ábside de la iglesia. En esa parte, pegada mi espalda a siglos de historia. Me siento a esperar mi turno de entrada al interior de la ermita. Todo a mi alrededor se desvanece. Los fotogramas de la vida de Annie se mezclan con los de la familia Pargiter, ideada por nuestra querida Virginia, con menor frecuencia aparecen vivencias personales que se esfuman rápidamente. Van y vienen las imágenes, algunas duelen mucho, estas permanecen, se repiten en tríada: separación, muerte y duelo. Es el dolor universal: decir adiós, marcharse, dejar esta existencia social. También aparecen imágenes de otro tiempo de esa tierra, veo seres que ya no existen en este presente que un día sintieron amor y estuvieron aquí.
Alguien me toca el hombro, es Antonio, el guía amigo sabio, llega mi turno para entrar unos minutos a la ermita. Entro en el más absoluto silencio, la puerta se cierra y toda la eternidad se hace presente en ese instante. Oigo una voz etérea que me susurra. Serás feliz hija mía, encontrarás lo que has venido a buscar.
Fotos de: Annie Ernaux, Orantes y Virginia Woolf.