Autor: Antonio Ruiz Andreu.

No conocía el sabor de sus ojos ni el color de sus labios. Ni siquiera intuía el olor de sus palabras, pero había en ella un poderoso magnetismo que me atraía hacia su alma sin posibilidad de oponer resistencia. Sus pasos flotaban en la noche a lomos de una trémula transparencia que gritaba mi nombre en silencio.   Su figura disfrazada de sombra se recortaba tenuemente al contraluz de la luna nueva que emergía entre sucias nubes del color del fondo oceánico, con su poderoso y níveo caparazón de nata maldiciendo a la noche, en impaciente espera del regreso del Dios Ra.

Caminaba despacio, muy despacio, como si esperara ser rescatada; tal vez de una vida difícil que no le pertenecía. Desfilaba para mi satisfacción atravesando la pasarela acerada de la Calle Resignación, recortándose segura entre las ornamentales moreras que empezaban ya a olvidar su color.   En ella no había soberbia, ni pretensiones, ni siquiera vanidad, a su paso solo dejaba bonitas letras de sobrecogidos poemas. Al igual que ocurre con el arte pocos hubieran dicho que era bella porque su belleza era de las que hacen sentir, su delicadeza no era perceptible a los ojos amojonados. Solo un ciego sería capaz de sentir la grandeza de aquella criatura que paseaba su soledad vacilante entre brumas de tristeza.

-¿Porque estas triste princesa? La luna se detuvo un suspiro para mirarla con una lánguida sonrisa de satisfacción y después… me guiño un ojo.

-¿Es para mi?

Andaba despacio pero con fe y su oscura figura se sobrecogía en sus hombros con allanada apatía.   Sentado en mi balcón sigo cada uno de sus pasos con paciente desazón.

-¿Puedo desnudar tu mirada y hacerte el amor con aroma puro de melancolía?.

Se acerco pareciendo sin rumbo hasta el banco de madera desteñida que le esperaba bajo la mortecina luz de la farola junto a los arboles amarillentos y se sentó.

Me estremecí y me asusté de placer cuando vi que sus manos abrían el libro que traía bajo el brazo. La llena madre tenía razón. Su dulce rostro de caramelo se iluminó al fulgor que emanaban las páginas del ejemplar abierto sobre su regazo con una sonrisa torcida, ahora si desafiante y serena. Era todo lo que necesitaba para ser ella misma. Un libro donde sumergirse y ser feliz.

  • La luna nunca hierra. Esa era su esencia, y ella era la mía.

Autor: Antonio Ruiz Andreu

Alcañiz en 1975.  Desde muy temprana edad siente gran afición por la lectura.   Cursa estudios universitarios en Teruel, diplomándose en Relaciones Laborales en 1996.  Durante los siguientes quince años compagina su trabajo de contable con todo tipo de actividades creativas, en especial la música.  En 2012, su situación personal sufre un drástico cambio que sin embargo le facilita poder dedicarse a una de sus grandes pasiones y a la postre su mejor aliada, la escritura.  Aunque no es lo primero que escribe en 2016 publica lo que hasta la fecha es su única novela en ver la luz, “La Isla de los retornados”, publicada por ediciones Albores.

 


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