Textos tomados de Metalírica, de Miguel Labordeta. Selección y prólogo de Antonio Fernández Molina. Hiperión, 1983. Págs. 195-196-197.

Transcripción de un diálogo radiado que tenía por objeto la metamorfosis de «Mientras muero en el frente», con algunos versos entremetidos de «Improvisación con ardor lento», de Miguel Labordeta, a los que se acoplaron dos breves interferencias de «Uncle Albert / Admiral Halsey», de Paul McCartney, probablemente añadidas por la sintonización deficiente de mi pabellón auditivo

 

De lo que pudo suceder

mientras me muerdo la frente

 

[Lo siento, Obdulia, el deber me lleva.

Es probable que también me llueva].

En este atontecer tormentoso [y misterioso],

mientras muerdo la mi frente en el catre,

siento el culo [saco] de la evaporación

por todos los mulos adolescentes

[mi mujer que relincha en la caja de cerillas]

y ploro, ploro, imploro, me luzco.

Ploro porque sí. Ploro me da la lanza. [¿Y quién en la tumba se trasluce?]

Ploro porque puedo con la cantimplora y porque soy hombre [legumbre]

[… porque soy lumbre y legumbre

porque soy penumbra y doy lumbre].

Ploro por ceguera.

Por todo y por lana.

[… y el pájaro del buque con su luna peluda,

con su lana pelada, con su pena peluda,

con su plato de pana, con su pana de lana].

Por los que suben la escalera y se caen con sus lomos de perro.

Por los que van a la siembra hembra.

Lloro por Obdulia, inexistente cruce.

Por la palangana perdida en las estrellas.

Ploro por esa jofaina, por esa niña

linda que gime cuando me enhebra,

porque seré nuca allá en los caminos,

por los que no partieron aún,

por los vivos [fritos], por los muertos [tuertos].

Cloro de mendigo roto.

Cloro para mis enemigos, para los planetas quemantes

y para las pobrecitas hormigas [con pata de palo]

y para la piel dulce de las naranjas y sus intermitencias.

Oro para los enamorados

y para las moquetas de la existencia

y para los capadores de puercos y para los cerdos truferos.

Es como un cochifrito,

como un hambre de angina.

[… corríamos todos relampagueábamos todos…]

Desesperadas horas estrelladas

–oh, Obdulia–.

Se acercan los mimbres

y mientras ploro en tu frente

—oh Obdulia, lo siente un mundo,

pero ya no queda nadie en casa

y creo que va a llover–

vestido de guerrero

a las nueve de la tormentosa noche

(mientras mi clemente madre

pone el corazón

en el infiernillo de la cantina

y mi indigente padre se zampa

los tenedores despellejados

por la lluvia).

Sollozo por el patio [pato] del colegio,

sollozo en la boca del conejo [cangrejo],

sollozo en la fuente eterna [tierna] del abad.

Pienso en el condumio de la vida y de la vid

porque soy hombre [legumbre] y tengo rabia inaudita [raspa y sardina]

y siento un piano en la pensión del cojo…

[… manos a través del agua, agua,

cabezas al otro lado del cielo ciego,

manos a través de las barbas, larvas,

cabezas al otro lado del pelo…]

Ploro, imploro, decoro.

¡Tú me has ablandado para siempre

cual torrija celeste!

Oh, Obdulia, amada inexistente,

¿crujes o ruges?

 

El texto presenta las enmiendas originales sugeridas por el doctor Caraculiambro.

Nota a los editores: El poema debe reproducirse con tachaduras, corchetes y el resto de señales.

 

Raúl Herrero

12 de octubre de 2021

 


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