MUERTE DE UN DELANTERO CENTRO
El partido del domingo era muy importante para él; se jugaba el contrato de la temporada siguiente. Su dorsal era el 9, el del delantero centro, y llevaba marcados 16 goles. Le renovarían automáticamente si alcanzaba los 20 al final de la temporada. Le quedaban dos partidos para marcar 4 goles; no podía desaprovechar ninguna oportunidad.
Acabado el último entrenamiento de la semana, se dirigía al piso que compartía con dos compañeros, cuando sonó su móvil:
-Hola David, soy Andrés Cañada, el presidente del Sport. Jugamos contra vosotros el domingo, ya sabes.
-Sí, claro. ¿Para qué me llama?
-Sabes de sobra que nuestra situación es muy complicada, desesperada, diría. Querría hablar contigo tranquilamente, cuando puedas, pero antes del domingo, claro.
-¿Sobre qué vamos a hablar?
-Te llamo solamente para quedar, no es prudente tratar ésto por teléfono.
Se vieron el sábado por la mañana. Cañada recogió a David en su coche y fueron hasta la chopera junto al río; solo dos o tres pescadores andaban por allí lanzando sus anzuelos a la corriente.
-Bueno, David, no sé si te imaginas lo que voy a proponerte. Ya sabes que estos finales de temporada suelen ser complicados. Si nosotros bajamos a Segunda B, nos hundimos sin remedio, desaparecemos; tenemos que rescindir casi todos los contratos de los chicos y nuestra deuda se dispararía. Yo estoy en ésto por puro altruismo, me gusta este deporte, no gano un euro, solo quiero que la ciudad tenga un equipo en la categoría y que estemos ahí con dignidad.
-Perdone, Andrés, pero no sé qué pinto yo en todo ésto.
-Conozco las condiciones de tu contrato y sé que el domingo vas a intentar marcarnos por lo menos un gol, y, si puedes, más de uno
-Es lo lógico, ¿no? Contratos aparte, yo siempre salgo a marcar goles. Es mi trabajo, soy el delantero centro.
-A eso voy, quiero que el domingo no marques e incluso que provoques tu expulsión antes del descanso, nuestros defensas te ayudarán.
David hizo ademán de marcharse; no le importaba volver andando a la ciudad
-Todavía no sabes lo que te ofrezco a cambio: el puesto de Director Comercial en mi constructora; 50.000 Euros al año y participación en beneficios. Te haríamos un contrato blindado. Considera todas las circunstancias: tienes 29 años, estás jugando en Segunda División, puedes durar dos o tres temporadas a lo sumo. Yo te ofrezco la seguridad de un puesto directivo, muy bien pagado y por el tiempo que tu quieras. Piénsalo, esta noche, a las 9 te llamo. Quiero que sepas que también hemos hablado con Ignacio, vuestro portero.
-Piénsalo, te llamo esta noche- insistió el presidente del Sport cuando David se bajó del coche, ya en la ciudad.
Se fue a dar una vuelta. Necesitaba pensar con tranquilidad. Por su atribulada mente circulaban sin control pensamientos y dudas. La oferta de Andrés Cañada era atractiva, le aseguraba un futuro próspero, mucho mejor que el que tendría al colgar las botas. Pensó también en su club. Lo habían tratado siempre bien, la afición le adoraba, los niños le pedían autógrafos por la calle. No podía ser tan ruin.
A las nueve y diez lo llamó Andrés Cañada
-¿Ya has tomado la decisión?
-Sí, Andrés, la he tomado. No voy a aceptar su oferta. No sé si darle las gracias por habérmela hecho o maldecirle por pensar que yo podría ser capaz de una canallada como ésa. Buenas noches.-colgó sin esperar la respuesta
Faltaban quince minutos para empezar el partido. Terminado el calentamiento, los jugadores escuchaban sentados las últimas consignas del entrenador. El utilero les iba dando vasos con una bebida isotónica. Saltaron al césped. En la foto de inicio, el portero se colocó junto a David y le dio un palmadita cariñosa en la nuca. Comenzó el partido. David hizo el saque inicial y se situó en las proximidades del área rival, algo escorado a la derecha, tal como le había indicado el entrenador. En su primera carrera sintió un cierto malestar que achacó a no haber dormido bien la noche anterior. Se alarmó más cuando empezó a ver imágenes difusas y apenas distinguía a sus compañeros de los jugadores del equipo rival. Saltó para disputar un balón y cayó desplomado al césped mientras el público abroncaba al defensa contrario. El árbitro detuvo el juego y llamó a las asistencias con gestos de alarma. David no reaccionaba, respiraba con enorme dificultad, sus ojos estaban desmesuradamente abiertos.
Falleció en la UVI del hospital enchufado a una red de cables y aparatos. Muerte súbita, fue la primera apreciación de los médicos. Ya les había pasado a otros deportistas.
Ignacio, el portero, falló clamorosamente al intentar despejar el balón en un corner. El Sport Club Deportivo marcó su único gol y ganó el partido.
Un año después, Paco, el utilero, entró a trabajar en la constructora de Andrés Cañada.Aquel verano, Ignacio pudo estrenar su flamante Nissan Primera; su mujer hubiera preferido un Mercedes. “No le mires el diente”, le había contestado él antes de salir a comprar el “Marca”.