Rosa Valiente Revista ImánRosa Mª Valiente Urrea

La puerta chirrió, Ignacia se ponía rígida cada vez que escuchaba ese sonido del portón que daba entrada al jardín, era la señal de que se avecinaba tormenta.

Ahora estaba en paz, segura de que ya no escucharía ese sonido, ni que tampoco tendría jardín, ni lujos. Aquella tarde se marchó en silencio, sin mirar atrás. Ha pasado mucho tiempo.

Otro día más, pensaba Ignacia, mientras veía pasar la vida, sentada frente a la ventana de su salita de estar, su lugar preferido.

Había dejado atrás toda una vida. Lejos  quedaron, también, los malos momentos y el miedo, aunque todavía muchas noches se desvelaba recordando la última noche en que la puerta chirrió.

Sus hijos eran los únicos que sabían su paradero, pero tenían su vida y sus problemas y estaban  muy ocupados. Ella esperaba sus llamadas —demasiado espaciosas —, pero nunca se quejó.

Así pasaba su tiempo, acompañada de su canario y de sus viejos libros, sus mejores compañeros. Siempre le había gustado leer, pero hasta entonces o no había podido o no le habían dejado hacerlo.

Ahora se sentía sola, pero tranquila y en paz.

Por uno de sus hijos supo, sin querer preguntar, que su exmarido estaba enfermo de cuidado.

Ellos no habían olvidado, ni perdonado todo lo vivido en su amarga infancia, pero de su madre habían aprendido a ser caritativos y humanos, y por eso, a pesar de los malos recuerdos, se hicieron cargo de su padre enfermo.

Ignacia en sus momentos bajos, todavía dudaba si había sido acertada la medida tan drástica que tomaron por ella sus hijos, y todo lo que vino después, cuando la policía puso en marcha el protocolo de malos tratos y el juez la orden de alejamiento.

A veces, todavía recordaba aquel hombre con el que se había casado siendo tan joven y estando tan enamorada. Le dolía saberlo enfermo y casi abandonado en una cama de hospital. Por eso, y sin escuchar a nadie, un día decidió presentarse en el centro médico y ante el asombro de sus hijos, manifestó su deseo de quedarse a cuidar del enfermo.

Los chicos no dijeron nada, salieron de la habitación decididos a no intervenir pasara lo que pasara.


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