Sarilis Montoro
En los jardines de Shalimar, en Lahore, se refugian tres mujeres: Shaila (hija de la colina), Sarayu (río sagrado o tiempo ventoso y Alisha (protegida de Dios)
Sus nombres encierran un mensaje sagrado que ellas nunca podrán borrar, pues les ha sido asignado desde el momento de su nacimiento. No en cambio sucede lo mismo con su destino. ¡Han sido tan valientes! Han reunido el coraje necesario para escapar de él, de ellos…
Ser mujer en la India, incluso a día de hoy, es muy peligroso, tan peligroso que una mujer puede jugarse su propio nacimiento, y si llega a ver con sus propios ojos la luz del día recién salida del claustro materno, no se sabe cuántas horas puede llegar a vivir si al final, le suministran savia de adelfa, la planta más venenosa del mundo para que muera y así, deshacerse de una carga económica en el futuro y si sus padres tienen piedad, le llegará el momento de la muerte años más tarde a través de las manos de su esposo si no llega al matrimonio con la dote, que la familia del marido estime conveniente.
Este es el valor de la vida de una mujer, peor que un animal.
Shaila nació una fría mañana de enero, fue envuelta en telas vaporosas como si fuera una frágil mercancía, dispuesta a ser vendida en el mercado. Era una niña preciosa de piel dorada y ojos rasgados como hilos de luna durmiente. Fue comprada por un rico mercader de telas y eso, la salvó de la savia de adelfa. La niña fue educada en su propia casa, le enseñaron a leer y escribir, le enseñaron la historia de un legendario país, por las noches su nodriza le contaba leyendas de bellas mujeres conquistadas por valientes y gallardos príncipes capaces de superar innumerables escollos con tal de salvarles la vida, si estuvieran en peligro, y casi siempre era así. Las mujeres en la India, siempre están en peligro. Entonces, era cuando Shaila tenía miedo, todo el miedo que una niña inocente puede sentir en el refugio de su hogar y preguntaba:¿Yo, también soy una mujer en peligro? Entonces la nodriza contestaba con voz conciliadora:
-¡No, Shaila! Como tu nombre indica tú, eres hija de la colina, tú vives a una gran altura y ningún peligro te puede acechar pues tu colina es muy alta, muy alta y jamás nadie podrá alcanzarte-.
La niña sonreía y era entonces cuando la nodriza, le entregaba una flor de loto con los pétalos cerrados.
-¡Toma, duerme con ella, mañana al atardecer verás cómo sus pétalos y tu pequeña alma se expandirán por todo el Universo y ambas iréis juntas de la mano en vuestro viaje en esta vida terrenal que os toca vivir!-.
Y la hija de la colina, dormía toda la noche con la flor de loto en la mano, era de color rosa como el suave amanecer que aguardaba pacientemente su nacimiento, al día siguiente.
Sarayu también se salvó de la savia de adelfa pero no gozó de la suerte que tuvo Shaila. Sarayu se crió en su propia casa, trabajó mucho en la guarida de su hogar sirviendo como una esclava a sus hermanos mayores y nadie se preocupó por enseñarle a leer y escribir, hasta que un día, la agresión sexual por parte de cuatro vecinos, le cambió la vida. A veces una desgracia puede conllevar mil bendiciones escritas en su cara más escondida. Lo normal en estas circunstancias es que la niña fuera entregada al templo sagrado de la ciudad de Vrindavan y pasar así, al servicio de los sacerdotes. Así era como muchas niñas comenzaban en el mundo de la prostitución, desterradas y humilladas por sus propias familias, quedando los delincuentes impunes de su crimen. Sin embargo, Sarayu era un río sagrado y un tiempo ventoso a la vez por lo tanto, una noche, decidió escapar del templo y huyó veloz protegida por la oscuridad de la noche y el viento que se instaló bajo sus pies. Así llegó a un oasis donde encontró una flor de loto de color rosa con los pétalos cerrados. Un monje recogió a la niña y se la llevó a un templo de paz y espiritualidad. El monje tomó a la niña entre sus brazos y le dijo:
-¡hoy dormirás bajo un techo bendecido por mil dioses, tu flor de loto te acompañará y mañana, al atardecer, verá cómo sus pétalos y tu alma se expandirán con ellos por todo el Universo y ambas iréis juntas de la mano en vuestro viaje en esta vida terrenal que os toca vivir!-.
Alisha también se salvó de la savia de adelfa aunque a punto estuvo su madre de abortar cuando tuvo conocimiento de que dentro de su cascarón materno, latía el corazón de una niña; pero no tuvo el valor suficiente para llevarlo a cabo, algo que es una práctica natural cuando se sabe que lo que viene en camino es una fémina. Alisha nació con una piel más blanca de lo normal-¿había copulado su madre con un rayo de luna?-se preguntaba el médico y la matrona que atendió a la parturienta.
Alisha vivió con paz y respeto por parte de sus familiares, todos pensaban que era una niña especial y por tanto, en el futuro sería una mujer especial que traería dones y suerte a la familia, era una protegida de Dios, por eso había nacido con la piel casi blanca. Por esa misma razón, su familia se preocupó de conseguir una buena dote para casarla con un hombre rico y bondadoso, que la cuidara y protegiera hasta el fin de sus días. Y alisha contrajo matrimonio con un buen hombre al que ella y no él, tuvo que cuidar pues al poco tiempo de la boda, el esposo cayó enfermo a causa de unas extrañas fiebres y murió, y todo cambió para la protegida de Dios.
Una viuda en la India es una maldita, todo el mundo huye de ellas y quedan proscritas a su mala suerte pues no tienen ningún medio de vida más que la limosna y vagar por las calles junto con más viudas, formando un inmenso rebaño vestidas de blanco. La piel clara de Alisha la volvió a rescatar de la desgracia. Regresó al hogar de su difunto marido cuando sabía que la casa estaba vacía de seres humanos, se dirigió a su dormitorio, tomó uno de sus maravillosos saris y sus joyas y regresó, a su casa familiar.
-¡Vuelvo a casa, soy la protegida de Dios y bien sabéis que si renegáis de mí, tendréis una vida llena de maldiciones, yo me encargaré de que se cumplan una tras otra por darme la espalda en un momento en que necesito a mi familia más que nunca!-.
Su madre ya era muy anciana. Impresionada por la belleza y solemnidad de su hija, se dirigió a ella y le entregó una flor de loto rosa de pétalos cerrados.
-¡Hija mía, llévala siempre contigo, esta tarde abrirá sus pétalos y tu alma se expandirá con ellos por todo el Universo y ambas iréis juntas de la mano en vuestro viaje por esta vida terrenal que os ha tocado vivir!-. La madre se arrodilló y besó los pies de su hija Alisha.
Hoy en día, Shaila, Sarayu y Alisha se reúnen en un jardín, en Lahore, Pakistán. Son hermosas mujeres seguras de sí mismas, han conseguido salvar penosos y amargos obstáculos en sus vidas. Sus ojos rasgados revelan una profunda serenidad y sabiduría, conocen el dolor, la humillación, el abandono y el desprecio de primera mano. Lo han vivido en sus carnes, en su alma y ahora lo pueden contar y están dispuestas a luchar por la mujer en un país tan bello y exótico como cruel y despiadado. Sus mujeres llenas de color lo llevan en los aderezos de sus cabellos, en las gargantillas de sus cuellos que en un tiempo pasado fueron profanados, lo llevan en sus bellos saris que arropan sus cuerpos en un tiempo atrás mancillados, sin miedo a dejar parte de ellos al desnudo, luciendo sus pieles doradas sin temor a que las torturen salvajemente hasta matarlas por hacer de sus saris, un brindis a la libertad.
Entre sus manos sostienen una hermosa flor de loto rosa ya, con sus pétalos abiertos pues no reniegan de su país pero sí van a luchar para que se acaben con las injusticias hacia las mujeres, observan el mundo con un ojo delineado por la ruta de sus propias vidas, los brazaletes que adornan sus muñecas, les dan fuerza y vitalidad, son elegantes y poderosas, no olvidan el dolor pero lo apartan para seguir adelante como un explorador aparta la maleza a machetazos para continuar con su camino a través de la selva.
Pronto en la India la mujer ocupará su puesto que no es la de un animal.
Pronto en la India ocupará su puesto que no es la de una esclava sexual.
Pronto en la India la mujer ocupará su puesto y nacerá como un ser libre, sin que nadie trate de apagar su vida antes de nacer.
Pronto en la India la savia de adelfa se utilizará para fines médicos y no asesinos de niñas recién nacidas.
Pronto en la India, la mujer viuda será una mujer respetada, merecedora de recibir ayuda y no, una apestada.
La hija de la colina, el río sagrado con su tiempo ventoso y la protegida de Dios allanarán el camino para que todo esto, sea posible.
Ante ti me inclino, mujer: Namaste