Música blanca, Cristina Cerezales Laforet, Barcelona. Ediciones Destino, col. Áncora y Delfín, vol. 1138, 2009, 286 páginas.
Por Mª Pilar Martínez Barca
“No quiero vida artificial ni sufrimiento inútil nunca. (…) No te quedes tranquila si llega eso diciendo hicimos todo lo posible sino hicimos lo que ella quiso”. Carmen Laforet (Barcelona 1921 – Madrid 2004), autora de Nada –premio Nadal 1944-, La isla y los demonios o La mujer nueva, escribía esto a su hija Cristina en 1976, cuando comienza a presentir el deterioro en su camino de partida.
No siempre es cómoda y fluida la comunicación entre una hija y una madre, sobre todo cuando esta renunció a reflejar su universo íntimo y familiar más allá de la literatura. “Poco a poco va retirándose de la palabra, de la misma forma que se retiró de la escritura”. El silencio puede hacerse insufrible, o una ventana abierta: “Preparas un álbum de fotos con su infancia, su juventud, su risa, su camada de niños, alegres en las vacaciones, y más tarde sus nietos, sus bisnietos”.
¿Intuición? ¿Certeza? De delante hacia atrás, del presente al pasado, se desanda el camino, se iluminan las sombras. Cuando surge el prodigio: “Mi niña ha nacido una tarde de abril olorosa a hojas nuevas, a tierra regada de lluvia”.
El diario escrito a varias voces, las cartas, la memoria nos irán revelando el proceso creador y múltiples encuentros: Gerald Brenan, Paco Rabal, Elena Fortún… “El primer recuerdo que me viene de Sender es su alma líquida. (…) una vida material rica en pasiones, vehemencia, fogosidad y productividad creativa que no resultaba incompatible con sus ternura”.
La vida, como un círculo, nos envuelve en su luz. “Y ahora, en que todos los que se mezclan conmigo me miran con lástima y conmiseración, ahora, en que los que no saben me juzgan acabada y muda, anclada en una silla de ruedas, (…) ahora ya puedo, ya me siento al fin libre de toda trampa mental, (…) libre del terror de lo que podía acontecer con las vidas de mis hijos”.
María Pilar Martínez Barca