NATURALEZA MUERTA 1985
Una rama golpea impertinente
el cristal polvoriento que recubre
la cicatriz de un ala.
Las abejas insisten en su lucha,
inventan tulipanes o un sorbito de sol
en el brillo apagado de la herida.
Dulce brisa de labios y de dedos
confunden el dolor y lo agigantan
sin que la piel se queje,
sin que los ojos mientan una lágrima.
Una pluma proclama su convicción de nube,
pero no alcanza el vuelo y se derrama
en gotas de algodón
sobre la huella aún fresca de la sangre.
(De Arrecife de sombras,
XXXI Premio de Poesía Blas de Otero, 2020)