Por Rocío Díaz Gómez
OBRA GANADORA DEL V CONCURSO NACIONAL DE TEXTOS TEATRALES “VILLA DE HECHO” 2014
La obra de teatro titulada “Olvidó que era vieja” se ha alzado con el primer premio del certamen cheso, dotado con 1.000 € . Su autora es la escritora madrileña Rocío Díaz Gómez.
La obra “Olvidó que era vieja” es una historia de amor protagonizada por una mujer de unos 60 años que se enamora de un hombre mucho mas joven que ella. A pesar de la diferencia de edad se despiertan en ella unos sentimientos que pensaba que estaban dormidos. Es una historia sencilla, muy humana, que habla del paso del tiempo, de como se va la juventud, de los sentimientos y de la fuerza del amor.
En esta edición del certamen han participado un total de 22 relatos, procedentes de muchos rincones de España, y varios del exterior de nuestras fronteras, procedentes de Israel, Suiza y EEUU.
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[Personajes: Anciana / Cupido
Decorado: Un dormitorio de muebles clásicos.
Descripción y Vestuario de los personajes: La anciana tiene unos setenta años, buena presencia y está vestida con un camisón. El anciano, Cupido, más o menos de la edad de la anciana, lleva atuendo de jugador de golf, gorra incluida.
Estructura: Un único acto con nueve escenas]
1ª Escena:
(Se abre el telón, un dormitorio. Una anciana en su cama se mueve agitada. Entra en escena un anciano (Cupido), anda despacio, con dificultad se encarama a una cómoda, se cruza de piernas. Mira con fastidio a la anciana)
Cupido: (Hastío) ¿Tú crees que tienes edad para estos trotes…?
Anciana: (Incorporándose) ¿Cómo dice? Hábleme más fuerte que el oído lo voy teniendo duro…
Cupido: (Suspirando, elevando la voz) Pues eso, alma cándida, ¿que si tú crees que tenemos edad para estas citas?
Anciana: (La mano haciendo stop) Perdone caballero pero una cosa es que yo empiece a sentirme algo dura de oído y otra que esté más sorda que una zapatilla, así que ahórrese las voces que va a despertar a todo el vecindario. Además (recoloca las sabanas), ¿no le parece a usted una hora intempestiva para visitas…?
Cupido: (Con sorpresa) ¡Ah!, ¿pero no me reconoces? (Tono irónico) Deduzco por el laaargo discurso que no…
Anciana: (Cara de sorpresa) ¿Yo? ¿A usted? Pues no, caballero, perdóneme pero, aunque se me está formando una catarata en este ojo (señalándoselo) y a esta distancia no distingo muy bien, me temo que (niega con la cabeza) no le conozco.
Cupido: Soy tu Cupido…
Anciana: (Arrugando cejas) ¿Cupido? ¿Qué Cupido?
Cupido: (Con voz impaciente) ¿Qué Cupido va a ser? ¡Pues el tuyo!
Anciana: (Encogiéndose de hombros, abriendo las manos) ¿El mío? ¿El mío sólo? (Llevándose una mano al pecho) No sabía yo que había un Cupido particular, pensaba que eso sólo pasaba con los Ángeles de la Guarda… (cara pensativa) Claro que también es verdad que eso dicen porque al mío, dicho sea de paso, mire que tengo años y aún no tengo el gusto de conocerle…
Cupido: (Tono irónico) Vaya ¡qué lástima! Pues ese negociado me temo que no lo llevo yo, así que de momento te tendrás que contentar con el de “amores y desamores” que es el mío… (sonrisa forzada, gesticulando con manos). Mujer no conoces a tu Ángel de la Guarda, pero tienes el gusto de conocer a tu Cupido… O sea, yo (palmeándose el pecho).
Anciana: (Genuina sorpresa) No lo puedo creer… ¿Esto será una broma, no? (ajustándose las gafas que estaban en la mesilla con los dientes postizos que también se coloca con disimulo) ¿Mi Cupido? Yo pensé que usted se habría jubilado ya…
Cupido: (Mirándola fijamente) Mucho mejor.
Anciana: ¿Cómo dice?
Cupido: (Asintiendo con su cabeza) Que a pesar de la edad no te conservas nada mal… pero, desde luego, con dientes mucho mejor.
Anciana: (Tono regañina) Oiga, no sea maleducado…
Cupido: (Tono disculpa) Perdona… Es la confianza… Bueno la confianza y que me pillas algo contrariado…
Anciana: ¿Contrariado?
Cupido: (Hablando más rápido, elevando la voz) Sí, contrariado, enfadado, echando pestes o como quieras llamarlo.
Anciana: (Señal de stop con la mano) Oiga, oiga, tranquilidad, que si no estaba usted de humor pues no haberse puesto a hacer visitas…
Cupido: (Encogiendo un hombro, tono molesto) Encima…
Anciana: Ni encima ni debajo… señor mío.
Cupido: ¿Será posible? (señalándola) Si yo estoy aquí porque tú quieres.
Anciana: (Sorpresa en la voz y en los gestos) ¿Yo? ¡Lo que me quedaba por oír…! Está una aquí calladita, de madrugada, enfrascada en sus cosas, sin molestar a nadie, llamando al sueño, cuando se presenta usted aquí (Apuntándolo ella) en mi propia casa, es más, en mi habitación, sin ser invitado, enfurruñado y diciendo que es mi Cupido… ¡échele! ¡Y soy yo quién quiere que esté aquí…! (Mirando al techo) No entiendo nada señor mío…
Cupido: (Con retintín) “Llamando al sueño, llamando al sueño…” (Elevando la voz) ¡Y un cuerno!
Anciana: (Seria) Oiga, oiga, no voy a permitir que en mi propia habitación se sulfure y además me haga burla así que…
Cupido: (Juntando sus manos en tono de disculpa) Perdona, perdona, sí, me he pasado. Entono un mea culpa y pido perdón. Pero el que estaba, como tú muy bien dices, jubilado, disfrutando de mi retiro… era yo. Un retiro que yo pensaba largo y descansado. No nos vamos a engañar, así es a ciertas edades. Cuando resulta que tú no pensabas lo mismo.
Anciana: (Sorpresa) ¿Yo…? ¿Qué pensaba yo? ¿Y qué tengo yo que ver en su retiro? ¿Y por qué me tutea caballero?
Cupido: Pues te tuteo porque aunque tú dices que estabas llamando al sueño, a quién llamabas era a mí.
Anciana: ¿A usted?
Cupido: Sí, a mí. ¿O no estabas ahí pensando si te había mirado, si no te había mirado, si se había acercado deprisa o despacio, si venía, si iba, si decía o dejaba de decir…?
Anciana: (Mayor sorpresa) ¿Yoooo?
2ª escena:
(Los actores se quedan quietos, callados. Voz en off de la anciana con este parlamento):
Qué imprudente, qué ridícula. Enamorarse a mis años… Las arrugas no casan con el rubor, ni las canas con este desasosiego, esta desesperación invisible y acelerada del amor. Pero ¡ay! cada vez que él estaba frente a mí, qué sofoco, qué alteración… Estaba decidida a disfrazar de parkinson el temblor de mi mano sosteniendo la taza del té, disfrazar de subidas de tensión las taquicardias. Estaba decidida a jurar y perjurar que había cambiado de colorete cuando ese disparo de rubor en mis mejillas arrugadas me delataba, a esconder tras una tardía y difícil menopausia el bochorno que me hacía sudar cuando avanzaba hacia mí. “Vieja estúpida” me regañaba a mí misma cuando sentía arder sobre mi piel el líquido hirviendo del té derramado, “¿No ves que ya no tienes edad para estas cosas?”. Espabila… Pero ¿Qué entendían mis emociones de años y canas?
3ª escena:
(Los personajes charlan)
Cupido: ¿Ves…? ¿Ves cómo me llamabas…?
Anciana: (Fingido disimulo) ¿Cómo dice?
Cupido: No disimules… Sabes de lo que estoy hablando…
Anciana: (Incorporándose más. Muy seria) Caballero es usted muy cargante… Ya le he dicho que no sé de qué habla, yo no le invité a venir. (Elevando la voz y señalando la habitación) ¿No lo ve? ¿Acaso iba a esperarle en pijama y en la cama si esperara visita? Quizás usted no, pero una servidora tiene educación.
Cupido: Ya lo veo… Una educación encorsetada y conservadora pegada a la piel. Hasta cuando esa servidora está en pijama, por debajo de él, va vestida siempre de educada…
Anciana: O tomó usted una copita de más anoche o definitivamente está chalado y quiere volverme chalada a mí… Porque no entiendo nada de lo que me está diciendo. Y haga el favor de bajarse ya de mi coqueta…
Cupido: Claro que entiendes… ¿Cuántos años son? ¿Sesenta y tantos? ¿O son ya setenta?
Anciana: (Con genio) Pero ¿Usted no sabe que a una mujer no se le habla de su edad?
Cupido: (Fingida sorpresa) ¿Ah, no? ¿Las mujeres no cumplen años? Ah, es cierto, eso dicen… Pero entonces: ¿Sólo cumplen arrugas? ¿O será que prefieren cumplirlos en la quietud de su ataúd…?
Anciana: (Muy seria) Se está usted poniendo muy, pero que muy impertinente.
Cupido: (Tono irónico) No querida, olvidé mis “impertinentes” de nácar a la salida del teatro… Me bajo, me bajo de la coqueta, me sentaré en el filito de este silloncito Luís XIV, más adecuado para esta conversación trasnochada… (De pie ante la cama) ¿O prefieres que me siente a los pies de tu cama, querida…?
Anciana: (Con enfado) Pero ¿usted quién se ha creído que es? (Señalando la puerta) Haga el favor de marcharse, se lo estoy pidiendo por favor, váyase usted de mi casa… o me veré obligada a…
Cupido: ¿A llamar a la policía? ¿Y qué dirás? Que un señor de edad, llamado Cupido, entró en mitad de la noche y cruzándose con gran dificultad de piernas se sentó cómodamente sobre tu coqueta a charlar de amor…
4ª escena:
(Los actores se quedan quietos y callados. Voz en off de la anciana):
Como quien tropieza y no echa las manos al caer, golpeándose sin remedio la cara, yo no puse por delante la experiencia ni la sabiduría que dan los años. De nada sirvieron la prudencia ni el abrigo que dan los remiendos del corazón… Desnuda y de cabeza me vi contra el suelo. Qué ilusa… Me olvidé de que era vieja y me enamoré. Qué absurdo… Yo ya no tenía edad para esos trajines… Qué gran escándalo si mis allegados se enteraran… Un muchacho tan joven, un simple camarero… que, total, lo que hace es servirme todas las tardes un té… Qué porvenir… ¡Ay! Qué dirían…
5ª escena:
(Cupido se sienta en el silloncito mientras vuelve a hablar)
Cupido: Tus allegados no andan malgastando pensamientos con tu vida… ¿Preguntaron ayer mismo cómo estabas? ¿Si te dolía algo? ¿Si estabas contenta o triste? ¿Si tenías ganas de hablar?
Anciana: Están muy ocupados…
Cupido: Muy ocupados en sus vidas ya lo ves, no en la tuya…
Anciana: (Negando con la cabeza) No, no es eso. El trabajo, su casa, los hijos…
Cupido: Y sus propios Cupidos revoloteando alrededor…
Anciana: (Palmeando el aire) No diga pamplinas…
Cupido: No son pamplinas y lo sabes. Y lo siento por ti, pero hacer acrobacias a tu alrededor ya no está a mi alcance… (Señalándose su cuerpo de abajo a arriba) Si no, créeme, lo haría… Mis pobres alas están demasiado resentidas por el reuma. Ya ves, yo también voy cumpliendo arrugas. Pero aquí estoy, a tu lado. Además… ya revoloteé en su día. (Alzando la voz) ¿O no te acuerdas? ¿Te acuerdas de cómo revoloteé? O ya tu cabeza…
Anciana: ¡Pues claro que me acuerdo…! Me acuerdo como si hubiera sido esta mañana… (Tocándose el corazón) Aquella impaciencia porque llegara, por oír su voz, porque me tocara… Pero a ver qué va usté a pensar, siempre muy decentemente…
Cupido: (Con ironía) Claro, claro, muy decente todo… Pero decente o no, si ha valido la pena uno no lo olvida ¿verdad? Desnudar la rutina, la rutina he dicho ya sé que tú eres una dama y disfrutar, sintiéndose único, ese sentimiento…
Anciana: (Mirando al horizonte, como recordando) Sí. Aquel sentimiento… Sentirse mirada…
Cupido: Tú lo has dicho: sentirte mirado.
Anciana: (Gestos quitando importancia) Bueno, no me haga caso… no sé qué hago hablando de estas cosas, tonterías de juventud…
Cupido: (Subiendo la voz, levantándose, en pie ante de la cama) Sentirte mirada. No podrías haberlo explicado mejor. (Andando delante de la cama) Parece tanto, es tanto, pero podrías resumirlo así y lo resumirías muy bien. No se trata de que te vean, sino que te miren. ¿No es verdad? Bueno y entonces… (Quieto, mirándola) ¿Quieres vivir así?
Anciana: No sé… Además… ¿No es muy tarde ya para conversaciones?
Cupido: (Caminando) Pues depende de cómo se mire, muy tarde o muy temprano… La verdad es que podías haberme llamado después del desayuno, se me hace la boca agua de pensarlo, un café humeante, una tostada crujiente… Después de un buen desayuno la vida es distinta. Muy distinta…
Anciana: Ya le he dicho que yo no lo llamé…
Cupido: (Parándose delante de la cama) ¿Pero aún estás con eso? ¿No puedes admitir que sí me llamaste? No podías dormir, dabas vueltas y vueltas a tu cabeza ya sabes a qué… (Subiendo la voz, gesticulando) Convéncete: soy tu Cupido. ¿Quién otro podría ser? ¿Quién podría si no presentarse a estas horas en tu habitación recordándote cosas que tú sólo sabes y sientes…? Hay que ver, y perdóname, qué cabezona te pones…
Anciana: (Quejosa) Oiga…
Cupido: (Bajando la voz) Ya, ya sé: me pongo muy impertinente…
Anciana: (Ofendida) Pues sí… mucho.
Cupido: (Paseando) Pero es lo que tenemos los Cupidos que quizás parezcamos impertinentes pero la verdad es que somos espontáneos, sinceros, sensibles… y guardamos como nadie ciertos secretos… ¿No es verdad? Una verdad como un templo, lo que no es verdad es que seamos jovencitos hermosos y alados, eso sí que no. (Señalándose a sí mismo) A las pruebas me remito. Dos cosas que no sabías: hay un Cupido por persona, y los Cupidos también envejecen… (Parándose frente a ella) Y, a propósito, ¿no podrías pasarme un ratillo esa bolsa de agua caliente…? Venga, mujer… No te hagas la escandalizada y pásamela… Sé que la tienes ahí debajo… A mí también me duelen los huesos y la conversación se alarga… Venga, si tú ya la tuviste mucho rato, ya no la necesitas, venga, pásamela, es de buena educación tratar bien a las visitas ¿no? aunque ya no sean horas…
Anciana: (Ofreciéndosela) Venga, tome… Es usted imposible…
Cupido: (Cogiendo la bolsa, sentándose con ella en la espalda) No te lo niego, soy imposible. ¿Cómo vas a llamar a la policía para echarme…? Pero yo te había hecho una pregunta a la que no has contestado: ¿Quieres vivir así?
Anciana: ¿Cómo “así”? No tengo mala vida. No me falta dinero ni amistades, no tengo que dar explicaciones a nadie, hago mis salidas, me quedo cuando me apetece…
Cupido: (Irguiéndose) No, no es eso. No te estoy preguntando cómo pasas los días… (Subiendo la voz) Me refiero a vivir… ¿A que si quieres vivir así, de recuerdos, sólo de recuerdos?
6ª escena:
(Los actores callados. Voz en off, de la Anciana)
Aquel Cupido encorvado, protestón y reumático me estaba dando la noche. Ahí, sentado sobre mi coqueta, lacada y brillante… Menuda liamos si se cae porque si en algo tenía razón es que ya no estaba para muchos trotes. ¿O había insinuado que la que no estaba para esos trotes era yo? Total, impertinencia más o menos… Empeñado en que yo le había invitado… Bueno si se refería con “llamar” a que no podía quitarme de la cabeza a aquel camarero tan simpático… Bastante tenía yo con quedarme sin dormir por mi mala cabeza como para tener que andar escuchando todas sus preguntitas insidiosas… Yo quería dejar pasar aquella especie de fiebre que me había entrado sin darle mayor importancia, intentando olvidarla, disimulando cuando no pudiera negarme a ir a tomar un café con las amigas… Pero aquel fastidioso Cupido parecía querer quedarse a vivir conmigo, no le veía yo ninguna intención de despedirse… No, lejos de eso quería desayunar, desayunar y seguir hurgando en mi insomnio…
7ª escena:
(Los actores vuelven a charla)
Cupido: (Insistente) Dime entonces, ¿Quieres vivir de recuerdos?
Anciana: No, yo no he dicho eso.
Cupido: Sí, si lo has dicho, has dicho que esas eran cosas de juventud… Si más allá de esa época no las concibes, sólo caben los recuerdos… (Con un dedo a la sien) Piensa un poco: ¿Por qué cuando alguien ha superado la juventud yo no me muero? Al fin y al cabo ya no tengo nada que hacer ¿no?
Anciana: (Recolocándose la almohada) Tú mismo dijiste que estabas jubilado y tan a gusto en tu retiro. (Tono Irónico) Un retiro que presumías largo porque suele ser así cuando llegan ciertas edades… (Señalándole) ¿O no lo has dicho? ¿Y no has llegado, según tú, “contrariado” porque te he molestado en él…?
Cupido: Por supuesto que dije eso. Pero eso no se contradice con lo que te digo ahora. Claro que estaba jubilado, como solemos estar todos cuando cumplimos una determinada edad… puesto que también tienen una edad nuestros acogidos, una edad en la que se supone que están tranquilos en cuestiones del amor. Pero siempre hay excepciones para toda regla y si siguen vivos, siguen las posibilidades de enamorarse, por eso no morimos ¿sabes? Porque quizás tengamos que volver y por eso volvemos aunque nos siente a cuerno quemado abandonar la tranquilidad del retiro… (Señalando su propia vestimenta) ¡¡Porque como habrás adivinado estaba en plena partida de golf!! (Gesto de alivio) Al menos no me has llamado cuando estaba con una ociosa Cupida, eso sí que hubiera sido el colmo, no te voy a engañar… Somos muy pasionales, ya sabes.
Anciana: (Con hastío) Y muy pesados, pesadísimos, también lo sé y si no lo sabía, ya lo estoy sabiendo porque hay que ver lo que habla usted… no calla. ¿Le importaría caballero darse la vuelta?
Cupido: ¿Es absolutamente necesario?
Anciana: (Echando para atrás la colcha…) Pues sí, me voy a levantar y mientras me pongo la bata no me gustaría que usted me estuviese mirando…
Cupido: (Irónico) ¿Cómo que no? ¿No hemos quedado en que lo bueno es que te miren, no que te vean…?
Anciana: (Irónica también) Pues por eso, señor mío, por eso, porque está mal que yo lo diga pero una aún está de buen ver y quizás su corazón no lo soporte… Ande, sea bueno y dese la vuelta que aunque esté mayorcito no creo que por eso se le vaya a romper la cadera…
Cupido: Vaaale, me la daré pero me la daré porque me ha gustado mucho que dijeras que estás de buen ver, así me gusta pues claro que sí y de muy buen ver, ya te lo he dicho, y con dientes… más. (Dándose la vuelta) ¿Tiene usted ganas de ir al cuarto de baño querida…?
Anciana: Pues ya que lo dice… pero la verdad es que no me levantaba por eso si no para preparar un buen desayuno…
Cupido: Ay, qué gusto oír eso… ¡Vaya! Esta conversación empieza a gustarme… Te diría que eres un ángel. Pero eso no sería hacerte justicia… Entre tú y yo: los ángeles son aburridísimos… tan buenos… Claro que ándate con cuidado cuando son malos… Si yo te contara… Nada, nada, prefiero los humanos. Y si es un ejemplar de humana mucho mejor.
Anciana: (Poniéndose la bata) ¿Cuándo usted era más joven era igual…?
Cupido: Nooo, era hermoso y alado… ¿O no te acuerdas…?
Anciana: Es usted imposible.
Cupido: Te repites, querida… ¿Y ese desayuno?
Anciana: Bueno, no sé… estoy pensando que estaba usted tan interesado que quizás mejor que desayunar podemos seguir hablando de los recuerdos…
Cupido: No, por favor, eso luego… Desayunemos, si hay tiempo para todo…
Anciana: Parece usted un niño… ¿Tanto les gusta a los Cupidos comer?
Cupido: (Aún de espaldas) No, claro que no… Todos no… Hay quien se alimenta del aire. Yo no lo puedo entender pero así es… Ya sabes que hay quien cuando se enamora deja de comer y quien… bueno, tú ya lo sabes ¿no?
Anciana: (Tomándole del brazo para que le acompañe) Mida sus palabras, mídalas, que está en juego su desayuno… Igualito que un niño, igualito.
Cupido: (Mimoso, dejándose llevar…) Lo soy, un niño viejo con muuucha hambre. Con el estómago lleno, con renovadas fuerzas ya repasaremos después estos asuntos nuestros… Mujer, apiádate de un pobre y viejo Cupido hambriento…
8ª escena:
(Los dos actores se quedan de pie, agarrados por el brazo y quietos en el escenario. Voz en off de la Anciana)
Aquella mañana desayunamos y seguimos charlando… Comimos y seguimos charlando… Merendamos y seguimos charlando… Cenamos… y… se quedó a vivir. Como una es muy decente y era algo temporal, le tenía durmiendo en el sofá del salón… Pero me cansé de sus quejas y sus huesos de Cupido reumático y, al final, viendo que no se iba, le dejé quedarse en la habitación de invitados… Sí. Le tuve allí todo el tiempo que duró aquel ensimismamiento mío con el camarero del Café donde merendábamos todas las tardes… Aquel joven simpático que me robó la razón y el sueño. Y aunque la historia no duró demasiado, yo fui valiente y me declaré tal y como me dijo mi Cupido. Y acerté, porque VIVÍ durante aquellos meses, viví con mayúsculas más que en un buen montón de años anteriores… Así que se lo agradecí a mi Cupido todos aquellos meses en forma de comidas a cual más sabrosa…
(Los actores se dan media vuelta y charlando él se va andando hacia el silloncito y ella hacia la cama)
Anciana: ¿Le gusta mi comida?
Cupido: ¿Gustarme? (Mirando al techo) Moriría de puro placer saboreando estos platos.
Anciana: Hay que ver lo que le gusta comer…
Cupido: Y otras cosas, otras cosas también me gustan… y mucho.
Anciana: (Fingiendo enojo) Pero caballero…
Cupido: Ay, mujer, ni enamorada bajas la guardia… ¿Pero qué educación os daban…?
Anciana: Una muy decente.
Cupido: (Suspirando) En fin… Al menos os enseñaban a cocinar… ¡Y cómo os enseñaban!
Anciana: ¿No continuamos charlando?
Cupido: Sí, claro que sí…
9ª escena:
(Los actores en su lugar original: ella acostada, él subido a la cómoda con las piernas cruzadas. Callados. Voz en off de la Anciana)
Y aunque la historia con mi camarero joven y simpático no duró demasiado, la que llevaba paralelamente con mi Cupido sí duró. Porque yo me acostumbré a su presencia en casa, a sus quejas y a esas conversaciones interminables tan jugosas… Así que le engañé. Le engañé haciéndole creer que aún duraba mi enamoramiento, mi embelesamiento, mi dejarme mirar con aire decente, muy decente. Para que no se fuera. Me acostumbré a tenerle cerca y no le quería perder…
Cupido: (Mirando el reloj) ¿No es hora ya de desayunar…?
Anciana: (Echando para atrás la ropa de la cama) Hay que ver lo que le gusta a usted comer… Dese la vuelta, ya voy…
Cupido: No lo puedo evitar, me vuelves loco… Y cocinas tan bien…
Anciana: Ande… que cuando se pone zalamero…
Cupido: (Ya de espaldas) La verdad, los Cupidos no decimos más que la verdad, lo decimos con los ojos del corazón…
Anciana: Liante, que es usted un liante…
Cupido: Que va mujer, la verdad… Sólo la verdad.
(Mientras se alejan disminuye la voz de los actores, va subiendo la voz en off de la anciana)
Aunque muchas veces me preguntó si le engañé yo a él… o él a mí… para seguir mirándome.
(Se baja el telón).