Belén Gonzalvo

                                                                                                       Psicóloga y escritora

El mundo está cambiando continuamente desde siempre y, sobre todo, desde la aparición del ser humano. Sin embargo, la velocidad de dicho cambio se ha acelerado desde los finales del siglo XIX. Los inventos y la tecnología han colaborado de forma inequívoca a ello.

            Han surgido nuevos oficios, nuevas profesiones. Han aparecido nuevas formas de pensar y de actuar. Demasiadas novedades para asimilarlas según dónde y por quién. Desgraciadamente, son muchas las circunstancias y los medios necesarios para que todo el mundo acceda. Y la gente emigra de sus casas, de su tierra, porque tiene que seguir adelante. El progreso ofrece paladas de cal y de arena…

            Teruel es una de esas provincias que se ha visto obligada a un abandono en el que los pocos habitantes que permanecen resisten. La mayor parte de sus gentes partieron hacia otras tierras, que no eran las prometidas, para conseguir el acceso a nuevas oportunidades. Y dejaron atrás lo que los demás pueden tildar ahora de “viejo”.

            Surge una pregunta a la que es importante responder: ¿Podemos considerar denostado lo que dejaron allí? Por supuesto que no. La “España vaciada”, una denominación que ofende desde mi punto de vista, sigue contando con personas que perseveran y bregan día a día; y se hacen oír.

            Aquellos que un día partieron siguen perteneciendo a su tierra por muy lejos que se encuentren; mantienen sus raíces. El corazón y la mente son el extremo final de un hilo de seda invisible que les traslada a su origen de forma intermitente y sin un ritmo definido.

            Freud dio nombre a ese concepto: el sentido de pertenencia y, a partir de ahí, el sentido del ser: la continuidad espacio-temporal de la persona, el reconocimiento de la existencia de un ser humano que forma parte de un grupo.

            Tampoco podemos olvidarnos del apego, ese vínculo que se desarrolla en la familia, sobre todo con la madre, y que nos aporta seguridad.

            Turner estudió el sentido de pertenencia desde la existencia de un lazo afectivo que liga al individuo con un grupo de personas que comparten valores, costumbres, características…; yo quiero añadir calles y vocablos. En su día, participaron con su comunidad celebrando fiestas, yendo a la escuela, caminando, conversando. Aprendieron a leer y a escribir, a jugar al escondite; se dieron el primer beso… Experiencias que se atesoran como algo entrañable.

            También hay que incluir el concepto de señas de identidad, ese conjunto de características que conforman un grupo que lo diferencia ante el resto.

            Y, por qué no, comentar los mitos que cada comunidad comparte. Para Wallace, aspectos que reinterpretan los peligros que amenazan el bienestar colectivo que forman parte de la tribu y que se enfrenta a ellos a través de rituales.

            Zaragoza, Valencia, Madrid y Barcelona, entre otros destinos, se han “nutrido” de turolenses que un día partieron en pos de oportunidades y de progreso. Y las partidas continúan porque no se puede hablar todavía de igualdad de oportunidades.

            No va a ser menos con los escritores. Es un hecho que muchos poseedores de talento literario han tenido que mudarse. Desde sus lugares de destino nos deleitan con sus maravillosas combinaciones de palabras para llevarnos a través de su imaginación.

            La presente lista no está completa. Como nota a destacar, ninguno de los autores y autoras mencionados falleció o vive en su lugar de nacimiento.

 

  • Andrés Mayayo i Artal (Samper de Calanda, 1959). Ensayo. Historiador.
  • Ángela Labordeta (Teruel, 1967). Novela.
  • Angélica Morales (Teruel, 1970). Novela, poesía, relatos.
  • Benedicto Lorenzo de Blancas (Blancas, 1920-Zaragoza, 2010). Poesía. Filólogo. (Niké).
  • Braulio Foz y Burgos (Fórmoles, 1791-Borja, 1865). Ensayo, novela. Historiador y pedagogo.
  • Carmen Serna (La puebla de Híjar, 1924-Zaragoza, 2011). Poesía.
  • Concepción Gimeno de Flaquer (Alcañiz, 1850-Buenos Aires, 1919). Novela. Feminista.
  • Desideri Lombarte (Peñarroya de Tastavins, 1937-Barcelona, 1989). Poesia, teatro y novela.
  • Domingo Andrés (Alcañiz, 1525-Zaragoza, 1599). Poesía. Humanista.
  • Eloy Fernández Clemente (Andorra, 1942). Ensayo. Historiador.
  • Enrique Villagrasa (Burbáguena, 1957). Poesía. Periodista.
  • Francisco Javier Aspas (Teruel, 1966). Novela histórica.
  • Ignacio “Nacho” Escuín (Teruel, 1981). Poesía.
  • Javier Sierra (Teruel, 1971). Novela y ensayo.
  • Joaquín Adán Berned (Calanda, 1860-Madrid, 1895). Ensayos y relatos.
  • José Repollés Aguilar (Calanda, 1914-Barcelona, 1985). Novela y ensayo.
  • Juan Lorenzo Palminero (Alcañiz, 1524-Valencia, 1579). Teatro. Humanista y pedagogo.
  • Juan Villalba Sebastián (Sarrión, 1961). Ensayo, relatos.
  • Julián Casanova (Valdealgorfa, 1956). Ensayo. Historiador.
  • Luis Alegre Saz (Lechago, 1962). Novela, ensayo.
  • Luis Buñuel (Calanda, 1860-México, 1983). Poesía y cuentos. Cineasta.
  • Miguel de Molinos (Muniesa, 1628-Roma, 1696). Mística. Teología.
  • Pedro Laín Entralgo (Urrea de Gaén, 1908-Madrid, 2001). Ensayo, artículos.
  • Pedro Valero Díaz (Albarracín, 1630-Zaragoza, 1700). Erudito.
  • Rubén Sáez Abad (Teruel, 1978). Ensayo. Historiador militar.
  • Sebastián Roa (Teruel, 1968). Novela histórica y policiaca.

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