Mi hijo Daniel nació con una malformación genética que acarrea un severo retraso intelectual, entre sus consecuencias está que nunca podrá leer un libro, lo cual incluye todos los publicados por su padre. Sin embargo, le veo reír con los personajes de Bendita calamidad, película que contempla una y otra vez sin cansarse. Gracias a la adaptación cinematográfica de Gaizka Urresti puedo decir que, de alguna manera, mi hijo ha conseguido leerme.

Daniel fue el detonante de la primera ocasión en que uno de mis textos fue adaptado a otro formato. En 2005, tras leer 1863 pasos, Gaizka contactó conmigo para manifestarme su deseo de convertir en documental uno de los relatos, Un dios que ya no ampara, en el que abordaba el nacimiento de mi hijo y el proceso de descubrimiento de su discapacidad a través de un viaje físico y emocional camino del Moncayo. Pasaron cuatro años hasta que el director bilbaíno, afincado en Zaragoza, pudo rodar aquel cortometraje; ahí descubrí lo laborioso y lento que era el proceso cinematográfico, así como la inquebrantable voluntad de Urresti, desde el momento en que me convenció de que yo debía aparecer en pantalla, algo a lo que en principio me negaba. Según él, al tratarse de un trabajo documental no debía ser un actor quien ocupara mi sitio. Quería ser fiel a un relato escrito en primera persona y de forma muy visceral. Acepté a cambio de que incorporara al corto otras voces de padres y madres que hubieran pasado por la misma experiencia. Gaizka aceptó mi sugerencia y me demostró que era un hombre permeable a las opiniones ajenas, con quien se podía trabajar. Tiempo después, ya metidos en rodaje, comprobé que esa percepción era tan acertada como agotadora, pues el cineasta comenzaba a rodar cuando despuntaba el día y prolongaba la jornada hasta las últimas luces, en un proceso de planificación, ejecución, repetición que llegó a resultarme agotador. Bienvenido al mundo del cine, donde hay mucha gente alrededor y todo se corrige y se repite cien veces; tan distinto del solitario recogimiento del escritor.

Un dios que ya no ampara lo rodamos en julio, septiembre y noviembre de 2009 y se estrenó un año después. Para entonces a Gaizka ya se le había metido en la cabeza adaptar otro texto mío, una novela, Bendita calamidad. En medio se coló otra adaptación más inusual e inesperada: la de un relato mío convertido en canción.

Fue durante la Expo 2008, en el estudio que teníamos en el pabellón de Zaragoza, cuando el cantante Juako Malavirgen, al que había invitado al programa, se presentó con un libro mío de relatos, Una nube de periodistas, y me pidió permiso para trasladar uno de ellos al formato cantable. Por supuesto, me encantó la idea. El texto se titulaba Souvenirs y era la historia de una mujer que, después de cada viaje turístico, llevaba objetos de recuerdo a su suegra. Juako no solo estaba obligado a resumir la historia y hacerla rimar, además tuvo que cambiar el punto de vista de la narración ya que debía cantarla en primera persona, de tal modo que en su adaptación era la suegra quien viajaba y volvía cargada de objetos ridículos para su yerno. La canción apareció en el segundo disco de este cantautor satírico con el título de Recuerdos de mi suegra.

Bendita calamidad tardó mucho en arrancar como película. El proceso de financiación de un largometraje en España es muy complicado y además coincidió en este caso con los años más duros de la crisis. A mí llegó a parecerme imposible que el proyecto cuajara, pero la constancia de Urresti fue determinante para que por fin el 14 de julio de 2014 comenzara en Litago el rodaje de Bendita calamidad. Seis días después, su protagonista principal, el actor Álex Angulo, fallecía en accidente de tráfico.

Remontar esa tragedia fue algo heroico por parte de todo el equipo. En principio se pensó que era imposible, que la película ya no se haría. Un rodaje conlleva una logística muy complicada y muchas personas que deben trabajar en unas fechas concretas y no pueden hacerlo en otras; era el caso de Carlos Sobera, que tenía comprometidas dos semanas para el rodaje, pero no disponía de otras fechas debido a sus compromisos televisivos. Encontrar un actor disponible en esas fechas, que aceptara sustituir al fallecido y estudiara el guión a toda prisa, se antojaba un reto imposible. Pero apareció Luis Valera. Estaba libre, tenía amistad con otro de los protagonistas, Nacho Rubio, con quien había coincidido en Camera café, y aceptó el desafío. El rodaje solo estuvo paralizado dos semanas, se cambió el orden inicialmente previsto y todo llegó a buen fin. Aun siendo una película modesta, la página oficial del ministerio que recoge la venta de entradas, y que cualquiera puede consultar en internet, refleja que Bendita calamidad tuvo entre 2015 y 2016 cuarenta mil espectadores que pasaron por taquilla. En la ciudad de Zaragoza estuvo catorce semanas en la cartelera.

La película adaptó libremente la novela, introduciendo cosas que no estaban y suprimiendo otras que no cabían en el metraje. Todos los cambios me fueron consultados por su director, también guionista en este caso, y me parecieron razonables. El espíritu de la novela, que tenía algo de tebeo, de personajes de cómic, de historia sin más pretensiones que reír un rato, se mantuvo en todo momento. Prueba de que estoy  satisfecho es que presumo a menudo de mi cameo, una breve escena en la que se me puede ver vestido de Guardia Civil. En una adaptación no me interesa tanto la fidelidad literal al texto como que se capte su esencia, y en el caso de Bendita calamidad siento además que la película es complementaria de la novela, que le añade cosas que actualizan el libro, no en vano se rodó veinte años después de su publicación, y estoy particularmente orgulloso de que haya servido como lanzamiento del actor Jorge Asín, que ya era muy famoso en Aragón, pero a raíz de su deliciosa interpretación de Anselmo, según él mismo ha comentado, le llamaron para otros proyectos que poco a poco le han abierto importantes puertas en el cine español.

Como espectador, recuerdo dos casos célebres en que los autores renegaron de las adaptaciones de sus novelas, en dos libros muy apreciados por mí. Graham Greene consideró traicionado El americano impasible en la versión cinematográfica de Joseph Mankiewicz y estoy de acuerdo con él porque en este caso el director retorcía el carácter de los dos protagonistas principales, el periodista británico y el diplomático americano, con evidentes fines propagandísticos. Javier Marías protagonizó una ácida polémica a través de el diario El País con Elías Querejeta y Gracia Querejeta por la adaptación de su novela Todas las almas, convertida en la película El último viaje de Robert Rylands; en este caso, sin embargo, habiéndome gustado mucho la novela, también disfruté con la película y entendí que con ella la directora no pretendía compendiar todo el libro, sino coger solo una parte de él y centrarse en un pequeño grupo de personajes. Tanto Graham Greene como Javier Marías se sintieron traicionados, algo que comprendo en el primero, pero no tanto en el segundo, aunque obviamente respeto el juicio del autor pues aquí solo hablo como lector y espectador. Otro ejemplo que me gustaría comentar es El nombre de la rosa. En este caso leí la novela con cierta dificultad, se me hizo insoportable en algunos tramos, y sin embargo la película me pareció un gran producto de entretenimiento, quizá no tan culta como la obra de Umberto Eco, pero digna e infinitamente más cautivadora y accesible.

Mientras escribo estas líneas me llegan por correo electrónico las primeras pruebas del último texto mío que está en proceso de adaptación. Se trata de la novela Alerta Bécquer cuya aparición en formato de cómic está prevista para la próxima Feria del Libro de Zaragoza. La idea fue de Daniel Viñuales, dibujante y director de GP Ediciones. Cuando lo propuso, me fascinó la idea; más aun al decirme que el encargado de trasladar mis personajes a dibujos sería Juanfer Briones, ilustrador cuyo estilo se enclava en la llamada “línea clara”, un detalle importante para alguien como yo que asocia algunos de los momentos más felices de su infancia con la lectura de los álbumes de Tintín. Como en ocasiones anteriores, no me he inmiscuido en el proceso de adaptación del libro y he mostrado mi fascinación al ver las primeras viñetas con los protagonistas que imaginé convertidos en estilizados galanes. Escapan de las páginas de la novela para vivir otra vida en un nuevo formato. Como ocurrió con Un dios que ya no ampara, Souvenirs y Bendita calamidad, cada nueva adaptación me parece una suerte, un regalo, un auténtico premio a las horas que invertí escribiendo esos relatos.

 


Para conocer más del autor:

http://www.miguelmena.com/
https://es.wikipedia.org/wiki/Miguel_Mena


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