Belén Gonzalvo
Escritora de novela, relato, microrrelato, ensayo y poesía

Piedras y palabras solitarias

Por Belén Gonzalvo
“El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad”.
Gabriel García Márquez, Cien años de soledad, 1967

La soledad es una circunstancia que se percibe como negativa. Normalmente, implica la carencia de contacto con otros seres humanos. Y soledad es lo que transmiten los pueblos abandonados de la provincia de Huesca; hay más de trescientos. La construcción de pantanos y la falta de servicios básicos (electricidad, agua, accesos…) ha repercutido notablemente de forma negativa.

Entre ellos, podemos nombrar a Ainielle, Arasanz, Berroy, Escuaín, Finestras, Grustán, Binueste, Rocafort, Frontiñán, Yosa de Garcipollera, Paternoy… No es cuestión de incluir la relación de todas las localidades que se han convertido en parte del paisaje.

La soledad de las piedras nada tiene que ver con la de los seres humanos que buscan saciar su necesidad de pertenencia (tercer nivel de necesidades de la teoría de Maslow). Ellas no se sienten aisladas ni padecen la falta de calidad de sus vínculos. Tampoco tienen que buscar un sentido a su lugar en el mundo o a sus experiencias.

Son las personas las que buscan compañía, pertenencia, el sentido de sus vidas…

Según la psicología, la soledad es un fenómeno que engloba diferentes aspectos de la persona como consecuencia de carencias reales o ficticias, pero percibidas de forma subjetiva; por lo tanto, tiene lugar en su mente. Dichas carencias son afectivas, sociales y/o físicas. La repercusión en el ser humano puede ser brutal en su cuerpo y en su mente. Y hay riesgo de muerte.

Esta ciencia indica tres tipos de soledad: la social, cuando la persona se siente alejada; la emocional, cuando los vínculos no cubren las expectativas del sujeto con respecto a su calidad; y la existencial, cuando las experiencias vitales o rutinarias carecen de sentido.

Si hablamos de tiempo, nos encontramos con la soledad crónica que persiste sin solución aparente, la situacional que aparece ante situaciones concretas como un divorcio o la muerte de alguien cercano y la transitoria que acaece durante breves instantes para después desaparecer.

Existen varias teorías al respecto, pero no es el objetivo de este texto exponerlas. Como nexos de unión entre ellas, se entremezcan la percepción, la subjetividad y las vivencias trascendentes.

La soledad ha sido una constante en una buena parte de la literatura. Historias de soledades con protagonistas masculinos y femeninos nos han hecho vibrar. Sus renaceres, sus encuentros con otras soledades… nos han llegado al corazón y a la mente. Agotamiento, aislamiento, inquietud y abatimiento son descritos en los libros. Seres humanos que se desesperan, que buscan a otros seres humanos, que buscan su destino… ¿No puede ser el amor la búsqueda de una compañía para toda la vida?

Existe lo que se llama “novela existencial”, donde podemos seguir los razonamientos y el análisis de circunstancias extremas hasta que se encuentra un camino a seguir, un objetivo que perseguir. A veces, el final es trágico.

Las piedras solitarias de los pueblos de la provincia de Huesca nos podrían contar historias cotidianas o trepidantes, aventuras y rutinas… Bien lo saben los escritores y las escritoras oscenses que escriben en soledad y describen la soledad.

“La soledad me obliga a enfrentarme cara a cara conmigo mismo”, escribió Julio Llamazares en La lluvia amarilla (1988). Este libro se convirtió en un símbolo del abandono de los pueblos, del éxodo de sus habitantes hacia otros lugares que ofrecían un futuro mejor entre 1930 y 1960. Andrés, el protagonista, último superviviente de Ainielle, ofrece todo un diálogo interior sobre sus circunstancias.

Hay más textos:

 

“Que te espera alguien en algún sitio es el único sentido de la vida, y el único éxito”.

Manuel Vilas, Ordesa (2018).

“Necesitaba esta sola, aunque solo fuera por unas horas. Tal vez por la mañana viera las cosas de otra manera”.

Luz Gabás, Palmeras en la nieve (2012).

“Una mujer que siente soledad y abandono, que vislumbra el camino inevitable hacia la muerte”.

Extracto de la presentación de Antonio Villanueva del libro Bocetos de mujer (2009), de Encarnación Ferré.

Ramón J. Sender, mientras vivió en Estados Unidos se volvió solitario, y tampoco hablaba con personas del mundo académico. “Señor, lo siento mucho pero no puedo atenderlo”. Durante diez años Sender se carteó con Carmen Laforet.

Puedo contar contigo. Correspondencia, (2019).

“Estar asomado a esta ventana en cierto modo, es como estar en una trinchera y asomar la cabeza, esperando que aparezca el enemigo. Aquí, sin embargo, no hay enemigos. Ni amigos ni enemigos, sólo silencio y soledad”.

Javier Tomeo, El hombre bicolor, (2014, póstumo).

“Hombre sin objetivo vital atraído por la publicidad”. Mariano Gistaín describe la soledad frente a la tecnología.

Mariano Gistaín, Se busca persona feliz que quiera morir, (2019).

“Todo era claridad y silencio sobre el siseo del oleaje que besaba el costado del camarote. Allí, aislados y casi únicos, saboreamos una extraña quietud”.

Ramón Acín Fanlo, Somontano 36, en Hermanos de sangre, (2006).

Los personajes claman desde la soledad, desde el tiempo, desde la mente…

Aunque no todo es negativo. La soledad también puede ser una circunstancia que nos permita encontrarnos con nosotros mismos y conocernos, tal y como se grabó en piedra, en el Oráculo de Delfos: “conócete a ti mismo”.

Y nada mejor para aprender a dialogar con nuestro yo que la literatura que proviene de la provincia de Huesca.

La siguiente lista no está completa:

  • Ramón Acín Fanlo (Piedrafita de Jaca, 1952), novelista, ensayista, crítico literario y editor.
  • Julio Alejandro (Huesca, 1906-Jávea, 1995), poeta, novelista y guionista.
  • José Antonio Adell Castán (Tamarite de Litera, 1955), novelista (principalmente, temática aragonesa) y articulista.
  • Sandra Aragüés (Huesca, 1977), cuento infantil.
  • Pepín Bello (Huesca, 1904-Madrid, 2008), novelista.
  • Carmen Bandrés (Jaca), novelista, poeta y periodista.
  • Domingo Buesa Conde (Sabiñánigo, 1952), novelista, ensayista.
  • Encarnación Ferré (Monzón, 1944), novelista.
  • Mª Jesús Fuentes (Fonz), novelista y articulista.
  • Luz Gabás (Monzón, 1968), novelista.
  • Manuel Gil Novales (Huesca, 1928-Barcelona, 2018), novelista, dramaturgo, traductor.
  • Mariano Gistaín, (Barbastro, 1958), novelista y periodista.
  • Ismael Grasa (Huesca, 1968), novelista.
  • Óscar Latas (Huesca, 1974), novelista (en aragonés).
  • Lucas Mallada (Huesca, 1841-Madrid, 1921), ensayista.
  • Juan Carlos Marco (Fonz, 1969), novelista y poeta (principalmente, en aragonés).
  • Domingo Miral y López (Echo, 1872-Zaragoza, 1942).
  • María Otal (Huesca), poeta.
  • Mariano de Pano y Ruata (Monzón, 1847-Monzón, 1948), ensayista.
  • Joaquín Sánchez Vallés (Huesca, 1953), poeta.
  • Ramón J. Sender (Chalamera, 1901-San Diego, 1982), novelista.
  • Óscar Sipán (Huesca, 1974), novelista y editor.
  • Javier Tomeo (Quicena, 1932-Barcelona, 2013), dramaturgo, novelista.
  • Manuel Vilas (Barbastro, 1962), novelista y poeta.

Belén Gonzalvo


GRACIAS POR ACEPTAR nuestras cookies, son simplemente para las estadísticas de visitas en Google.

Ver política de cookies
 
ACEPTAR

Aviso de cookies
Ir al contenido