Plamen Dóinov (Razgrad, 1969) es poeta, dramaturgo e historiador literario. Licenciado en Historia y Culturología por la Universidad “San Clemente de Ojrid” de Sofia con un Máster de Historia. Es doctor en Teoría e Historia de la Literatura y en Ciencias por la Nueva Universidad Búlgara de Sofia, donde ejerce como catedrático de Teoría e Historia de la Literatura y titular del Departamento de Nuevos Estudios de Literatura Búlgara. Ha sido director de la Casa Nacional Estudiantil de Sofia y es redactor veterano del semanal Periódico literario. En los años 90 crea el Teatro Literario del Autor (ALT), en el que los autores presentan solos sus textos. A principios del siglo XXI empieza las acciones “plenairismos poéticos” durante las que los poetas crean textos “de naturaleza” en una escritura colectiva al aire libre —en Sozópol, Gran Tárnovo, Sofia, Monasterio de Rila y otros. A principios de 2016, Plamen Dóynov proclama la plataforma “Poesía política nueva”. Es autor de los poemarios Grito de rayos (1991), Post festum. Inscripciones y poemas (1992), El amante y el Maestro (1993), Los jardines colgantes de Bulgaria (1997), Mistificaciones (1999, 2000), Historias verdaderas (2000), Café-poemas (2003, 2005, traducido en Francia y Hungría), Sofia Berlín (2012) y Baile de los tiranos (2016). Es también uno de los autores-compiladores (en colaboración con B. Pénchev, G. Gospodínov e Y. Eftímov) de las colecciones Crestomatía búlgara (1995) y Antología búlgara (1998). Es autor de cuatro obras de teatro y de las investigaciones literario-críticas Literatura en el entre-siglo. Mirada hacia la literatura búlgara 2000-2003 (2004); de los dos tomos La poesía búlgara a finales del siglo XX (2007); de El socialismo búlgaro: 1956, 1968, 1989 (2011, Premio Nacional “Jristo G. Dánov” del Ministerio de Cultura y del Ayuntamiento de Plóvdiv); de El nombre de la poesía: Nikolai Kántchev (2016); de Generación y poesía. 1956-1989 (2018), y otros. Ha sido galardonado con una “Cruz de oro” para aportaciones en el campo de la cultura, otorgada por la Republica de Hungría (2013). Es vicepresidente de la Asociación de Escritores Búlgaros y ha sido miembro del jurado de los premios nacionales “Helicón”, de prosa; de “Los Slavéikov”, para un poema lírico; de “Iván Nikólov”, para poesía, y de “Askeer”, para dramaturgia búlgara. Participa y consulta proyectos nacionales e internacionales y dirige colecciones editoriales.
ESCUELA EUROPEA DE DESTIERRO
Aquí ninguno conserva el nombre. Es una legión.
En los abarrotados dormitorios escolares de una pensión
afluyen todo tipo de notables e indolentes
de las provincias europeas: amontonadas gentes.
Aquí cada uno empolla únicamente la carente lengua afamada:
de irse y hacerse otro, de olvidarse para nada,
de deletrear el alfabeto de la desaparición, de musitar
la lección sobre la despedida (sin sangrar),
asiduamente leer hasta el fin los capítulos ignotos
de todo libro fabulosamente patriótico,
para prosperar hacia el exilio más ideal,
para recitar de memoria “¡Adiós, país natal!”,
mientras recuerda: el fin no tiene fin…, por lo general.
Como bellos peces nuestras voces mudas luchan,
en el acuario de nuestra ventana escolar, escucha:
—Ya que Inglaterra no quiere aquí tal basura, me espera la Australia llana.
—Ya que Francia desea paz, me largaré por el camino de la Guayana.
—Ya que Portugal no soporta guiñapos, hacia Mozambique de una patada.
—Ya que en Rusia todo es posible, Siberia me cubrirá como una llaga en la llegada…
Aquí cada uno aprende solo: por Londres no soñar, por Paris no sufrir,
no soñar con Lisboa, ni a San Petersburgo presentir…
Hacia Sofia —ni hablar—… Y heme aquí: sin que nadie me señale ni me diga: ¡Mira!
Sé desvanecerme en el sueño de los Battenberg o los Coburgo; no es mentira.
Aquí, de entre la clase, soy el áureo alumno de diez exacto,
mas cuando dicten, no me hallaré presente en tal acto.
Ya que soy búlgaro y no hay salida
(sin colonia alguna, el mar cerrado y retraído),
yo me convierto en el genio desterrado de Europa,
invento el diluvio de mi desaparición propia:
Y no estoy aquí —hacia el turbio principio ya parto—,
con anticipo abandono mi desolado barco
y en algún lugar lejos de mí mismo, en una isla de olvido
cimiento el estado tropical más aislado de la vida.
PEDIR LA MANO EN LA RED
—¡Hazte mi mujer! ¡Despósame!— le implora.
Ya francamente todo lo hemos compartido.
Tú eres un poco cruda, yo ya estoy bien cocido.
Estoy soñando tu verdadero nombre a cada hora.
Haremos juntos todas las cosas importantes,
nos avistaremos a través de las pantallas,
nos silbaremos con el mismo teclado,
y limpiaremos las postreras telarañas,
resplandeciendo como peces hostigados,
en la devota red en que se esclavizan los amantes.
Creo que en mi agenda aún está tu dirección,
solo hazme una señal: tres toques en la pared
y nos juraremos el amor más secreto,
vendré por el cable —cual peregrino viento—,
nos chatearemos en vísperas de Pascua de Resurrección,
pondremos “me gusta” en las noches con luna en la red,
haremos el amor prolongando todo alfabeto
latino, cirílico… hasta quedar sin aliento.
Inventaremos nuestro juego irreductible,
nadaremos luego hacia arriba, hacia cierta…
Y si allí muero —en la ingravidez más apacible—,
¡deja la ventana de mi ordenador abierta!
UN EMBRIÓN, ANTES DE DORMIR, PIENSA
—No, no voy a nacerme—.
Aquí hace calor y se está tranquilo.
Esta cuna en las tinieblas
es mejor que una cárcel clemente.
Fuera llueve desde hace trescientos siglos,
afluyen helados los torrentes,
me esperan ojos umbríos,
me preparan un nombre frío
y una acogida indiferente,
un corral para un bebé enrejado
que se aqueja de mal de mar,
sonajeros deformados,
y biberones secos y vacíos
—no voy a verlos, no los voy a mirar—.
Como nadie me ha amado,
con alivio respirarán,
y raudo caerá en el olvido
aquel que no es recordado.
Si nunca nadie me ha visto,
si soy o no soy es lo mismo.
No hay dolor, no hay drama,
no hay cuerpo, no hay nombre,
lo importante es ser nada,
lo primordial es no haber sido,
así habrá amor en la tierra
y habrá sol sobre el planeta.