Dime, Miguel…
Señor
heme aquí despoblado surgiendo entre los pájaros.
Ya ha sonado la hora en las quietas aguas de mi centro
mas yo permanezco abierto a la espesa influencia
de los antiguos soles que manaron los muertos.
Miguel Labordeta
Dime, Miguel, ¿quién eres tú?
En un tiempo de olvido, las ciudades
o los nombres de las cosas sencillas,
poco importan, opacas se nos vuelven
a los ojos y en el aire, invisibles
van y vienen por senderos de sombras,
se acomodan en la lluvia rebelde
todas ya sinfonía de naufragios,
como lo fuera el principio en los juncos
a orillas del Ebro, perpetuamente.
Dime, Miguel, ¿quién eres, en qué lugar
naciste?, ¿quién engendró tu voz de agua
y bosque, recién sembrada la tierra?
¿Quién eres, dime, acaso luz de otoño
en la nevada cima del Moncayo,
cósmica visión del mundo, violenta
plenitud en carne y alma, quién tú?,
anárquico y preciso en melodías
de surcos y de arado, alto ciprés
que crece en camposantos solitarios
y al cielo, libre, remontas el vuelo,
silencioso, consumado y abstraído,
resucitando en luz una vez más,
si acaso viento que te lleva preso
a la cima enramada de los pájaros,
al abismo secreto de la tarde.
Dime, ¿quién eres tú?
en este día y hora, dime, ¿cuál
es el color de la palabra, el tiempo
de la espera para seguir hablándote
en susurros, lentamente, Miguel,
dime, por qué me alcanzas con tu voz
y me asaetas el corazón todo,
como si por última vez la aurora
su luz prendiera en las aguas del Ebro?
Dime, ¿quién eres tú?
Miguel me llamo dices en respuesta,
soy hijo del agua y de estos campos,
fruto del aire que arremansa el silbo
en los labios de la noche más fría,
en las fértiles huertas y la piedra
sonora; fiel hermano de los hombres,
canción del bosque y de las aves, sombra
que encandila los días de verano,
vida y muerte en las nevadas montañas,
el último silencio en la llanura.
Dime, Miguel,
¿a qué orilla del Ebro yo te espero
para siempre vivir en tu presencia
y a los ojos del mundo complacido?
Dime, Miguel, ¿a qué hora el abrazo
más fervoroso y puro,
inextinguible?
Dime, Miguel…
© José Antonio Santano
Aguadulce, octubre 2021