La magia de los días que se fueron
no es real. Esa luz
que ahora ciega las pupilas
—celada oculta de la noche—
esquiva aristas.
El ayer se perdió en la bruma
olvidada de los relojes,
pero te dejas deslumbrar
por el asombro del amanecer
en este día de verano.
Una sola palabra
cubre los besos,
una mano de luna para ocultar el sol.
Nadie puede encerrar la mirada de un niño,
no se puede atrapar su cálida sonrisa
ni sembrar ruinas
en el nocturno campo.
La lluvia preguntó al desierto
por el jardín de las raíces:
silencio.
Estaba demasiado ocupado
en destruir dunas
y levantar fronteras.
En esperas calladas
se esconden versos,
caricias cegadas por un estruendo
de niebla.
Lágrimas de arena
en declives de cielo.
En mitad del andén
de la ignorancia
hay una voz
que clama auxilio,
pavor en el vagón
difuminado de la tarde.
Si algún día te atrapa
la red de los pescadores de lazo
pensarás que la vida es indolencia.
Llegará la luz y tu mano
abrirá las almenas
que las ramas cerraron
para que olvidaras tu mapa.