Bibliografia
EL VIENTO DE LAS PANOJAS
A Juan Manuel Puente
Para hacer nuestro el cielo que nos cubre
nos hemos detenido aquí, en lo alto,
instigados por una sensación
de plenitud difícil de ignorar;
hemos interrumpido nuestro viaje
para anular el tiempo y su deriva
y hacernos uno en la existencia plena,
en lo que vemos y en lo que sentimos.
Y no es improvisada esta mirada
que confía en lo eterno del instante,
viene del fondo de nosotros mismos,
de una niñez lejana, sin memoria
y se adentra en la noche de las cosas,
sabiéndolas de todos, usadas, al alcance.
Duerme el valle. Sacude el viento las ventanas
atrancadas, los olmos aún enaltecidos,
las plantaciones de maíz marchito.
Su música nos baña como fresco
aguacero a última hora de la tarde.
Anida en nuestras manos que se agrupan
y son cepo y sostén del invisible
ángel de la amistad reaparecida.
Está serena el alma y no nos mueve
más deseo que el de exaltar las horas
que vivimos sin prisa, demorando el vigor
que la noche sin nubes nos infunde.
Nos vemos juntos en el universo
uno, conformes, sí, con ser presencia.
Panojas esparcidas sobre la tierra seca
y en el aire el polen que multiplica
nuestro júbilo. Estar como si ahora
fuera un siempre, palpando
la realidad que nos ampara y colma
es lo que demandamos. Que se seque
la negra flor de la nostalgia. Ahora
y en la hora de nuestra muerte. Amén.
De Sol de resurrección (2009)
INSULAR
El brillante aguijón de acero ensarta
en la erizada cúspide su punta
fría. Se arquea el rosetón morado
igual que caña joven si el sol vierte
sobre la corva quilla su dulzura
de fuego desmayado. Con arena
y viento juegan voluptuosos silbos
sobre la transparente cruz labial
que se enriza en la toalla volandera.
¿Espera, duerme o sueña? No delatan
sus párpados cerrados mansedumbre
o fervor, baratija o diamante la exacta
joya que centellea en el ombligo.
La carne dolorida es sinsentido
en la conciencia de este ser alerta,
puro gesto el candor de su abandono.
Porque su voluptuoso cuerpo absorto
como una sombra inmóvil,
la cumbre impúdica del seno absuelto,
el cordón que recorre la cintura
no son castigo sino viva diana
que exalta la mirada, claridad
de un cielo inmerecido que se muestra
tan sólo a mis alborozados ojos
en su alta novedad, en su desnuda esencia.
Ciegos los otros, cómplices de nadie.
De Sol de resurrección (2009)
DIDÁCTICA
Éste no es poema de resurrección.
El cuerpo segrega sus jugos
y luego desaparece.
Éste es un poema de insurrección
contra el yo.
HENRI COLE
¿A quién contemplo cuando me miro en el espejo?
¿Puede la imagen de alguien que ha perdido
su propia identidad desfigurar
la imagen verdadera
de quien se observa cuando ya nada significan
para su piel la noche o el día y es todo
un temblor de inconstantes formas? ¿Es el otro que habita
en mí quien me imagina y me destruye
al inventarme? ¿O es la inconsciencia acaso
ese espacio ingrávido en donde flota
el yo eventual, un molde hecho añicos,
un limbo donde ángeles desorientados
se transforman en locos saltimbanquis?
Tal vez toda pregunta encierre en su interior
la respuesta, y desentrañarla sea
una entelequia, como nadar sin agua.
A duras penas saco alguna conclusión
definitiva. Lo que los demás creen que soy
es sólo una porción de la verdad,
existe sólo en esa idea de mí que se respalda en ciertos actos,
ajenos a mi voluntad, cuando son metabolizados
por el tiempo o la amnesia.
Ciertas expectativas se convierten
en costumbres. Soy yo y soy otro
simultáneamente. Un hombre fustigado
por incongruencias y vacilaciones
morales que se arroja a los abismos
de su existencia, uno que vence el miedo
y soporta el destino con la fe
en sí mismo que le otorga la experiencia
o tal vez sólo un hombre que precisa
un consejo, un mentor justo como Virgilio
para explorar la zona del infierno en que vive.
Esperar es creer en el futuro.
Tengo una apremiante necesidad
de comprender la causa de mi pesimismo,
no la encuentro en las falsas profecías
de los videntes ni en ese vacío
que ha dejado en mi alma un dios ocioso.
El mundo que construyo con palabras
es tan veraz como un autorretrato
pintado desde un ángulo visual
incorrecto, quizá por esa causa,
por renegar de todo,
al mirarme de nuevo en el espejo
—“este soy yo, pensaba, el centro del poema,
un precario arquetipo de la inmortalidad
que se volatiliza al cesar la escritura”—,
comprobé que lo que aparecía
en él no era la luz que yo irradiaba,
sino una falsa claridad que daba
vida a la idea que los otros tienen
de mí, a la que yo me acomodaba
involuntariamente, por una equivocada
sensación de que mi felicidad
de entonces me garantizaría
inmunidad perenne
frente a la corrupción del deseo
y las frivolidades de la memoria.
De Ahora es la noche (2015)
SOUNION
“Y cada piedra que pisábamos ensangrentada por el crepúsculo”
CHARLES SIMIC
El calor sofocante de la tarde
castigaba los pies de los viajeros,
ya impacientes por el retraso
del autobús, bajo la marquesina
descolorida. Apenas llegaba aire
a mi cerebro y la incertidumbre
se adhería a las células que activan
los sentidos igual que un enojoso
parásito o la mala reputación congénita.
La imagen instalada previamente
en mi memoria se fue haciendo
realidad ante mis ojos,
como sucede a veces con los sueños.
Contemplé, como si en la luz quedaran
suspendidas, las formas celestiales
de las columnas que hacia el distintivo
estival ascendían desde una cota opuesta
al estilóbato, vi cómo ceniza y sombras
se internaban, arriadas sus velas, en un mar
dócil, amansado, cárdeno, sólo mío.
Por un momento el mundo se detuvo.
y mi precipitación me inclinó
a suponer que nada de aquel instante
cambiarían los años, ni siquiera
el violentado friso, repuesto en la memoria,
ensangrentado por el crepúsculo,
que unos días después menospreciaba.
Pero cuando contra mi piel
repercutió el canto de los pájaros
y se ahormaba contra el fuste
quebrado de pilastras confinadas
en un drenaje casi sumergido
la espuma de las olas, el inmortal verano
me supe un dios caído a quien pronto
la juventud que entonces disfrutaba
usurparía su soberanía, como a un ingenuo
narciso, sin integridad ni gloria.
Ahora, satisfecha la deuda contraída
con mi yo de aquel tiempo al escribirlo,
varias fotos en blanco y negro
que decoran los últimos peldaños
de la escalera de la nueva casa,
preservan del olvido esta desviada
sensación de melancolía. Yo las observo
cuando subo al trastero, con un fervor convencional
tan similar a la de quien observa
en la vitrina una distribución
de extravagantes lepidócteros
que temo, muchas veces, confundirme.
De Ahora es la noche (2015)
ROTACIÓN
“
Expulsados con saña de alamedas
públicas y de plazas con estatuas
y jardines por un sofisticado
artefacto que emite unos graznidos
desenfrenados e intimidatorios,
pájaros hostigados atrozmente,
inquietos estorninos se acomodan
en un poblado y tenso cable eléctrico
que corre paralelo a la costa afilada.
Me observan con cautela cuando avanzo
hacia ellos, a zancadas, ya familiarizado
con el entorno, aunque me desentienda
de su alboroto, porque sólo quiero
ver desde el borde del acantilado
las olas batiéndose contra esos farallones
semihundidos que tanto se parecen
a cuerpos recostados de pesados mamíferos.
Esa era mi intención, aunque se sientan
vigilados y su temor
acentúe el instinto de la especie.
Considero la idea de que asocien
mi ocasional presencia con un riesgo
verosímil y son, por esa causa,
presa de un pánico precipitado,
igual que le sucede a un exconvicto
cuando se adentra sin querer en zonas
que frecuentan agentes policiales de servicio.
Quietas están mis manos, y mis pasos
no se detienen junto a la bandada
vigilante, tan sólo trato de atravesar
el campo abierto para llegar a mi destino,
disfrutar del paisaje y describirlo
más tarde, en el papel, en donde intento
explorar lo que oculta al otro lado
el lúgubre horizonte,
en el vértice más lejano, cuando
una luz espectral traza la cinta gris
que aísla lo vivido de lo aún por vivir.
¿De qué les sirve entonces levantar
violentamente el vuelo, agitando sus alas
en el aire enlutado que se extiende
ante mí, hacia el refugio más cercano,
si la sospecha, como una red invisible
supeditará todas sus acciones,
hará inútil el permanente éxodo?
No quiero ser un pájaro
común de la bandada, alguien sin pensamientos,
intimidado por las circunstancias
vitales que padece, alguien sin propiedades
particulares, sólo preocupado
por saciar su ansia de agua y comida, por resguardarse
de la lluvia y del frío, pero si fijamente
me miro en sus vivaces ojos, distingo la silueta
de un animal salvaje borrándose en la lejanía,
como un fantasma o un alma en pena.
De Ahora es la noche (2015)