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Carolina Millán

 

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Atracar mi barco en los confines del mar de tu cuerpo,
colonizar las tierras agrestes que conforman tus verdes pastos vírgenes,
y coronar las montañas que se erigen blancas sobre tu terreno sin explorar.
Ese es mi deseo.
Anclar en ti y levar mi vela en tu puerto desconocido.
Recorrer tus caminos sin sendas para descubrir los secretos de tu país inédito,
esperando ser sitiado.
Avanzar en tu paso y hacerme un hueco en tu travesía,
construir mi fuerte sobre ti, acotar tu territorio y sitiar tus flancos.
Surcar las angostas pistas de tus hemisferios hasta dar con los pétalos de tu rosa,
y asentarme sobre tus dominios, para hacerlos nuestros.

 

 ***

 

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Fuimos un suspiro en el aliento de un moribundo
que espera el cierre final de su persiana sin esperar.
Lo que dura una calada en la garganta
antes de ser aspirada por los pulmones.
Agría, amarga, contaminada.
Humos inhalados que nos fueron fracturando
poco a poco, en cada pitillo.
Nos ataba la adicción. Nos fumamos,
nos respiramos, nos matamos.

(Nada es eterno)

 

***

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Ya sé que no estás, y aunque amaneces cada día
bajo la ardiente estela de mi piel y sigues despertando
irremediable el deseo de volver a sentirte cerca,
no sé cómo llegar a ti.
Te escribí un poema mojando la pluma en mi sangre
para dibujar las venas que le faltaban al papel,
que nos faltaron a nosotras.
Te recordé con la sed con la que el vagabundo
relame su brick de vino, en aquellas noches que creí
ganar una batalla que jamás volví a encontrar.
La he buscado entre todas esas botellas vacías
que guardo en el congelador por las alegrías que no celebramos,
entre los posos de café que no tomamos,
y entre las horas del reloj que nos faltaron.
Apenas me cruzo por las habitaciones
con las caricias que no me dedicaste,
las fotografías que no nos hicimos,
y el calendario que nunca marcó nuestro aniversario.
En esa inseminación artificial apunto cada día de tu falta.
Simiente que nunca se hará semilla.
Ni un solo “lo siento” tuvo la osadía de mirarnos a los ojos.

 

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