A Leo Zelada
En el quehacer demiurgo
La única poesía es el silencio
revelador,
el espacio ignoto y el tiempo
suspendido.
Nada hay imposible:
caminarás sobre los signos.
El verso deviene en llama
cegadora y mortífera.
He ahí el poema:
manifestación pura.
Hechizo y magia del lenguaje.
Verso: palabra y memoria.
Sentir primero y último.
Voz y gesto de lo todavía por decir,
que como afilado cuchillo de cocina
abre tu piel, poeta;
y rasgará la tuya lector.
***
A Jaime Siles
Allí deja de ser allí
cuando es aquí.
Explicar el poema
no se puede:
es volver a escribir.
Es el lector quien
reescribe, da fe
y el poema es.
En cuanto que leído
el poema es pensado,
por tanto se puede decir:
¡hágase!
En cuanto que pensado
el poema es escrito,
por tanto se puede decir:
¡imprímase!
¿Si el poema es metáfora,
de qué es metáfora el poeta?
(… una cuarta persona gramatical que sería la instancia de discurso de la persona poemática, que casi nunca coincide con la real. Siles dixit)
***
A Nacho Escuín
El sueño del poeta te nombra, olvido:
¿Por qué están los versos confinados en el poema,
si cuanto más se alejan, más ligados están?
¿Estamos en realidad ante el poema,
o la identidad individual de la poesía ya no importa?
¿Dónde anida la nobleza intrínseca del poema?
¿En el lenguaje sereno o en los ecos que le permiten
llenar el espacio y el tiempo?
Todo poema es un diálogo con la muerte.
O, tal vez, el recuerdo de su paisaje
que se convierte en imagen y metáfora
de la lectura del mundo. Vestigios eclipsados.
El poema no deja de ser el escenario
en miniatura que luego el lector ilumina.
El poema para ser no debe dejar escapar
la emoción, la luz, ni la verdad. Debe estar
tejido con verso prensil. El sueño del poema
te nombra, olvido.