ORUÑA
Es terrible nacer
con la conciencia de una idea difusa
y de unos Dioses
que hablan de abrazar a la muerte
contra el pecho.
Es terrible nacer
con la imagen de amarla cruelmente,
de fijar las heridas.
Es terrible nacer libre
y morir esclavo,
cruento es nacer
y hablar de muertos.
Es terrible nacer
con la espada en la mano
y los besos ensangrentados.
Es terrible nacer
con tu tierra en la mente
y el destino marcado.
Es terrible nacer
pero aquí estamos.
Del libro “Oruña”, Cantela, 2008
***
LE VIN ROUGE (El vino tinto)
El bermellón quema mis labios
mientras arden las entrañas del hotel;
los quejidos malsanos del viejo ascensor,
los eróticos tacones marcando el paso y el parquet,
las maletas de los viajeros flagelando los sombríos peldaños,
los jadeos de los amantes en permanente celo.
El vino tinto muestra mi mejor verdad,
vino rojo, exprimido de las venas del maestro,
vino sangre que mana desde el cementerio sur
hasta mi refugio del Montreal,
Baudelaire vive en mis versos… ¡y bulle en mis venas!
“Raza de Caín, ¡sube al cielo
y arroja a Dios sobre la tierra! [1]
Y así se reflejó en las escrituras;
con los efluvios del buen vino
Lot y sus hijas disfrutaron fornicando como bestias,
así como Cam lo hizo con su madre,
todos disfrutaron en bíblicas orgías, gozosos incestos infernales
exhibiendo, sin pudor, que la raza salió torcida desde el Génesis.
Y nos espantamos de los placeres prohibidos de la carne
cuando hoy, la vergüenza impúdica, el nuevo holocausto,
se exhibe a las puertas de esa vieja e hipócrita Europa.
Satán reina cual Dios de dioses;
aún se escuchan, desde mi habitación, los ecos del Bataclán,
los silencios desde los hogares de las mujeres condenadas,
los disparos de todas las guerras y causas del mundo
atravesando mi delirante conciencia…
¡Satán Luzbel! ¡la verdadera luz, ascendió a los cielos!
Y Dios Satán bajó a la tierra y se hizo horror.
Dios dogma, Dios puñal, Dios grito, Dios llanto…
Y el hombre aprendió de Dios Satán, y asimiló bien;
la maldad humana, con su multitud de variantes y odios,
nunca descansa.
Mi herida, aunque mortal y mía,
es nimia frente a la herida de la fétida humanidad
que se abre, se infecta aceleradamente, ante cada injusticia,
por ello; ¡suframos!.. ¡nunca ha de sanar!
¿Quién marca la ética de lo aberrante cuando lo aberrante es que no exista la ética?
¿En nombre de qué Dios, sino de Satán, vive el mundo actual?
Sólo ella nos salvará de este mundo.
Pertenecemos a la muerte.
Cuando creemos hallarnos en el corazón de la vida
ella se acerca a llorar con nosotros,
nos evita el ocaso.
“In vino veritas” [2], clama Plinio.
Se terminó todo el vino de París
en mi delirante bacanal,
confuso paisaje de cipreses con corcho
que muestran el exceso ante mis ojos vidriosos,
que desbordan cada rincón de la habitación 13,
monólogo de vómitos
y secuestrada ansiedad.
En el fondo turbulento de la copa
destellan relámpagos de furia
y hoy la tormenta
estalla en mi cerebro.
Del poemario “La herida”, Editorial Teleo, 2016
[1] Del poema “Abel y Caín” de Baudelaire.
[2] “En el vino está la verdad” (proverbio latino de Plinio el viejo).
***
LE TESTAMENT (El testamento)
Cuando mis venas no sean más que polvo
en mi testamento sólo encontraréis
poemas flamígeros,
acicalados y oscuros,
la decadencia de los turbios versos.
Y podréis gritar, suplicar al cielo,
nadie os escuchará, la pesadumbre del olvidado,
porque más arriba existe otro cielo
de nubes de acero,
de alma cainita.
Y aunque el eco angustioso traspase los poros de éste,
más arriba hay otro cielo desolado
por nuestro propio duelo,
espasmo del dolor,
desasosegante guarida
de tronos sin reyes,
de ranas sin príncipe
pues los besos, no existen.
Y sobre él descansa otro pesar, siniestro y extraño,
un cielo de llantos,
anegado
con todas las lágrimas de nuestras vidas.
Y más arriba no hay cielos;
coexisten infinitos sótanos,
laberintos infernales
en los que un decrépito Teseo
siempre cae ante el Minotauro.
Y en las simas que taladran nuestros pies
nacen virales buhardillas
que habitan las almas del Diablo.
Y quiero que recordéis
que estos inveterados caminos
sólo los recorre el polvo,
aquel que antes fuera cuerpo.
Polvo a merced de huracanes ciegos,
polvo ilustre,
polvo mendigo,
polvo templo,
polvo al que Dios no guía
porque el propio Dios está muerto.
Nadie gobierna ni manda en la pesadilla de los cielos,
ni la luz cenital, ni la sombra del infierno.
A su lado… Dante imaginó un recreo.
Yo soy polvo y os digo
que por encima de los sótanos
no existe nada;
espacio aparente,
luz oscura,
el péndulo del silencio.
Y por debajo de las buhardillas
nada existe;
el sonido de un pulso muerto,
un poeta en una silla
y en su frente, escritos, sus versos.
Del libro “La herida”, Teleo editorial, 2016