Instrucciones para contar muertos (De Antígona González. Sur Ediciones. 2012)
Uno, las fechas, como los nombres, son lo más
importante. El nombre por encima del calibre de
las balas.
Dos, sentarse frente a un monitor. Buscar la nota
roja de todos los periódicos en línea. Mantener la
memoria de quienes han muerto.
Tres, contar inocentes y culpables, sicarios, niños,
militares, civiles, presidentes municipales, migrantes,
vendedores, secuestradores, policías.
Contarlos a todos.
Nombrarlos a todos para decir: este cuerpo podría
ser el mío.
El cuerpo de uno de los míos.
Para no olvidar que todos los cuerpos sin nombre
son nuestros cuerpos perdidos.
Me llamo Antígona González y busco entre los
muertos el cadáver de mi hermano.
(De Antígona González. Sur Ediciones. 2012)
[
: ¿Quién es Antígona dentro de esta escena y qué
vamos a hacer con sus palabras?
: ¿Quién es Antígona González y qué vamos a hacer
con todas las demás Antígonas?
: No quería ser una Antígona
pero me tocó.
(De Antígona González. Sur Ediciones. 2012)
Pero ni rastro de fiera ni de perros que te hubieran
arrastrado para destrozarte. Donde antes tú ahora el
vacío. Nadie llamó para pedir rescate o amedrentar-
nos. Nadie dijo una sola palabra: como si quisieran
deshacerte aún más en el silencio.
Yo les hubiera agradecido que a donde se lo hubieran
llevado, mejor lo hubieran dejado muerto, porque
al menos sabría yo dónde quedó, dónde llorarle,
dónde rezar. A lo mejor ya me hubiera resignado.
Gracias por esperar, por favor manténgase en la línea
y regresaremos con usted en un momento (De “Abroche su cinturón mientras esté sentado”. Filodecaballos. Ciudad de México. 2017)
Para Xitlalitl Rodríguez Mendoza
Es el teléfono lo que suena a todas horas. Son voces automatizadas
las que te ordenan que marques un número para luego tener que marcar otro número
para luego escuchar la música de espera, para luego marcar otro número, para luego
marcar otro número y que la grabación siga llevándote hacia una suerte de trance
como cuando estás sentado frente a tu terapeuta. Haga una inhalación
profunda por la nariz. Muy bien, sostenga el aire en sus pulmones.
Ahora exhale, deje salir el aire por la boca. Sea consciente de cómo con cada respiración
usted se va sintiendo más sereno y descansado. Usted puede sentir cómo su cuerpo
se va volviendo cada vez más pesado. Usted puede sentir cómo
su cuerpo cae, cada vez más y más pesado: abandonado. Entonces, cuando finalmente
después del laberinto de opciones numéricas y musiquitas para hacerte
compañía y que no sientas cómo es que el tiempo pasa, sólo entonces
una voz, que definitivamente no es humana, te dice: gracias por esperar,
te atiende __________ (ruido blanco), ¿cómo estás el día de hoy?
y tú quieres decirle que estás hasta la madre de tantas y tantas cosas
que cómo puede hacerte esa pregunta justo hoy
justo en este país
pero en lugar de eso
abres un libro de Charles Simic
y comienzas
a leerle en voz alta:
Use el cojín del asiento
para flotar (De “Abroche su cinturón mientras esté sentado”. Filodecaballos. Ciudad de México. 2017)
¿Es cierto que podríamos dormir sobre las nubes?
Diez mil pies de altura es la distancia exacta para qué, para quiénes.
¿Somos nosotros mismos mientras viajamos en esos minúsculos asientos,
sentados sobre cojines, que en caso de caer no servirían para flotar?
Para flotar qué mar.
Para flotar qué turbulencia.
No, no somos nosotros los que por las ventanillas miran.
Nuestros cuerpos nada saben de nadar, de nubes.
Las nubes son agua
sobre polvo
caída
a veces
el último
recuerdo
de cosas perdidas.
Soñamos que volamos
pero es humo.
- Esta es la habitación de las suturas,
dice el rótulo (De “Siam”. Fondo editorial Tierra Adentro. México D.F. 2012)
Esto es un sueño. Te quedarás quieta un rato y todo estará
bien. No has visto sino el fondo de la sombra, los restos de
la demolición de algo (…) Pasará.
MARÍA NEGRONI
Todavía estoy huyendo y ya desmantelan el escenario. Ya
las lumbres para sí reclaman los muros, las plazas las
fortificaciones. Una ciudad de utilería que a sí misma
se consume, que abandono a mansalva, sin
miramientos.
Bajo telones se calcinan los contornos.
Admonición es índice, hemisferio.
Arden los maniquíes tras los aparadores. Su humareda
tiene mal colocada la etiqueta del precio. Los saldos.
Las cenizas. Las calles adquieren la densidad del
desahucio.
Hay pájaros alejándose del incendio pero no son reales.
Me advirtieron: si minúsculo el corazón, artefacto,
empuñadura. Yo olvidé darle cuerda al mío, por eso es
que me marcho así, sin avisar a ninguno. Por eso es que
en mis sueños las ciudades ya se esfuman.
Por eso el hábito, la incandescencia. El vano lenguaje de
las despedidas
- Chuun-Inn (De “Siam”. Fondo editorial Tierra Adentro. México D.F. 2012)
Eng Búnker murió de miedo la mañana del 17 de enero
de 1874.*
Nunca fue lo que se dice: un hombre solitario.
Nunca. A todas partes en compañía.
Lo despertó la noticia de que Chang Búnker. El hermano
al cual había estado unido. Perímetro del limbo: nueve
centímetros de largo, veinte de circunferencia.
Durante más de sesenta años. El hermano esternón
abdomen. Flexible como era. Epidermis bajo epidermis.
Elongación. Caudal que lo hizo sombra. Boxeo de sombra.
Sombra de sí.
El hermano réplica de su costado. La mirada extraviada.
Había. Por fin.
Desaparecido.
BIOGRAFÍA
Sara Uribe nació Querétaro en 1978 y desde 1996 radica en Tamaulipas. Sus últimas publicaciones son Siam (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2012), Antígona González (Sur+, 2014) y I never wanted to stop time (Editorial Medio Siglo, 2015), su primer libro en edición bilingüe.
Me encantó tu poesía Sara, saludos