Ramiro Gairin Revista ImánVUELOS

Es otra manera de inaugurarla:
unos años después,
en esta casa ya hemos aprendido
los dos a soñar que volamos.

Yo flotando a lo largo del pasillo
y girando en las puertas
con voltereta, como un nadador.
Tú, cuando por la calle
notas cómo te empiezan a pesar
las piernas y no quieres llegar tarde,
ni cansada, ni triste.

Pero nunca la misma noche.
Siempre uno de los dos queda de guardia
para que al otro no se le haga
más difícil la vuelta.

(Llegar aquí, Versátiles, 2020)

FADO DE OUTONO

Amanece otoño en el Alentejo.
En viaje de trabajo, recorriendo
una vía de tren que rehabilitamos.
Alcornoques, caballos, pinos, toros,
álamos que encanecen en la bruma.
Un paisaje de Tarkovsky.

Tú tienes reunión de padres.
Nerviosa, casi ni te has dado cuenta
de que te escribo a mil kilómetros.

Una vez estuvimos por aquí,
un invierno con mucha niebla en Sintra.
Tú llevabas un piercing,
yo no tenía canas.
No se ve nada más en esas fotos.
Nos debemos un viaje de regreso.

Ojalá todo esto
-la añoranza, el paisaje, la saudade-
sea lo que parece:
una canción antigua, inagotable.

(Llegar aquí, Versátiles, 2020)

EL CANAL

Parece que la vida funcionara
solo en dos posiciones,
como los más sencillos mecanismos;
sin embargo, las mezclan al cruzarse
y buscarse los ojos
los que corren y los que están sentados.

¿Cuántos de los que corren
no consiguen ponerla en movimiento
y necesitan ir de un lado a otro?
¿Cuántos de los sentados
lo hacen para sentirse observadores
sin poder hacer nada ante su marcha?

Se detiene el agua a mirar,
hace sus cuentas y prosigue.
Aparenta estar quieta en movimiento;
tal vez una lección.

(La ciudad que no somos, Polibea, 2020)

EL SILENCIO

El silencio de los antiguos templos
es lo que hay que aprender;
de los templos abandonados,
que han pagado a las dos caras del tiempo.

Debe uno aprender cómo el silencio
encuentra una opinión por cada tema,
para cada opinión logra una forma.
Hacerle caso cuando toma forma
de sol o planta
porque arde y crece y muda y vivifica.

Y aprender a no ser nunca la noche
o nos dará la espalda,
como protege un cíclope a sus reses
con el lomo y los hombros.

El silencio de los antiguos templos
es la única pose no ridícula
frente al espejo; pues ya no son templos,
ni a este lado nosotros somos ruinas.

(La ciudad que no somos, Polibea, 2020)


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