Ricardo Fernández MoyanoRicardo Fernández Moyano

La espera te hace fuerte,
te da valor
para matar las horas.
Intentas escribir un verso,
no hallas palabras.
De repente se agolpan
en profusión,
salen en estampida
en una contradanza sin sentido
y así surge el poema.
Ahora lo contemplas en silencio
y te preguntas:
¿para qué?
¿de qué sirve el poema?
Y otra vez vuelves
la vista a tus adentros
por ver si algo quedara.

Escribiría cartas a mi padre,
si no estuviera muerto:
Le diría que el mundo
se ha detenido en todos los relojes;
ya no salen las cuentas
en las baldosas de la injuria,
de nada sirven los atajos
si el camino se vuelve contra ti.
Los niños mueren en el pavimento
mientras las madres calman su dolor
en mapas de avenidas invisibles.
La aurora es cada vez más negra
y el cobre de la tarde
se ha vuelto gris.

Visto desde lo alto,
parece ser el mundo
un puzle con sus piezas encajadas,
unprisma con teselas de cristal.
No hay muros, ni fronteras,
las personas, hormigas
queacuden a su campo cotidiano
sin más afán que la costumbre.
Pero cuando te acercas,
descubres los contrastes:
un mendigo harapiento
cubierto de periódicos;
lindos ejecutivos trajeados
consultan su portátil,
y el tranvía conquista las aceras,
cuajado de viajeros.
A poco que caminas,
adviertes adoquines levantados
o miradas perdidas en la calle.
Nadie parece amar a nadie,
y la vida trascurre
con su monotonía:
lluvia tras los cristales.

La vida pasó como un soplo,
apenas comenzaba
a vivir,
borraron todos
sus sueños.
Ya no quedan sonrisas
en la extensión perdida de una lágrima,
ni el manantial desnudo de los versos.


GRACIAS POR ACEPTAR nuestras cookies, son simplemente para las estadísticas de visitas en Google.

Ver política de cookies
 
ACEPTAR

Aviso de cookies
Ir al contenido