Cae la noche y nos fundimos
en sudor y aliento,
conquistada la penumbra
por la piel incandescente
y la comunión de besos;
olvidada la zozobra
por la sucesión de gestos
y la música hechicera
del gemido entrecortado
en la multiplicación de esfuerzos.
Cae la noche y exploramos
humedales y secretos,
ignoradas las heridas
que en combates desiguales
nos va provocando el tiempo;
enjaulada la prudencia
que aniquila los deseos
y que espera agazapada
para calzar nuestras sombras
con zapatos de cemento.
El pasado y el futuro
desmentidos y enterrados
por el tango venenoso
que se anuda a nuestros cuerpos,
el orgasmo enfurecido
como burla y arrebato
contra el aire fermentado
que proponen los espejos.