Teruel y sus pueblos abandonados.

Encarna siente esa soledad de las casas abandonadas, que no olvidadas a su suerte y esos campos yermos que en sus tiempos eran fértiles, había vida entre sus moradores.

Ella y los que fueron sus vecinos, después de unos años de papeleos, reuniones y juicios, vuelven a su pueblo, pasea por esos caminos polvorientos viendo cómo algunos de esos hogares  se resisten  a caer desafiantes.

Siente nostalgia ante la falta de vida en ese pueblo abandonado.

Aún flotan en el viento las voces y susurros de sus antiguos  moradores. Va con el alma en vilo, viendo casas toralmente destruidas y otras que milagrosamente siguen en pie, como la escuela, el ayuntamiento y algunas casas  que  fueron edificadas a conciencia por sus dueños pudientes, con sus balcones de forja ya descoloridos.

Encarna sigue su paseo hasta llegar a la parte de los huertos junto a las riveras de los ríos. Un abandono total, todavía se ven las lindes marcadas en su tiempo, es fácil reconocer cada uno a quién pertenecían.

Rodeando los huertos, al comenzar a subir la cuesta empinada ve con asombro parte de la que era su casa, con la respiración agitada llega y rodeándola  ve con asombro que se conserva bastante bien.

Consigue entrar a duras penas. Ya en el zaguán, observa y piensa que -aparte de las telarañas y polvo de tantos años- podría dar vida a esa casa.

En la parte a arriba consigue abrir las ventanas, cerradas a cal y canto con esos postigos de cuarterones a falta de cristales, allí está todo más conservado. Piensa que esos enseres darán vida a esa casa, ya la ve encalada de arriba abajo con su escalera de obra. Las habitaciones están tal y como las dejaron, ya que no podían cargar con todo, sus camas de latón, mesillas de noche que Encarna ve que merece la pena restaurar, como el lavabo de la abuela con espejo con su fuente y jarra de porcelana.

 Piensa que con sus ahorros le  llegara de sobra.

Este pueblo de Teruel, conocido y muy cercano a la capital, ahora  podrá tener otra vez  vida. Por su cercanía a ella le vendrá bien para ir a su trabajo los años que le quedan para jubilarse, cree estar soñado, cuando escucha un repique de campanas que llegaban de la iglesia y desde la plaza también se oyen voces y algarabía, es cuando dándose cuenta  de que se ha apartado del grupo con el que había viajado en autobuses puestos por el gobierno, ocupados por dueños y herederos de esas casas abandonadas por una expropiación forzosa e interesada por  el gobierno, hace ya más de veinte años. Siente la falta de sus padres en ese momento, murieron con pena de no haber envejecido en su querido pueblo.

Dentro de la provincia de Teruel como en otras provincias proliferan los pueblos abandonados por la emigración.

Este pueblo de Encarna no es el caso, este tenía vida y trabajo para todos, de los campos fértiles vivían muchas familias sin necesidad de emigrar si no querías.

Ahora recuerda,  después de más de veinte años y muchas luchas, los antiguos moradores formaron una asociación, en el momento que les informaron de que debían expropiar todo el pueblo sus casas, campos,  para un proyecto del gobierno.

Todos los vecinos se negaron en un principio, pero por veladas advertencias fueron firmando poco a poco abandonando con pena el pueblo.

Hoy en la plaza se hace justicia con la entrega de documentos y escrituras de sus casas y campos. Tienen por escrito que al haber  sido muy perjudicado todo el pueblo, al no llevar a cabo el proyecto y mal retribuidos, después de mucho luchar y juicios, por ley dotaran al pueblo de todos los servicios, agua, luz, incluso internet. Hay gente joven que piensan vivir en este pueblo, en las casas de sus abuelos o padres, otros conversan diciendo que sus casas serán de fin de semana.

Las casas destruidas y las que no han aparecido herederos directos,  el ayuntamiento las ofrecerá con ayuda a matrimonios con hijos lo mismo que  la taberna con vivienda, así podrán abrir el colegio.

Encarna echando una mirada en rededor ve que hay gente de todas las edades, alguna cara conocida con más años, como ella y solos, ve ya convencida que no es mala idea la decisión de quedarse a vivir allí.

Todavía recuerda  el día de su salida, la tristeza de sus padres con los enseres indispensable y las cuatro pesetas que les habían pagado.

Con el repique de campanas, han recuperado su pueblo.

TERUEL RESISTES

Rosa Mª Valiente


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